lunes, 27 de septiembre de 2010
La guerra contra Irán ha comenzado
Aunque Teherán no lo admita, lo que afectó a sus servidores industriales, incluidos los nucleares, fue un ataque informático en toda la regla. Lo afirma un analista especializado que describe cómo se gestó esta ofensiva cibernética
Crédito foto: AP
La guerra ha sido realmente declarada por los estadounidenses y los israelíes, pero no la guerra como se la entiende habitualmente con su cortejo de bombas y muertos, con sangre y lágrimas, sino a golpe de virus informáticos. La enfermedad se extiende entonces sin dejar cadáveres humanos. Mahmud Alyaee, secretario general de los servidores informáticos industriales de Irán, incluidos los que sirven para el control de las instalaciones nucleares, confirmó el 25 de septiembre que 30.000 computadoras instaladas en complejos industriales fueron infectadas con el virus Stuxnet al punto de volverlas inoperantes.
El virus Stuxnet
Informaciones provenientes de los servicios de inteligencia revelan que la guerra cibernética clandestina fue lanzada contra Irán por los Estados Unidos con ayuda de unidades de elite israelíes, expertas en guerra informática. El virus Stuxnet es considerado como el más destructor de su generación porque ataca los grandes complejos industriales y los servidores informáticos. No se trata de un virus cualquiera, con las PC familiares como blanco, sino de un virus concebido por Estados con alta tecnología y que administran presupuestos acordes con ello. El dedo apuntó entonces hacia los dos únicos países que disponen de medios humanos y de especialistas militares capaces de realizar un proyecto de esta envergadura: Israel y los Estados Unidos.
La originalidad de este virus radica en su capacidad para atacar los fundamentos de los sistemas industriales construidos por la alemana Siemens y de organizar luego la transferencia de los datos pirateados en las computadores hacia el exterior. El jefe del departamento de guerra cibernética en el Pentágono, el vicealmirante Bernard McCullough, afirmó que el Stuxnet tenía capacidades técnicas nunca antes alcanzadas. Se dirigió a la comisión de las fuerzas armadas del Congreso estadounidense para anunciarles que este virus era el más sofisticado que había conocido.
Los iraníes confirmaron que el ataque a sus sistemas por este virus había sido lanzado hace dos meses pero que sus expertos informáticos se vieron en la imposibilidad de detectarlo, destruirlo o, al menos, de minimizar sus efectos. Las funcionalidades de Stuxnet le permiten en efecto modificar totalmente el entorno informático de un sistema y tomar el control técnico de los sistemas automáticos.
Alta tecnología
La gestación de estos productos de alta tecnicidad no está al alcance de cualquiera puesto que, además de requerir fondos de desarrollo muy importantes, se necesita la colaboración de equipos técnicos consolidados, con un trabajo conjunto de varios años. El Ejército de defensa de Israel, Tsahal, aporta una contribución decisiva a la seguridad de la información a través de sus centros de investigación organizados en espacios cooperativos. La tecnología nace y se desarrolla en el seno de sus unidades especiales y secretas: Mamram o unidad 8200.
Estos centros militares son el vivero de varias centenas de expertos que luego se distribuyen en la Silicon Valley israelí guardando un contacto permanente con el ejército gracias a los períodos militares obligatorios. La selección de los futuros genios es realizada bien temprano en el ciclo escolar israelí puesto que desde los 10 años, algunos alumnos ya son seleccionados y orientados hacia los liceos tecnológicos que los convertirán en "animales informáticos". Los jóvenes postulantes son detectados por institutores y guiados desde muy jóvenes por la universidad antes de ser movilizados en esas unidas militares especiales.
Su mente es formada desde la juventud para futuras misiones difíciles de destrucción de la tecnología enemiga. Fuentes de los servicios de inteligencia precisan que algunos de estos expertos jugaron un rol fundamental en la destrucción, el 6 de septiembre de 2007, del reactor de plutonio que Corea del Norte construía en A-Zur, al norte de Siria.
La admisión del funcionario iraní tiende a demostrar el fracaso técnico de los ingenieros de ese país que no han logrado interrumpir la transferencia de datos críticos desde Teherán hacia los servicios de información estadounidense e israelí. Los ayatolás están persuadidos de que las informaciones confidenciales que llegaban hasta esos servicios eran obtenidas a través de la colaboración de agentes dobles y en consecuencia lanzaron una caza de brujas en todo el país. Informaciones concordantes habían dado cuenta ya de una guerra abierta entre los servicios iraníes cercanos al presidente Ahmadinejad y los que son fieles al guía supremo Khamenei que se acusan mutuamente de espionaje y que han causado violentos enfrentamientos el 23 de agosto en pleno Teherán.
Acción estadounidense-israelí
En ocasión de su anterior viaje a Washington, el primer ministro Benjamin Netanyahu había dado la impresión de ceder, a cambio del apoyo de Barack Obama en su lucha contra el programa nuclear iraní. De hecho, había obtenido antes la garantía del presidente estadounidense de que serían votadas sanciones financieras contra Irán para dificultarle la obtención de recursos. Pero por otra parte habían convenido, juntos, el proceso secreto de la guerra cibernética a fin de paralizar las instalaciones nucleares iraníes. Esas decisiones llevaron al primer ministro israelí a aceptar el principio de las negociaciones con los palestinos.
El virus tenía por objetivo atacar la infraestructura nuclear iraní de la central de Busher, activada en agosto, así como las centrifugadoras de Natanz. La AIEA confirmó que había constatado un neto desaceleramiento en el proceso de enriquecimiento del uranio debido a problemas técnicos indeterminados, no resueltos aún, que implicaron la salida de funcionamiento de 3.000 centrifugadoras. La guerra con Irán ha empezado.
Jacques Benillouche es autor del blog Temps et contretemps
FUENTE: Temps et contretemps
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