domingo, 20 de marzo de 2011

No es terrorismo, es un «trágico acontecimiento»


Por Mark Steyn
Según la máxima más conocida de Bismarck en relación a la región más problemática de Europa, los Balcanes no valen los huesos de un soldado raso de Pomerainia. A los estadounidenses se les puede perdonar albergar opiniones parecidas tras el asesinato de dos pilotos estadounidenses en Alemania a manos de un musulmán kosovar.
¿Se acuerda de Kosovo? Yo tampoco. Pero en su época fue lo más, una intervención iniciada por Bill Clinton como consecuencia de sus problemas con Mónica: Haz la guerra, no el amor, como aconsejaban los sesenteros. Eso hizo Clinton -- y sin ninguna molesta resolución de las Naciones Unidas, ni siquiera la pretensión de solicitarla. En su lugar, él y Tony Blair y hasta Jacques Chirac gritaron simplemente "¡Bombas fuera!" y se quedaron tan anchos. Y a la izquierda no le importó un pimiento -- porque, para una nación occidental moderna, la guerra sólo es legítima si no se tiene ningún interés nacional concebible en cualquier conflicto que emprendas. A diferencia de Irak y toda la presunta "sangre por petróleo", en Kosovo nadie se acuerda del motivo de que interviniéramos, de cuál era la maldita idea de hacerlo, o de la parte de la que estaban los buenos. (Respuesta: de ninguna). La excusa principal promovida por Clinton y Blair era que no había ninguna razón. A esto lo llamaron "intervencionismo progresista", que se reduce a: el hecho de que no tengamos ningún motivo para intervenir justifica que intervengamos.
Unas décadas más tarde, Kosovo es una suerte de estado soberano, y en Frankfurt un joven empleado del aeropuerto está tan agradecido por lo que hizo Estados Unidos a su pueblo que abate a dos empleados estadounidenses de uniforme al grito de "¡Aláhu ajbar!" El espectador sobrepasado por los acontecimientos que ocupa el puesto de presidente de los Estados Unidos, ofreciendo lo que él llama "unas palabras acerca del trágico acontecimiento que tuvo lugar", anunciaba que estaba "entristecido", y expresaba su "gratitud por el servicio prestado por aquellos que cayeron" y que no va a escatimar "ningún esfuerzo" a la hora de "trabajar con las autoridades alemanas" pero que ello es "un crudo recordatorio" de los "extraordinarios sacrificios que están haciendo nuestros hombres y mujeres de uniforme... "
La pasividad de estas observaciones es muy reveladora. Los hombres y las mujeres "de uniforme" (cosa que no está claro que llevaran puesto siquiera estos pilotos) comprenden que se les pueden pedir "extraordinarios sacrificios" en batalla. No esperan "caer" en la parada del autobús a manos de un empleado civil de una terminal aeroportuaria de pasajeros de una nación aliada. Pero es que a mí no me parece que sus camaradas esperasen "caer" a manos de un Comandante de Fort Hood, por citar el "trágico suceso" más reciente que "tuvo lugar" -- que parece ser el eufemismo predilecto del presidente para referirse a un tipo que abre fuego al grito de "¡Aláhu ajbar!" Pero relájese, lo más probable es que este amigo de Frankfurt fuera "un independiente" (como el Senador Chuck Schumer describía al terrorista de Times Square) o un "extremista aislado" (como describía el presidente al terrorista de la ropa blanca en Navidades). Ahora hay tantos de estos "independientes" y "extremistas aislados" que puntualmente se preguntará si no se habrán unido todos y habrán formado el Sindicato Federado de Independientes y Extremistas Aislados, pero no se preocupe al respecto: Como cualquier funcionario de Interior le puede decir, "Aláhu Ajbar" significa "No pasa nada, hombre" en árabe.
La segunda máxima más conocida de Bismarck acerca de la región es que los Balcanes empiezan en los suburbios de Viena. La capital del imperio Habsburgo fue una "sociedad multicultural" variable en la que proliferaban los antiguos agravios de muchas poblaciones diferentes. Hoy, el mundo musulmán empieza a las afueras de Frankfurt. Esos pilotos estadounidenses fueron abatidos por Arid Uka, cuyos padres musulmanes albaneses emigraron procedentes de Kosovo hace décadas. El joven Arid nació y creció en Alemania. Es un ciudadano alemán que tiene el pasaporte alemán. Según la teoría multicultural, es igual de alemán que cualquier Fritz, Helmut o Hans. Menos porque no lo es. En lo que cuenta, no.
