Se conocieron en Hamburgo, Alemania, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial.
Siendo pobre, él vio en la carrera diplomática una manera de conocer el mundo. En 1934 concursó en Itamaraty y fue cónsul adjunto en Alemania.
Ella, paranaense, luego de su separación matrimonial fue a vivir con una tía a Alemania. Como dominaba alemán, inglés y francés, le fue fácil conseguir un nombramiento para el consulado brasileño de Hamburgo donde fue la encargada de la sección de visas.
En 1938 entró en vigencia en el Brasil la célebre circular secreta 1.127 que restringía la entrada de judíos al país. Y fue ahí que se revela el corazón humanitario de Aracy. Resolvió ignorar la circular que prohibía la concesión de visas a judíos. Por su cuenta y riesgo, en abierta rebelión ante las órdenes de Itamaraty, continuó con llenando las visas a judíos y las iba colocando entre pilas de papeles a ser firmados por el Cónsul General en Hamburgo. ¿Cuántas vidas habrá salvado de las garras nazis? ¿Cuántos descendientes de esos judíos andarán por nuestro país en la actualidad sin saber que le deben su vida a esa extraordinaria mujer?
Su futuro segundo marido, João Guimarães Rosa, era cónsul adjunto y no era el responsable por las visas. Pero sabía lo que ella estaba haciendo. Y la apoyaba.
En Israel, el Museo del Holocausto tiene una placa en homenaje a esta excepcional brasileña. Está en el bosque que honra los nombres de los Justos entre las Naciones. El suyo está entre los 18 diplomáticos que ayudaron a salvar judíos durante la Segunda Guerra. Aracy de Carvalho Guimarães Rosa es la única mujer.
Pero su determinación, su coraje no se detuvieron ahí. Ya en el Brasil, bajo la vigencia del infausto AI 5, en una reunión de intelectuales y artistas, oyó que un compositor estaba siendo buscado por la dictadura militar. En aquel 1968, escondió durante dos meses al cantor y compositor Geraldo Vandré que logró huir luego a un país vecino sin ser molestado. Lo alojó en el escritorio de su departamento, en el mismo lugar en el que su marido João Guimarães Rosa, escribiera tanta historia de coronel y jagunço. Durante aquellos días, el protegido observaba desde la ventana los movimientos frenéticos del ejército en el cuartel del Fuerte de Copacabana.
Reservada, Aracy, enviudó en 1967 sin volverse a casar otra vez. Prefirió no vivir de la gloria de haber sido la esposa de uno de los mayores escritores de todos los tiempos. En verdad, tenía sus propias realizaciones para celebrar.
Hoy, a los 99 años, poco recuerda de aquel pasado lleno de coraje, aventura, determinación, romance, literatura y solidaridad. Su historia, sus hechos, merecen ser leídos por todos, enseñados en las escuelas. Nuestros niños, los ciudadanos del Brasil, necesitan de tales modelos para los días que vivimos. Su marido la inmortalizó en su obra “Grande sertão: veredas”.
Aracy desafió al nazismo, al estado novo de Getúlio Vargas y a la dictadura militar de los años 60.
Una mujer que merece nuestros homenajes.
Una brasileña de valor.
Una verdadera ciudadana del mundo.
CIRCULA EN INTERNET
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