Una vez más, la guerra en la frontera de Israel... Ahora no es en el Norte, como en
2006, cuando Hezbolá, un poder militarizado adentro de un débil Estado libanés, se
aburrió de tirar misiles hacia el otro lado y llegó al secuestro y la muerte,
obligando, finalmente, a la reacción militar del agredido. Hoy estamos en la
frontera Sur, la de Gaza , liberada por Israel en el 2005, cuando se pensó que la paz
podía alcanzarse comprándola con tierra y, al igual que en Sur del Líbano, retiró su
ejército. En esta ocasión no se trata de Hezbolá sino de Hamas, distintos pero
idénticos en el proclamado objetivo de la desaparición de Israel.
En su tiempo, Israel informó, reclamó, denunció. Nadie se molestó. Por supuesto, en
el Sur del país se vivía bajo el terror permanente y a cada rato había que
esconderse en refugios salvadores. Una vez y otra se advirtió, pero los muertos no
eran muchos y eran israelíes, o sea los más poderosos, los aliados de los EE.UU. Y,
naturalmente, nadie contestó.
Hasta que un día hubo que detener la agresión, o por lo menos20intentarlo, y los
mismos que callaban saltaron como resortes a clamar por la paz, a organizar
manifestaciones en todas las capitales por los pobres palestinos sitiados en Gaza,
que es -se dice- un "campo de concentración israelí".
Lo que no se dice es que si esas fueran las motivaciones israelíes, más sencillo
hubiera sido seguir ocupando militarmente Gaza. Lo que no se dice es que la mayoría
de esos palestinos viven del trabajo que encuentran en Israel, porque en su
territorio, sus enriquecidos correligionarios nunca se propusieron instalar hoteles
para turismo o establecimientos que dieran trabajo, expectativas de mejora, creando
así -a la vez- el clima de la paz. Merleau Ponty escribió hace años que la capacidad
de violencia revolucionaria está en función inversa de lo que se tenga para perder;
quien tiene algo, trata de no arriesgarlo, mientras que a quien nada posee todo le
da lo mismo. Lo que no se dice es que la mayoría de esos palestinos quiso encontrar
un camino pacífico votando una tendencia moderada para su gobierno, pero el
Presidente Mahmud Abbas fue acosado y prácticamente depuesto por la mayoría
circunstancial del movimiento Hamas, quien parte de la base de exigir la
desaparición de Israel.
Se habla de excesos. De respuestas desproporcionadas. La verdad es que la guerra
siempre es un exceso, siempre es una barbaridad, en el estricto sentido de la
palabra. ¿Qué es, entonces, una respuesta proporcionada? ¿T
irar 3 mil misiles hacia el otro lado con una eficacia mayor y allí sí matar
indiscriminadamente? ¿Cuántos muertos hay que esperar para justificar una reacción?
Todo esto quienes primero lo saben son los Estados árabes responsables. Lo tiene
claro Egipto, que cierra a cal y canto su frontera con Gaza. Lo tienen bien asumido
Jordanía y Arabia Saudita, acusados de complicidad o cobardía por los movimientos
radicales, que también operan en contra de su institucionalidad, pretendiendo
desplazarlos hacia el sendero ciego del fanatismo y la violencia.
En el fondo, digámoslo con todas las letras, lo sabemos todos. Pero hay quienes
creen que sólo se puede posar de "izquierda" si se está contra Israel, porque es el
aliado de los EE.UU. en el difícil equilibrio de esa región; que sólo se puede
invocar humanismo clamando por una paz que justamente han quebrado quienes aparecen
como víctimas circunstanciales de una tormenta que ellos mismos desataron para
justificar su propio radicalismo.
Todos los esfuerzos por la paz, naturalmente, son bienvenidos. Pero ninguno tiene
el menor sentido si no es sobre la base de que Hamas deponga su objetivo de la
desaparición de Israel. Quien de buena fe actúe, primero que intente arrancarle
algún compromiso a quienes cierran toda hipótesis de diálogo. ¿Qué diálogo puede
haber si una de las partes proclama la desaparición de la otra?
En el fondo, la generalidad reconoce, aunque no lo diga, que esta es la misma guerra
de hace 60 años, cuando en 1948 las Naciones Unidas crearon dos Estados, uno judío y
otro árabe, que entonces no fue aceptado por quienes decían defender la causa
palestina. Si en aquel momento, se hubiera creado este Estado, ¡cuánta sangre se
habría ahorrado! La circunstancia de fondo permanece: quienes sustentan la
desaparición de Israel, al punto de que cuando algún movimiento cambia su parecer
para una línea constructiva, de inmediato es jaqueado por otro radical que le
aparece a su costado. Así viene ocurriendo desde la OLP y Arafat, que nació como
terrorista y murió como dialoguista. Mientras no se cambien los textos en las
escuelas y las prédicas en los templos, sembrando el odio contra el pueblo judío,
siempre aparecerá alguien más fanático para continuar este largo conflicto, que ha
provocado ocho guerras convencionales y por lo menos dos Intifadas.
Por cierto, los muertos duelen, sean de quien sean. Por supuesto, el ejército
israelí, como todos los ejércitos en combate, seguramente comete excesos. Pero no un
genocidio.Julio Maria Sanguinetti
Fuente: Elpais.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.