jueves, 27 de noviembre de 2014


Hungría, desde la perspectiva judía
Roberto Varnagy

En este artículo quiero referirme a la vida de los judíos húngaros, y la gran vinculación que tiene esa comunidad de 100 mil personas con el resto de ese país en el que, con motivo del 70º aniversario del Holocausto judío húngaro, se realizó la “Gran Marcha por la Vida” en Budapest en abril pasado.

Me tocó pasar esos momentos en Hungría, y decidí hacer esta reseña para mostrar mi perspectiva acerca de aquellos acontecimientos poco conocidos para muchos de nuestros correligionarios.

La conmemoración de este aniversario fue impresionante. Una marcha de más de 100 mil judíos, tanto de ese país como de algunos circunvecinos e incluso de Israel, lucieron gorras en las cuales el Maguén David estaba confeccionado con los colores de la bandera nacional húngara. Participaron personeros del gobierno, del parlamento, y debo hacer notar que no ocurrió manifestación antisemita alguna, ni siquiera por parte de los supuestamente recalcitrantes antisemitas húngaros.

Breve historia

Hungría es un pequeño país situado en Europa central, de aproximadamente 93 mil kilómetros cuadrados (el tamaño del estado Falcón). Limita al norte con Eslovaquia, al noreste con Ucrania, al este con Rumania, al sur con Serbia (parte de la Federación de Serbia y Montenegro), Croa­cia y Eslovenia, y al oeste con Austria. Tiene unos 9 millones de habitantes en franco decrecimiento, aunque nunca superó los 10.100.000 (1943).

Los judíos en aquel momento eran cerca de un millón, o 10% de la población total, mientras que en 1946 quedaban menos de 400 mil según el censo de la época. Es decir, aproximadamente 600 mil fueron asesinados por el nazismo y por los nyilas (“flechados” o miembros de la Cruz de Hierro, el partido nazi húngaro). Actualmente, si bien estas cifras están muy bien documentadas, algunas organizaciones judías tratan de minimizarlas (no comprendo cuál pudiese ser la razón). Vale la pena destacar que Hungría, a pesar de las guerras, inundaciones y otras catástrofes, tiene bien archivados todos los documentos y números relacionados con la población húngara —incluso la judía— a lo largo del último milenio de vida nacional.

A diferencia de otras naciones europeas, los judíos húngaros no provenían de expulsiones de otros países o de la Inquisición. Atila, fundador de Hungría, cuando llegó desde las estepas de la actual Mongolia, trajo judíos con él. De los siete visires que él impuso como gobernadores de las provincias magiares, dos eran judíos. La otra gran inmigración de judíos al país acompañó la invasión turca, siendo los sultanes grandes defensores de los judíos; llegaron artesanos, ingenieros y arquitectos que construyeron los famosos baños turcos húngaros que pueden ser visitados hoy en día, para disfrutar no solamente de las magníficas aguas termales, sino de su bellísima arquitectura.

Antes de la Segunda Guerra Mundial funcionaban en el país 25 sinagogas; actualmente hay 19 totalmente reconstruidas y en pleno funcionamiento. Vale la pena mencionar que ninguna de las sinagogas de Hungría eran casas o construcciones adaptadas o improvisadas, sino que todas eran edificaciones de gran capacidad, construidas específicamente y desde sus cimientos según la Halajá.

La gran sinagoga de Hungría, localizada en la calle Dohany (se pronuncia dojañ, que significa “tabaco”), es la más grande del mundo, hecho que también es ignorado por muchas instituciones judías. Curiosamente, la sinagoga de la Quinta Avenida de Nueva York, ubicada a un lado del Central Park (congregación Emmanu-El), agregó forzadamente unas hileras de asientos en la planta baja, para quitarle el mérito a la sinagoga Dohany de ser la de mayor capacidad. Esta tiene además muchos otros méritos: posee uno de los órganos tubulares más grandes del mundo (5000 tubos, y 500 en las galerías), que fue tocado en varias oportunidades por Liszt Ferenc (Franz Liszt), Camille Saint-Saëns, y otras figuras y maestros de capilla de connotado renombre. Igualmente, cuenta con una galería para acomodar un coro de hasta 100 personas.

Otro dato que la hace única entre todas las sinagogas del mundo, es que en sus predios hay cinco tumbas colectivas de aproximadamente 2000 cuerpos cada una, ya que no hubo tiempo de darles otro tipo de sepultura ante la masificación de la muerte por parte de los nazis, y por el hambre en el gueto, del cual formó parte. Este templo fue bombardeado el 3 de febrero de 1939, y su reconstrucción se inició en la era comunista por un “interesante” acuerdo entre el Estado húngaro y Tomás Kertész (mejor conocido como Tony Curtis, el actor estadounidense), mediante el cual el gobierno aportó la misma cantidad de dinero en forints (la moneda nacional), y Curtis en dólares. Anexa a la sinagoga está la casa natal de Theodor Herzl, padre del sionismo político.

La muy conservadora sinagoga ortodoxa de la calle Kazinczy, esplendorosamente restaurada en la actualidad, aún despliega en su interior una fotografía donde se observa el estado de destrucción en que quedó después de la guerra, y se lee la solicitud de ayuda a la feligresía para su reconstrucción. En 1957, durante el último Yom Kipur que pasé en esa sinagoga, a la cual asistíamos mis abuelos, mi padre y yo, el techo todavía era de lona, al igual que en la de la calle Dohany y otras más. La reconstrucción se completó gracias a una donación de cinco millones de dólares realizada por Josephine Esther Mentzer, empresaria nacida en Estados Unidos de padres húngaros y mejor conocida como Estée Lauder.

