domingo, 26 de septiembre de 2010

Venezuela y los judíos‏

Venezuela y los judíos
La relación entre el régimen de Hugo Chávez y los judíos se ha tornado actual en estos días como consecuencia de un encuentro, que tuvo lugar la víspera de Iom Kipur, entre el gobernante venezolano y una delegación de la comunidad judía de su país. El tema viene ocupando la atención pública desde hace bastante tiempo y en él se destacan dos aspectos principales: la intensificación de la preocupación de los judíos venezolanos por su propia seguridad y bienestar y el empeoramiento de las relaciones entre Venezuela e Israel, traducido en especial en la ruptura de relaciones decidida por el jefe del gobierno caraqueño. Es difícil pensar que ambos aspectos no están vinculados y ambos fueron planteados, según se informa, en la reunión, que parece haberse desarrollado en términos amables o cordiales.

Así, por lo menos, lo ha sostenido Chávez en un mensaje que envió a la presidenta de la Argentina, Cristina Kirchner, mensaje en el que califica al encuentro como muy bueno. Esta comunicación, en la que Chávez agradece a Kirchner su ayuda, parecería indicar que la presidenta argentina podría haber desempeñado algún papel en la concertación de la entrevista, tema que en sí mismo está llamado a provocar interés.

El gobierno del colorido y locuaz líder venezolano se ha ganado un lugar muy especial en el panorama variado de actitudes gubernamentales frente a los judíos. Fuera de los países directamente enfrentados con Israel, Venezuela es el país que más sobresale por una posición anti israelí vitriólica y agresiva, uno de cuyos puntos culminantes fue la ruptura de relaciones diplomáticas, pero que incorpora también un alineamiento categórico con todos los factores que actúan hoy contra Israel. Es muy posible que para Chávez ello sea necesario como parte integrante de una línea anti norteamericana militante y un intento de ubicar a Venezuela en un frente internacional que demanda atacar a Israel, ciertamente en consonancia con lo que podría describirse como orientación pro irania.

Pero más allá de su incorporación al frente anti occidental y anti israelí, el gobierno de Chávez ha llevado una política que ha causado desasosiego en la colectividad judía venezolana, una buena parte de la cual ha emigrado últimamente.

El gobierno caraqueño ha hostigado también a las instituciones judías locales y a todas luces prohíja y estimula una maliciosa prédica anti judía. Todo eso fue denunciado por la colectividad local, entidades judías activas en la arena internacional y también por Israel y el movimiento sionista.

Es muy posible que en todo esto al régimen de Caracas se le haya ido la mano en una medida que causa incomodidad y preocupación en todo el continente latinoamericano y esto podría explicar el rol de la presidenta argentina en la promoción del encuentro, si es cierto que hubo tal rol.

Un gobierno antisemita no puede ser popular en la América Latina, ciertamente entre aquellos países del Continente que quieren mantener una posición internacional más o menos equilibrada.

También es posible, desde luego, que el propio Chávez haya llegado al convencimiento de que debe corregir su conducta, por lo menos en cuanto a la relación con los judíos venezolanos se refiere. El precio de ser tildado, con razón, de antisemita es demasiado alto si tiene que pagarlo para continuar el romance con Ahmadineyad.

Sea como fuere, si lo que el presidente venezolano tiene en mente es un mejoramiento de la relación con la comunidad local a la vez que continúa su política hostil contra Israel tendrá que convencerse pronto que ello es imposible.

Los voceros de la comunidad judía venezolana lo han indicado claramente al centrar su posición en la entrevista en ambos aspectos, el local y el israelí. La experiencia mundial es que no es fácil separar entre ambas cosas y, por regla general, un régimen que se alinea contra Israel acompaña esta postura con el fomento o tolerancia de actividades y expresiones antijudías y, viceversa, actitudes anti judías de carácter local son seguidas por políticas anti israelíes.

Chávez tendrá también que convencerse de que, en el siglo XXI, ningún gobierno puede actuar contra su comunidad judía, o tolerar acciones contra la misma, sin que ello acarree un enfrentamiento con la comunidad judía internacional. En el caso del actual régimen venezolano nadie puede argüir que puede haber antisemitismo en Venezuela contra la voluntad de su gobierno. Este argumento, que a menudo se usa para justificar pasividad o inacción oficial contra los perpetradores de actos antisemitas, no puede usarse en el caso que comentamos.

Antisemitismo en Venezuela significa necesariamente responsabilidad, o por lo menos complicidad del régimen.

Es de confiar que realmente haya habido un encuentro exitoso entre el líder venezolano y la delegación comunitaria. A nadie, excepto a los antisemitas y a los enemigos de Israel, puede interesarle que la disminuida pero importante colectividad de Venezuela esté en malos términos con el legítimo gobierno del país. Es de presumir que también a ese gobierno, que querrá ser reelegido, le interesa no aparecer ante el mundo como un régimen racista, en su burda expresión antisemita.

Chávez también debe comprender que ninguna colectividad judía puede ser insensible al efecto antisemita que habitualmente es parte de toda actitud anti israelí. Se puede criticar tal o cual acto político del gobierno de Israel; no es posible asociarse a Ahmadineyad y pretender estar en buenos términos con los judíos.



Autor: Natan Lerner

http://www.aurora-israel.co.il/articulos/israel/Opinion/31898/

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