lunes, 8 de junio de 2009

NO SON TERRITORIOS OCUPADOS SINO RECUPERADOS

Sólo en el estado judío se permite que existan organizaciones que apoyan a sus enemigos y les
ofrezcan soporte legal y político.
José Brechner
Tal vez porque Israel está rodeado de las dictaduras más extremas, sea la democracia más
extrema.
Sólo en el estado judío se permite que existan organizaciones que apoyan a sus enemigos y les
ofrezcan soporte legal y político.
Un estado en guerra no debería dejar que eso ocurra, porque quien defiende a los enemigos de su
país es un traidor a su patria.
Los traidores, son izquierdistas que se solidarizan con los árabes y olvidan que los judíos son el
pueblo originario de Israel, únicos con el derecho legítimo sobre ese espacio bíblico. Moros y
cristianos llegaron milenios más tarde.
El error de aceptar que los palestinos --que son jordanos desclasados que se apoderaron de parte
del territorio hebreo-- reclamen esas tierras, lo tienen los propios gobernantes israelíes, que
habiendo recuperado en 1967 Judea y Samaria, las denominaron “zonas militarmente ocupadas”.
El principal causante de la tergiversación idiomática fue el partido laborista con sus líderes más
visibles, el entonces Primer Ministro Levi Eshkol y el Ministro de Defensa Moshé Dayan. Ambos
izquierdistas racionalistas, creyeron que se podía lograr la añorada convivencia pacífica con los
musulmanes.
Su gobierno y los sucesivos, ayudaron a los árabes a elevar su educación y nivel de vida a estratos
del que no goza ningún musulmán en el universo levantino, sin embargo, eso no fue suficiente para
apaciguar los ánimos imperialistas de los moros. Los mahometanos quieren la totalidad del Oriente
Medio (y el mundo), y usan de su poderío económico para comprar votos y conciencias de la
porquería política del planeta.
Ahora aparecieron nuevos extremistas judíos, promotores de un humanismo desquiciado, que
están llevando el desfase semántico a un nivel mayor y hablan de “territorios ilegales”. Gravísimo
desliz conceptual, porque si decir “ocupado” ya es motivo de conflicto, hablar de ilegalidad implica
un aspecto jurídico no contemplado por las leyes de la guerra, porque la guerra no tiene leyes. ¿Si
la ocupación es ilegal, el terrorismo es legal? ¿Qué país ha devuelto territorios reconquistados en
una guerra de defensa?
Si hablamos de ilegalidad ocupacional, todos los norteamericanos con excepción de los indios
deberían retornar a sus países de origen. Lo mismo les correspondería hacer a los
latinoamericanos de ascendencia española, europea, africana y asiática.
Nadie puede darles lecciones de ética o moralidad a los judíos. La esencia espiritual y moral de
cristianos y musulmanes proviene del judaísmo. No obstante los judíos siguen siendo el chivo
expiatorio de la humanidad por ser el pueblo elegido de Dios. Los judíos pese a la adversidad, se
destacan en sus actividades individuales y colectivas, no intentan convencer a nadie de su verdad,
y no hacen proselitismo. Eso provoca envidia, demasiadas veces transformada en odio irracional.
El pueblo judío tiene un trauma psicológico que tal vez fue debidamente identificado y estudiado
por algún experto. Sin embargo, al no encontrarme al tanto de los conocimientos científicos en ese
campo, me atrevo a denominarlo como el “Síndrome de Auschwitz”, o el complejo de sentirse más
cómodo siendo la víctima que el verdugo. Hecho que es sagazmente utilizado por todo antisemita
para menoscabar los derechos legítimos de los judíos a su existencia, y particularmente a su
existencia en su territorio bíblico natural.
Es que ser víctima suena mejor que ser verdugo, y como los judeófobos saben aprovechar la
calificación de “ocupadores” que se dieron los mismos judíos, el mundo mira ahora a los israelís
como a los usurpadores, olvidando más de 3.000 años de historia escrita y arqueológica que dan
cuenta de su presencia originaria, inmanente, auténtica e indiscutible en esos páramos.
Los territorios de Israel fueron “recuperados” de los ingleses en 1948 en la guerra de la
independencia. Ni antes ni después, sino hasta 1967 se escuchó de la existencia de un pueblo
palestino, menos todavía de un estado. Los palestinos aparecieron entonces al mando del brutal
Yasser Arafat con sus correligionarios musulmanes, que fueron aliados de los nazis durante la
Segunda Guerra Mundial, y decidieron continuar con la exterminación de los judíos. El tiro les salió
por la culata militarmente, pero les favoreció políticamente. Les sirvió para adoptar
descaradamente el papel de víctimas, y enriquecerse groseramente.
La paz con los musulmanes no se dará jamás, a menos que estos cambien de religión y convicción
política, que para ellos es lo mismo. Israel no puede permitir un estado manejado por
fundamentalistas asesinos a metros de distancia de sus ciudades, y menos aún una Jerusalem
divida. Jerusalem es, fue y será la capital física y espiritual del pueblo judío hasta el final de los
tiempos, cualquier gobernante israelita que pretenda cambiar su status provocará una guerra civil.
Con las exigencias que quiere forzar Barack Hussein Obama sobre Israel, para doblegarlo a los
voraces apetitos islamistas, David tendrá que defenderse nuevamente de Goliat, pero después de
ganar la batalla, política o militar, convendrá meter a los invasores palestinos en cómodos buses,
indemnizarlos, y despacharlos a Aman, Riad, Abu Dabi, o adonde más les guste.
Israel debe derribar las mezquitas de Omar y Al Aksa construidas insultantemente sobre el Monte
del Templo por los agresivos e irreverentes musulmanes, y tiene que empezar a crear las
condiciones necesarias para edificar el Tercer Templo de Jerusalem en el lugar que el Rey
Salomón designó para tal fin.
www.josebrechner.com
Fuente Tel JAI

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