¿Cuándo vamos todos a entender que todos somos el mismo pueblo?
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Jerusalem Post
La noción de que los judíos ortodoxos no son más morales que los demás podría ser catastrófica. El judaísmo ortodoxo alcanzó un momento de verdad. Mucha gente dejó de creer que el estudiar judaísmo y la observancia te hacen una persona mejor. Ya no creen que hay una relación entre observar Shabat y ser honesto, entre ponerse tzitzit y evitar el adulterio, o entre prender las velas de Shabat y ver la luz de la gracia divina en cada ser humano. Nosotros, los ortodoxos, tenemos la culpa. Muchas veces somos “religiosos” sin ser espirituales, rezamos sin ser humildes y somos precisos en los rituales sin tener la misma prolijidad en los negocios. Yo soy un judío ortodoxo apasionado; ni siquiera la amenaza de muerte puede interponerse entre mi persona y el Dios de Israel.
Pero la ortodoxia sin moral y humanismo básicos es una religión sin Dios. Es frío, duro, una abominación. La noción de que los judíos ortodoxos no son más morales que los demás podría ser el evento más catastrófico de la historia de la observancia religiosa. En otras palabras, si aprender y honrar la voluntad de Dios no nos hace mejores personas, muchos van a elegir descartar el judaísmo por ser la reliquia vacía de un pasado supersticioso. Las imágenes de cinco rabinos de Nueva Jersey esposados ya habían hecho temblar a la comunidad judía estadounidense cuando las noticias aún más sangrientas de un asesinato doble en el senode una comunidad gay de Tel Aviv le presentaban un reto a la ortodoxia. No se pueden sacar conclusiones sobre quien lo hizo o por qué antes de saber bien los hechos, pero lo que no se puede negar es que muchos judíos ortodoxos rechazan a los gays, sembrando semillas de odio. Podemos revertir esto.
Los ortodoxos tenemos el poder de devolver la verdadera luz y amor al judaísmo demostrando el poder de nuestra fe para formar una ética sobresaliente e inspirar a actuar correctamente. En efecto, la mayoría de los ortodoxos lleven vidas de honestidad, hospitalidad devoción ejemplares.Pero ahora es el momento de que esa verdad brille.
Ahora es el tiempo de demostrar que descansar en Shabat y estudiar Tora hacen a las personas menos codiciosas y más nobles. Debemos enseñarle a nuestros hijos los rituales que los hacen mejores judíos, al igual que los valores que los hacen mejores personas. Los niños en la yeshiva deben aprender no solo a decir la bendición correspondiente antes de comer una manzana, sino también que dicha bendición expresa agradecimiento. Que cuando un niño con tzitzit y kipá pasa al lado de un soldado en uniforme, debería agradecerle por protegerlo. Cuando nuestros hijos visten kipá, debemos recordarles que no es solamente un símbolo de su identidad, sino también un símbolo de que estamos bajo constante supervisión. Dios nos mira en todo momento, incluso cuando no lo hace el FBI – especialmente cuando no lo hace el FBI. Cuando nuestras hijas encienden las velas de Shabat debemos enseñarles que no es únicamente para continuar con la tradición de Sara sino también para iluminar los lugares oscuros del espíritu. Algunas veces esos lugares oscuros están en los corazones de gays suicidas que le escriben a personas como yo porque temen ir a sus padres ortodoxos. No digo que ignoremos las reglas de la Tora sobre la homosexualidad, sinoque expresemos amor y humildad cuando vemos a un joven sufriendo. No debería haber lugar en la ortodoxia para personas que predican odio.
En 1993 me ordenaron los líderes de Jabad del Reino Unido que saque a todos los miembros no judíos de la sociedad de estudiantes de la Universidad de Oxford. Me negué a hacerlo porque el Rebe (quién acababa de morir) amaba a los no judíos e intentaba ayudarlos. Jabad me despidió. Yo sigo amando a Jabad y crié a mis hijos acorde a la tradición de Jabad, pero recibí numerosos ataques como aquel del rabino Levi Shemtov, sobrino del director de Jabad del Reino Unido, quien escribió en la página global de Jabad que yo “profanaba” cualquier casa de Jabad que visitaba, y no debería ser invitado para hablar. Me asusta pensar que un hombre de opiniones tan extremas es el representante de Jabadante el gobierno de Estados Unidos. O consideremos la dura crítica del rabino Salman Shmotkin, quien habló de mi trabajo en New York Magazine, diciendo que le transmitía los valores judíos al mundo no judío: “No tenemos derecho de darles la Tora, de estropearla y cambiarla. No me parece que sea la forma de “acercar a las personas a la Tora.”” El hombre tiene derecho de tener su opinión, pero a uno le cuesta comprender como el representante oficial de Jabad cree que podemos ignorar nuestro destino de iluminar a las naciones.
Por último, debemos los judíos ortodoxos extendernos, y como dice el KolNidrei que recitamos en YomKippur, “rezar con pecadores.” La mejor forma de destruir el mito de que somos prejuiciosos y le faltamos el respecto a la autoridad laica es invitar a los laicos a nuestras casas, donde verán que criamos a nuestras hijas para que se comporten con dignidad y aprendan, les enseñamos a nuestros hijos que lean libros en lugar de mirar televisión, y que no trabajamos para poner plata en el banco, sino que lo hacemos para recibir invitados y hacer buenas acciones. Por supuesto, toda relación tiene dos lados. Muchos judíos laicos ven a los hombres religiosos con sus tapados negros y a las mujeres con pelucas como algo primitivo. Es triste no saber apreciar a aquellos que viven vidas fieles a la tradición. ¿Cuándo vamos todos a entender que todos somos el mismo pueblo?
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