La visita de un judío a Budapest estaría incompleta sin asistir a uno de los museos más extraordinarios y únicos en el mundo, llamado “La Casa del Terror”, situado en el tristemente célebre número 60 de la calle Andrassy. Esta era la sede de la Gestapo, y en la época comunista de la temida policía secreta AVH-KGB. El edificio se encuentra dividido en dos secciones claramente demarcadas, donde aún se puede observar la oficina de Adolf Eichmann tal como él la dejó, con el gran libro del censo de la comunidad judía de Hungría y su gorra militar sobre el escritorio. En esta estructura están los calabozos, cámaras de tortura ampliamente usadas por ambas organizaciones, ejemplos de su tecnología de escuchas y las intervenciones del correo por parte de los comunistas, así como lo relacionado con los presidentes de la época comunista, que se inició con Mátyás Rákosi, quien era judío.

Igualmente impresionante es el Museo del Holocausto, que se distingue del resto de las instituciones de su tipo por poseer muchos más objetos, documentos y elementos del ámbito local para su exhibición; lamentablemente no se tuvo que recurrir a la “importación” de material, como en los demás. El emotivo final del recorrido por este museo es el Hall de la sinagoga que fue deliberadamente dinamitada por los nazis (no bombardeada), pero de la cual quedó en pie la fachada. Tras la Shoá, todo el equipamiento del templo (tevá, bancos, etc.) se reconstruyó en vidrio trasparente, para representar las almas que partieron tan trágicamente. En tiempos muy recientes fue modificada por el empeño del gobierno húngaro de reparar los daños causados a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Dentro de la sinagoga hay ahora bancos utilizables, y el Arón Hakodesh ya contiene Sefarim. Lamentablemente, el conmovedor efecto de los muebles y sillas trasparentes ya no se aprecia del todo.

Otro de los monumentos impresionantes que existen en Hungría son las botas y zapatos de bronce en la ribera colindante con Pest del río Danubio, casi al frente del imponente Parlamento húngaro. Estos calzados representan a los judíos que fueron fusilados en ese mismo lugar, y cuyos cadáveres cayeron directamente a las aguas del río. Yair Lapid, ministro de Economía de Israel de origen húngaro, lo recordó recientemente en un espeluznante discurso que dio en el Parlamento en Budapest. Se dice que el texto fue presentado ante el presidente Obama, quien reaccionó con gran emotividad.

La policía y el partido comunista húngaro estaban en gran parte constituidos por sobrevivientes del Holocausto y sus hijos, pues descubrieron que enrolarse y hacerse de las armas era la única posibilidad de obtener algún modo de reivindicadora venganza por la muerte de sus familiares, y su propio calvario. Es una rea­lidad que durante la época comunista no se veía antisemitismo, ya que era brutalmente reprimido por parte de estos funcionarios. La práctica religiosa judía fue tolerada, e incluso apoyada solapadamente.

En este sentido, vale la pena recordar que Hungría jamás cortó relaciones diplomáticas con Israel: al contrario, gracias a la masiva emigración húngara al Estado judío, se logró una fluida relación tanto comercial como cultural. Actualmente, sin embargo, aunque no existe un antisemitismo político, sí han surgido voces antisemitas, y —cosa realmente curiosa— la organización neonazi, legalizada por el Estado húngaro, vio a su fundador y principal dirigente hacer aliá luego de descubrir que era judío.

Los restaurantes kasher en Budapest son reconocidos por ofrecer la famosa y exquisita comida típica húngara y judía, siguiendo las más estrictas ordenanzas halájicas. En la ciudad hay tres restaurantes glatt kasher y dos que la ofrecen sin teudá, así como varias carnicerías kasher de primer orden.

Pasando a otro aspecto, mencionemos algunos judíos destacados de origen húngaro: Theodor Herzl; Laszlo Biro (inventor del bolígrafo), Leo Szilard (jefe del Proyecto Manhattan de la bomba atómica y mano derecha de Einstein), Edward Teller (creador de la bomba de hidrógeno), Imre Kertész (Premio Nobel de Literatura), George Cukor (director de cine), Calvin Klein (creador de esa marca de ropa), Ernö Rubik (inventor del cubo del mismo nombre), George Soros (famoso financista radicado en Inglaterra), Alan Greenspan (ex jefe de la Reserva Federal de Estados Unidos), Pal Szarkozi (reconocido artista plástico, padre del expresidente de Francia), e Ignaz Semmelweiss (descubridor de la causa de la fiebre puerperal; la Universidad de Budapest lleva su nombre).

De este modo se observa que el Judaís­mo está enraizado en Hungría, a pesar de las manifestaciones antisemitas recientes que no han podido refrenar la vida judía en ese país, siendo el único lugar de la Europa continental que cuenta con una escuela y universidad rabínica. Recientemente se inauguró una segunda universidad rabínica en el interior del país (Debrecen), que ha sido sumamente demandada por las comunidades judías ucraniana, rumana y eslovaca; mientras que la de Budapest, y aparte de numerosos estudiantes húngaros, tiene alumnos provenientes de Europa Occidental.

Hungría se debate actualmente entre ser una segunda patria amada por muchos judíos, y a la vez una tumba aún abierta que guarda muchos de sus peores terrores y tragedias.

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