jueves, 16 de septiembre de 2010

Víctimas del camino a 'la paz'


Jeff Jacoby

Talia e Yitzhak Ames se conocieron siendo estudiantes de la Universidad de Moscú, cuando hacían cola un día para matricularse en sus cursos. Se casaron en 1985, y tenían dos hijos para el momento en que emigraron a Israel en 1991. Cuatro hijos más siguieron en los 19 años siguientes, y Talia estaba en el noveno mes de gestación de su séptimo hijo cuando Yitzhak y ella fueron asesinados por terroristas palestinos la pasada semana.

Los asesinos les tendieron una emboscada mientras volvían a casa la noche del martes, camino del sur por la 60 hacía Beit Haggai, en las inmediaciones del Monte Hebrón. Con Talia e Yitzhak dentro del vehículo cuando los asesinos abrieron fuego, se encontraban otros dos residentes de Beit Haggai: Avishai Schindler, estudiante de yeshiva recién casado, y Kochava Even-Haim, profesora de la facultad de enfermería y madre de una hija de ocho años. El marido de Kochava y voluntario del servicio de urgencias, Maimon, fue uno de los primeros en acudir al escenario del crimen, desconocedor de que se iba a encontrar a su mujer entre los muertos. Todas las víctimas fueron alcanzadas repetidamente a bocajarro, y el vehículo estaba cosido a balazos.

Hamás, una organización terrorista cuyos estatutos fundacionales exigen el asesinato de los judíos, reivindicaba puntualmente la autoría de la masacre, describiéndola como "parte de las operaciones de represión contra los ataques de la ocupación en Cisjordania y la Franja de Gaza". En la Gaza bajo control de Hamás, el baño de sangre era celebrado; la información era emitida desde altavoces y se producía un desfile "de la victoria" en el campamento de refugiados de Jebaliya. La Autoridad Palestina, encabezada por Mahmoud Abbás, de Fatah, difundía una tibia declaración de condena de la "operación" de Hamás -- no porque la masacre de inocentes sea una atrocidad brutal, sino simplemente porque por motivos tácticos "perjudica los intereses palestinos" al dificultar que "la cúpula palestina coseche el apoyo internacional".

Los crímenes de la autopista 60 tenían lugar mientras el Primer Ministro de Israel Benjamin Netanyahu viajaba a Washington para celebrar una nueva ronda de negociaciones con la Autoridad Palestina. Cuando supo la noticia del baño de sangre, pudo haber cancelado las conversaciones y vuelto a casa inmediatamente para asistir a los funerales de las víctimas y centrarse en restaurar la seguridad. Pero se negó a alterar su itinerario. "Estamos comprometidos con la paz", decía su portavoz. Su postura no cambió ni siquiera después de un segundo ataque en la misma autopista la noche del miércoles, cuando terroristas abrieron fuego contra un vehículo israelí, hiriendo de gravedad a un rabino y su esposa.

Un mito tenaz del conflicto árabe-israelí es que los terroristas palestinos asesinan a judíos con el fin de "alterar el proceso de paz", y que la mejor respuesta al terrorismo es perseverar con las negociaciones. Ésa explicación a la carnicería de la semana pasada era repetida desde todas partes, desde la Casa Blanca ("Este brutal ataque destaca lo lejos que van a ir los enemigos de la paz para intentar bloquear el progreso") a la secretario de la oposición en Israel Tzipi Livni ([los terroristas] "tenían un móvil político frío: impedir el proceso de paz", pasando por los medios internacionales.


Pero lejos de oponerse al "proceso de paz" concebido para sacar a Israel concesiones, repliegues y exposiciones al riesgo aún más graves, los terroristas -- tanto los afiliados a Hamás como los de Fatah -- pretenden acelerarlo. Las dos facciones palestinas pueden estar en guerra entre sí, pero siempre han cerrado filas a la hora de rechazar la existencia de Israel como el estado soberano del pueblo judío. Mientras se nieguen a abandonar esa postura, la paz entre israelíes y palestinos es imposible.

Pero en lugar de decirlo directamente, los líderes israelíes siguen insistiendo en que la diplomacia puede poner fin al conflicto, y que están dispuestos a hacer grandes sacrificios por la paz. Fue política de Israel en tiempos no negociar nunca con terroristas, y buscar la paz a través de la disuasión y la paciencia y la fuerza. Pero con la llegada de los Acuerdos de Oslo, la disuasión cedió paso al apaciguamiento, las negociaciones y el deseo de paz a cualquier precio. Tanto para Fatah como para Hamás, esa desesperación ha hecho parecer débil al estado judío -- y vulnerable a más presiones. En una encuesta de opinión dada a conocer la pasada semana, el 55% de los palestinos suscribe la violencia contra Israel como "esencial" o "deseable", mientras que menos del 14% la considera "inaceptable". "La búsqueda misma de paz por parte de Israel", escribe la periodista Evelyn Gordon en Commentary a principios de este año, "ha incitado a sus enemigos a ir a la yugular".

Netanyahu debió haber abandonado la mesa de negociaciones tras la carnicería de la pasada semana. En lugar de eso, declaraba solemnemente a Abbás "mi socio de paz" y reafirmaba su compromiso con las negociaciones. Cuando esas negociaciones fracasen, como fracasarán inevitablemente, la culpa del atolladero recaerá sobre la insuficiencia de las concesiones de Israel. Eso enfurecerá más a sus enemigos, algunos de los cuales recurrirán al terror.

Y así es como funciona el proceso de paz. Las víctimas de la autopista 60 son solamente las más recientes de los "sacrificios por la paz" de Israel. Es probable que no sean las últimas.


Fuente: Diario de America

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