miércoles, 29 de septiembre de 2010

Mensaje XXV - Rab Isaac Ruben Yacar‏

20 de Tishri de 5771

28 de Septiembre de 2010

Perasha Bereshit

Encendido de las Nerot de Iom Tov, día Miércoles 29 de Septiembre: 18:44



¿UN CODIGO LEGAL O UN LIBRO DE CUENTOS?



Dijo Rabí Itzjak: No debió comenzar la Torá sino con –el versículo- “Este mes será para Uds. cabeza de todos los meses”, pues el mismo enuncia el primer precepto encomendado al pueblo de Israel –Rosh Hodesh- (ver Rash”i Bereshit 1,1).

Aparentemente, la pregunta de Rabí Itzjak surge de un principio rector: La Torá es un código judicial. Siendo así, los relatos del libro de Bereshit como la reseña de la creación del mundo, el Gan Eden, la disputa de Cain y Ebel, el diluvio universal, la Torre de Babel, los episodios con los patriarcas Abraham, Itzjak y Ya´acob, los sucesos de Yosef e incluso el comienzo del libro de Shemot que describe la llegada –de la familia de Ya´acob- a Egipto, el duro sometimiento a la esclavitud y por último la salida a la libertad, no son relevantes en el marco de una recopilación de preceptos que realiza la Torá. Así como no hallamos en la constitución del Estado de Israel relatos inherentes a las distintas emigraciones, a los pioneros del Estado o a la misma guerra de la independencia, aún cuando estos constituyen las bases mismas del Estado de Israel y de su constitución.

Rabí Itzjak nos sugiere dirigirnos al libro de Shemot, al lugar donde aparece por primera vez un precepto colectivo al pueblo judío, la orden de santificar cada mes.

Este concepto de Rabí Itzjak coloca en el centro de la cuestión una pregunta fundamental: Qué es religión, en general y qué es la religión judía en particular?

Podemos asumir que una religión es un compendio de leyes que dictan determinada forma de vida, una actitud mental y todo lo demás es simplemente un aditivo estético?

O quizás la cultura no es necesariamente un compendio de leyes, sino también una tradición, relatos y parábolas?

De acuerdo a esta última acepción, está claro que el relato de la expulsión del hombre del Gan Eden nos enseña un principio de suma importancia en relación a los preceptos y su incumplimiento. El episodio del diluvio nos habla de ética social. La torre de Babel no muestra los peligros de la soberbia, a la que puede sucumbir una cultura tecnológicamente exitosa. Los sucesos del patriarca Abraham nos hablan de la verdadera fidelidad hacia la tierra de Israel. Con Yosef y sus hermanos, el versículo nos transmite un mensaje de valores familiares, y así sucesivamente.

La Torá de Israel, con toda su literatura, que incluye un desarrollo legal junto a una rica descripción de sucesos, nos enseña que una personalidad íntegra es aquella que define sus límites de acuerdo a una estructura legal, sin embargo, posee asimismo una tradición de relatos que le confieren valores a su existencia. Una nación completa es aquella que insufla dentro de su marco legal, un espíritu rector que posibilita una contención ilimitada, incluso para situaciones a las que la estructura legal no posee respuesta.

Creemos que es posible ampliar los comentarios sobre este principio que aparece tras la pregunta de Rabí Itzjak. Pero ahora trataremos de echar luz a la expresión “encomendados al pueblo de Israel”, que aparece en las palabras de R. Itzjak.

De acuerdo a esta acepción, podemos afirmar que el principio de R. Itzjak nos indica que la Torá esta destinada al pueblo de Israel, y en función de ello, debería comenzar desde el punto inicial en el que el pueblo de Israel se constituye en pueblo delante del Eterno. Esto ocurre exclusivamente en ese primer momento en el que, previo a la salida de Egipto, se le encomienda al pueblo todo la observancia de santificar el mes. Los relatos de la creación, el Gan Eden, el diluvio, la torre de Babel y otros, se relacionan con el mundo todo. Abraham, aún cuando era el padre de Itzjak, era también el padre de Ishmael, Itzjak fue padre de Ya´acob pero también de Esav, Incluso los episodios de Yosef y sus hermanos son atribuibles a la familia de Ya´acob, no a la generalidad del pueblo de Israel.

Esta interpretación nos trae a colación la tensión entre Israel y las demás naciones, entre el nacionalismo y el universalismo. Acaso el pueblo de Israel, que se halla absorto en si mismo, como afirma el versículo: Es un pueblo que habita solo, no necesita interesarse en la historia universal y en los sucesos que ocurren fuera de su marco existencial? O acaso debe mantener relación aún con la historia universal?

Desde esta perspectiva, el comienzo de la Torá y los relatos de la creación original generan un fantástico equilibrio entre el pueblo de Israel y el mundo exterior. Entre la realidad de que el pueblo judío pertenece al conjunto de pueblos de este mundo y la afirmación de que es un pueblo que habita solo.

La interacción entre el pueblo de Israel y los demás pueblos no es inaceptable según la Torá. Ello mismo hallamos subliminalmente en los relatos de Bereshit que nos materializan esta interacción. Sin embargo, esta interacción no debe desvirtuar la diferencia entre el pueblo de Israel y los demás pueblos, no debe atentar contra la identidad del pueblo hebreo, su herencia y su tradición.

Dentro de esta composición que crean las leyes y lo espiritual, los fueros y la tradición, el nacionalismo y el universalismo, lo cosmopolita y lo exclusivo, surge la declaración de nuestra Torá que nos dice: En el principio creó D-os los cielos y la tierra.





Rab Isaac Ruben Yacar.

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