jueves, 14 de abril de 2011

BURKA? NO, GRACIAS

Un progresismo que junta la palabra ¿burka¿ con la palabra ¿libertad¿ y no se muere de la vergüenza¿

Artículos | 13/04/2011 - 00:06h

Por Pilar Rahola


Quizás porque su historia colonial pesa como una losa, o quizás porque los errores de los partidos tradicionales han propiciado el auge de la extrema derecha, o porque el fundamentalismo ha arraigado, sea por todo o por la parte, lo cierto es que Francia es el país europeo que está más avanzado en el debate sobre islam y democracia. A diferencia de nuestro país, donde aún nos debatimos a ambos extremos de la simpleza ideológica, entre el buenismo progre y el malismo reaccionario, Francia hace tiempo que debate con seriedad el problema del fundamentalismo islámico. Por supuesto ha sido un largo recorrido de acusaciones cruzadas entre un progresismo que consigue juntar la palabra burka con la palabra libertad y no se muere de la vergüenza, y un malismo que va a la caza del musulmán con la sola idea de cazar votos. Entre ambas caras de la misma moneda, existe un amplio territorio de sensatez que debe construirse. Y ello implica la voz de intelectuales lúcidos que ni se han asustado por el dedo acusador de la corrección política, ni se han dejado arrastrar por la intolerancia. De Glucksmann a Finkielkraut, pasando por Bernard Henry Levy, muchos han sido los que han dicho sí a los dioses, pero no a los fanáticos sin fronteras, que los usan para destruir la modernidad. Y han sido tildados de todo, reaccionarios, islamófobos... “La nueva letra escarlata”, dice Finkielkraut, hablando de los ataques que ha sufrido. Sin embargo, lo mejor del largo debate sobre velos y burkas ha sido la aportación de muchas mujeres musulmanas, algunas exiliadas en Francia, que no han dudado en hablar con rotundidad sobre la cárcel textil que sufren en decenas de países: es el estigma de la opresión. “El velo en una niña de ocho años es el signo exterior de su mercantilización, ya está en el mercado del matrimonio”, han dicho. El resultado final de este largo trayecto de reflexión colectiva ha sido la ley aprobada contra el uso del burka en la calle. Por supuesto, ahora saldrá un ejército de mujeres emburkadas que asegurarán que lo suyo es un ejercicio de libertad, y algunos viejos manifestantes del mayo del 68 les aplaudirán la gracia. Pero lo cierto es que el velo integral crece a medida que lo hace el radicalismo islámico, que su uso es un abierto reto a las leyes de igualdad de la mujer, y que la obsesión con los derechos fundamentales que tienen los integristas es equiparable al activismo que practican para destruirlos. No es un tema baladí, pues estamos tocando la médula ósea de nuestra civilización, el epicentro de la libertad. La cuestión es saber cuándo nos tomaremos en serio el tema en España. ¿Cuando tengamos un millar de mujeres segregadas? ¿Decenas de imanes integristas?¿Miles de fanáticos? Esperemos no tardarmucho en debatir en serio la cuestión, porque en este tema el tiempo no es oro. El tiempo es puro plomo.
Fuente: La Vanguardia- España

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