Charles Krathaummer
Las perspectivas son pesimistas, pero el proceso es acertado. La administración Obama debe ser elogiada por estructurar correctamente la ronda más reciente de conversaciones en Oriente Próximo. Por fin dejamos atrás acuerdos interinos, el más lamentable de los cuales fueron los acuerdos de Oslo de 1993.
La lógica decía por entonces que las cuestiones tan complicadas sólo podrían abordarse paso a paso esperando que las cosas se volvieran más fáciles a lo largo del tiempo. En la práctica, se complicaron. Israel realizaba concesiones tangibles -- incorporando a Yaser Arafat para administrar Cisjordania y Gaza -- a cambio de las cuales Israel recibía crecientes amenazas, incitación constante y por último una guerra de terror a gran escala que se cobró la vida de más de 1000 israelíes inocentes.
Entre las víctimas se contó el movimiento pacifista israelí y sus ilusiones de aceptación palestina de Israel. La izquierda israelí, atacada por la realidad, está ya moribunda. Y la derecha israelí está escarmentada. Ningún jugador serio cree poder conservar indefinidamente Cisjordania.
Esto ha dado pie a un fenómeno único en Israel -- un consenso nacional amplio favorable a ceder casi toda Cisjordania a cambio de la paz. El momento es doblemente extraordinario porque el único caballero que puede cerrar un acuerdo así es el Primer Ministro del Likud Binyamin Netanyahu -- y él está dispuesto a hacerlo.
De ahí la inteligencia de la forma en que la administración Obama ha concebido las próximas conversaciones: Nada de acuerdos interinos, nada de compromisos parciales. No hay concesiones mutuas que se puedan hacer por separado dentro de las grandes cuestiones -- territorio, seguridad, Jerusalén, el supuesto derecho de retorno -- para llegar a un acuerdo. Las concesiones deben ser entre estas cuestiones -- si Israel abandona así su sueño de un Jerusalén unificado, por ejemplo, los palestinos a su vez renuncian a su sueño del derecho de retorno.
Más importante es la directriz dada a conocer por el negociador estadounidense de paz George Mitchell: Lo que se discute es un acuerdo definitivo que ponga fin al conflicto. Lo que significa nada de reclamaciones posteriores. Fin del conflicto.
¿Qué se interpone en el camino? ¿Los asentamientos israelíes? El Ministro de Exteriores Avigdor Lieberman, uno de los políticos más nacionalistas de Israel, reside en un asentamiento y ha dicho abiertamente que para alcanzar la paz, su familia y él abandonarían su residencia. ¿Qué hay de los colonos religiosos? ¿No se resistirían ellos? Algunos lo intentaron durante la retirada de Gaza, subiéndose a los tejados de las sinagogas. ¿Qué pasó? Soldados judíos los bajaron y se los llevaron. Si a Israel se le ofrece paz tangible, los soldados volverán a hacer eso.
El obstáculo hoy, igual que siempre, es la negativa de los palestinos a aceptar un estado judío. Esa ha sido la cuestión nuclear del conflicto desde 1947 hasta Camp David 2000, cuando Arafat rechazó la oferta de paz de Israel extraordinariamente generosa, no hizo ninguna contraoferta, y lanzó una guerra de terror (la Segunda Intifada) dos meses más tarde.
Una paz definitiva iba a alcanzarse allí. Hoy sigue sobre la mesa. Desafortunadamente, no hay más muestras hoy de algún deseo de los palestinos por la paz definitiva de las que había en Camp David. Incluso si Mahmoud Abbás quiere un acuerdo así (dudoso, pero posible), simplemente carece de la autoridad. Para aceptar un estado judío, Abbás tiene que tener el respaldo de cierto consenso nacional. Ni siquiera tiene un consenso parcial. Hamás, que existe para destruir a Israel, controla parte de Palestina (Gaza) y es un poderoso rival del Fatah de Abbás hasta en su terreno de Cisjordania.
En la práctica, esta semana Abbás declaraba abiertamente a al-Quds, el principal rotativo palestino, "No vamos a reconocer a Israel como estado judío". Bonita forma de poner los medios para que las cosas salgan bien.
¿Qué hará Abbás? Incapaz y/ o reacio a hacer la paz, explotará el error táctico del Presidente Obama, la moratoria de los asentamientos impuesta a Israel a pesar del hecho de que las negociaciones palestino israelíes se habían desenvuelto sin tal precondición durante los 16 años previos. Abbás abandona las negociaciones si la moratoria no se prolonga el 26 de septiembre. No hace falta ser clarividente para ver lo que se prepara. Abbás ya ha anunciado lo que va a hacer.
Eso soluciona todos los problemas de Abbás. Se evita la firma de un acuerdo final, se defiende de Hamás y se convierte a Israel en el chivo expiatorio.
La jugada triple. ¿Por qué no marcharse? El mundo, que ya condena a Israel hasta por autodefensa, estará totalmente dispuesto a culpar a Israel del fracaso de las negociaciones. Y está la creciente presión favorable a crear un estado palestino incluso si las conversaciones fracasan -- es decir, incluso si los palestinos no hacen absolutamente ninguna concesión. ¿Así que por qué hacer alguna?
Las conversaciones están bien diseñadas. Por desgracia, Abbás sabe perfectamente cómo dinamitarlas.
Fuente: The Washington Post
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