¿Por qué no es un ciudadano productivo de la nación en la que ha pasado su vida entera? Bueno, esa es para nota.
Muy bien, ¿por qué ocupa un puesto de trabajo en un aeropuerto europeo un musulmán que quiere matar estadounidenses? Esa es ligeramente más fácil de responder. Casi todos los problemas a los que se enfrenta el mundo occidental, desde los yihadistas que se inmolan hasta la propia inmolación de América -- la deuda multibillonaria -- tienen su origen en una aritmética demográfica inclemente. En Estados Unidos, la generación de los 60 no tuvo hijos suficientes para mantener sus programas sociales de mediados del siglo XX. Veo que las encuestas recientes demuestran supuestamente que mayorías sustanciales de estadounidenses no quieren ninguna modificación del programa Medicare ni de la seguridad social. ¿Y qué? No importa lo que "quieran". El país está arruinado, y puede usted tramitarse todas las cantidades insostenibles de regalos pagados con dinero público que le apetezcan, que todo lo que hará es garantizar que cuando con el tiempo no tenga más remedio que reconciliarse con la realidad, el impacto será mucho más devastador y convulso.
Pero hasta con la inminente quiebra, América parece mucho más dulce si usted se encuentra al sur de la frontera. La semana pasada, el antiguo director de la Oficina del Censo estadounidense, Steve Murdock, declaraba al Houston Chronicle que Texas "básicamente es historia para los sajones". Señalaba que dos de cada tres niños ya son "no-anglo", y que esta diferencia va a ampliarse más en los próximos años. ¿Se acuerda del Álamo? ¿Por qué molestarse? América ganó la guerra, pero México ganó la paz. En Texas, Murdock imagina un futuro en el que millones de personas con mínima formación van a competir por cada vez menos puestos de trabajo peor remunerados en dólares y centavos reales de lo que habrían ganado en el año 2000. Eso no suena a receta de la tranquilidad social.
¿Qué hay al sur de la frontera de Europa? Vaya, esa es aún más animada. En Libia, hay en la actualidad un millón de refugiados procedentes del África subsahariana cuya ambición consiste en embarcar en un bote con destino a Italia. No hay mucho que se lo impida. De aquí a mitad de siglo, el islam y el África subsahariana representarán casi todo el crecimiento de la población del mundo -- y aún así, al margen de unos cuantos príncipes saudíes vagos de putas por Mayfair, no van a disfrutar de casi ninguna riqueza del mundo. Níger tenía 10 millones de habitantes en el 2000, y medio millón de ellos eran menores que se morían de hambre. Hacia el año 2010, tenía 15 millones de habitantes, y más menores se morían de hambre. Hacia el año 2100, predicen que tendrá 100 millones de habitantes. Pero no los va a tener, porque es irracional esperar que 90 millones de personas extra se queden dentro de un país que no puede alimentar a una población de la décima parte de ese tamaño. De manera que buscarán otro sitio -- países de grandes infraestructuras, generosas redes de protección social, y que entre los ancianos oriundos haya una especie de enfermedad degenerativa de la civilización tan avanzada que, como prueba de virtud moral, son incapaces de garantizar la integridad de sus fronteras.
Las naciones que construyeron el mundo moderno decidieron deslocalizar su futuro. En términos económicos simples, los números son contundentes: En América, la generación de los 60 ha condenado a su contraída descendencia a la certeza de unas vidas más pobres y más infames. En términos socioculturales, la transformación será aún mayor. Bismarck, astuto y cínico al hablar de los Balcanes, también fue el padre del estado del bienestar moderno: Cuando implantó las antiguas pensiones, tenías que tener 65 años para cobrar y la esperanza de vida en Prusia era de 45. Ahora la esperanza de vida casi se ha duplicado, se cobra la pensión una década antes, y en un vano intento por cuadrar los retorcidos números, los sucesores de Bismarck han trasladado la frontera Oriente-Occidente de los Balcanes a la calle principal de cada ciudad alemana.
Los estadounidenses se preguntan el motivo de que, dos décadas después del colapso del Pacto de Varsovia, el ejército estadounidense siga destacado en Alemania. Se acerca el día en que se marchará -- aunque sólo sea para evitar que "tengan lugar" aún más "trágicos acontecimientos".

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