lunes, 10 de septiembre de 2012

Divagaciones desde la cama de un hospital

Cuando los pioneros del sionismo llegaron a estas tierras en las primeras décadas del siglo pasado. no traían muchas pertenencias, pero si, una gran alforja llena de ideas y conceptos que ayudaron a formar las bases del Estado. Las premisas socialistas eran su base. Tierra para judíos y todos al unísono dueños de ellas. Igualdades sociales totales. Igualdad de derechos y obligaciones. Defensa común. Trabajo mancomunado, etc. etc. Las mochilas eran tan pesadas que no podían sostenerla sobre sus hombros, así que la dejaron sobre la tierra y todos juntos arrastraron de ellas. Sabemos que los áridos suelos de Israel contienen muchas piedras y estas fueron rompiendo las mochilas. Por sus agujeros se escaparon muchos de esos ideales. Luego, ya en épocas más modernas, esos mismos principios fueron atacados por diversos "virusim cibernéticos" que fueron mellando más los principios fijados en las bases del sionismo. Estos se llamaban, economía en escala, globalización, empresas multinacionales, y muchos otros. Con el paso del tiempo llegamos a nuestros días con concepto totalmente distinto al original. De todas las bases de nuestro sionismo quedan solamente algunos recuerdos. Pero hay tres de ellos, que ya muy magullados y totalmente resquebrajados aun subsisten. Igualdad para la educación, igualdad para el tratamiento en el Ejército de Defensa e igualdad en la salud, A este último quiero referirme en esta nota. El pasado miércoles 29, estando el la Central de la Olei, comencé a sentir fuertes dolores en el vientre. Estos se agravaban minuto a minuto. Llegué a duras penas a mi automóvil y, ahora entiendo inconscientemente, conduje hasta mi casa. Al llegar trato de comunicarme con mi médico de familia, pero el mismo no atendía ese día de tarde. La secretaria me aconseja ir al moqued No bien llegar me atendieron presurosamente y me derivaron a un médico que me revisó y luego de poco más de un minuto me anunció lo que yo ya venía previendo. "Creo que es un caso de apendicitis. Se va directamente al heder miun de un hospital (sala de emergencias) y que lo revisen". No pasa otra vez por su casa a buscar nada, va directamente, subrayó. Llego al Hospital Belinson de Petak Tikva y luego de estacionar (hacía rato que no conducía yo) llego al lugar descripto pasando por andamios, hombres trabajando, maquinaria moviendo terreno y excavadoras, pero al cruzar la puerta me encuentro con un hermoso, limpio y ordenado corredor y carteles indicadores. Me hizo recordar, luego, a la época en donde los noticieros españoles mostraban la Mukata de Arafat, un lugar destruido, tapado con lonas y luego se llegaba a importantes salones y habitaciones donde los terroristas seguían viviendo a buen nivel. Análisis, revisiones, C.T. y en poco más de tres horas listo para el quirófano. Casi sin darme cuenta, a las tres de la madrugada estaba siendo intervenido. La coordinación perfecta. La atención no había podido ser mejor. Luego fui traslado a una habitación de reducidas dimensiones en la que estábamos siendo atendidos tres pacientes. Ya a la mañana pude determinar que el cuarto había sido diseñado para dos camas y que podía transformarse en un heder atum (refugio contra bombardeos). La estancia en el hospital se extendió a cinco días porque la simple apendicitis era algo más y al liberarme me enteré que llegó a peritonitis. La atención del grupo de trabajadores no podía haber sido mejor. Trato cordial, respetuoso y brindado con total cordialidad. Trabajaban juntos para un mismo objetivo, en forma mancomunada, judíos y árabes. Religiosos y laicos. Olim llegados de la antigua Unión Soviética, de Etiopía y Francia. Todo con una voluntad e igualdad dignos de subrayar. Durante esos interminables días sin nada que hacer puedo considerar como positivo lo agradable que me resultaba el trabajo en conjunto de esa gente. Pensaba en lo bien que manejaban sus relaciones. El trato entre ellos. Su confianza. Era gente trabajadora, de pueblo, con familias que con su trabajo ayudaban a sostener. Sin duda gente de Paz. Como ya he expresado en columnas anteriores. A nivel popular, la inmensa mayoría de la gente no desea la guerra. Daría mucho por poder vivir siempre así. Cada vez uno llega a convencerse que la paz entre pueblos es posible. Si los que decidirían las fronteras serían gente de pueblo, es bastante más probable que se hubiese llegado a acuerdos. El pueblo, de ambos lados no desea la muerte de gente que ni siquiera conoce. Si no se la educa con odio y con fanatismo religioso, ni tira piedras, ni tira botellas incendiarias, ni trata de destruir al prójimo. Pero existen políticos y líderes religiosos que se creen tocados por la barita mágica de creer que pueden disponer, a su libre albedrío de la vida de sus semejantes. Que miran desde arriba del altar o del púlpito y se creen superiores. Y lo único que tienen superior es su orgullo, su fanfarronería y su fanatismo. Pero volvamos al principio del relato. El país y sus ciudadanos deben sentirse orgullosos del SERVICIO DE SALUD, así con mayúsculas. Un ciudadano puede ser atendido en un hospital público, sin abonar ni un centavo ni estar adherido a ningún suplemento de su seguro de salud con total tranquilidad. Deseo subrayar, como ya hice en otras oportunidades, que la salud en Israel es de primerísimo nivel mundial y que en muchos países más poderosos que el nuestro, el ciudadano no cuenta con ninguna de esas ventajas. Un servicio que dignifica, que gratifica y que devuelve con creces los viejos ideales del sionismo social de nuestra idealización. Como anécdota especial quiero narrar que todos los días, a esos de las 10 de la mañana concurría una persona, cama por cama para preguntar que deseaba comer el paciente ofreciendo seis variantes distintos de posibilidades. (Guardo comprobantes de los mismos porque es de no creer). Mejor es estar sano, pero si uno tiene la desgracia de enfermarse mejor es estar en Israel.