domingo, 23 de noviembre de 2014

Israel y Occidente

El Dr. Julio Maria Sanguinetti recibe una merecida distinciónEl Dr. Julio Maria Sanguinetti recibe una merecida distinción
En la ciudad de Panamá, el pasado domingo 31, el Dr. Julio María Sanguinetti recibió un reconocimiento de la B'nai B'rith Internacional por su trayectoria en la defensa del pueblo judío y del Estado de Israel. En esa ocasión brindó una conferencia titulada “¿Dónde está Occidente?” en la que, en perspectiva histórica, enmarcó la significación del enfrentamiento que hoy envuelve al Medio Oriente.
Sanguinetti comenzó señalando que aquello que consideramos “Occidente” protagoniza un enfrentamiento muy largo con el fundamentalismo musulmán. Si se piensa que Charles Martell, en 570, detuvo el avance del califato en el sur de Francia y que en Lepanto, en 1571 —donde Cervantes perdió su brazo— las armadas española, papal, saboyana, genovesa y veneciana, derrotaron a la flota de Solimán El Magnífico, advertimos que estos episodios contemporáneos no son algo casual sino breves capítulos de una larga confrontación. No se puede encarar el debate contemporáneo ignorando lo que somos como civilización y los enfrentamientos que en su nombre hemos llevado a cabo con los mismos adversarios.

¿Qué es Occidente, entonces?, se preguntó el ex Presidente. Es una vasta construcción de valores —señaló— que comienza en Jerusalemy tenas y se continúa en Roma. De Jerusalem y el mundo judío proviene la idea de igualdad (igualdad ante Dios, bajo la fe y las Tablas de la Ley). “Ve delante mío y sé íntegro”, le dice Dios a Abraham, definiendo así esa condición humana. De Atenas provienen la lógica, la razón y la idea de libertad. A esos dos valores, Roma le añade a su vez otros dos: la piedad, la misericordia cristiana, por un lado; y la institucionalidad republicana o imperial, como condición para organizar la convivencia humana. Eso configura una civilización judeo-cristiano-greco-romana que es lo que nos hace sentir occidentales. Ella pone al ser humano en el centro de su visión cosmológica y a la vida como su mayor expresión.

Naturalmente, esta larga construcción vivió también enfrentamientos severos y fue realizándose con marchas y contramarchas. En nombre del mismo Dios y el mismo Jesucristo Nuestro Señor, durante 300 años católicos y protestantes se mataron sin piedad. La Noche de San Bartolomé, en 1572, es un ejemplo dramático de esa confrontación. Lograr una convivencia entre católicos y protestantes costó siglos, como también lo ha sido entre católicos y judíos. A la Iglesia cabe atribuirle una enorme responsabilidad en el antisemitismo con la difusión de su idea del “deicidio”, o la teoría de que los judíos mataron a Cristo, como si éste no hubiera sido judío y no se tratara de divisiones adentro de la misma religión. En cualquier caso —señaló el conferencista— todo esto nos convoca al optimismo, al mostrar que son posibles esos puentes. A la Iglesia le costó mucho y recién en 1985 reconoció oficialmente el Holocausto. Cuando hoy el Papa Francisco alude a los judíos como “nuestros hermanos mayores”, está enterrando varios siglos de prédica católica antijudía. Naturalmente, para llegar aquí corrió mucha sangre, pero al fin de cuentas la libertad predominó, como ocurrió siempre.

¿Qué pasa con Israel? Que es la cuna de Occidente y a veces esto no es asumido ni por Israel mismo ni por los países occidentales. Israel es la cabecera de Occidente en medio del mundo musulmán y si bien él no es todo fundamentalista ni mucho menos, está claro que los extremistas poseen una capacidad de acción que el resto no puede detener, subrayó el ex Presidente.

Esta visión es difícil de asumir en medio de una globalización que configura una sociedad del espectáculo en que las ideas se desdibujan. La sociedad de la información establece una comunicación en tiempo real, pero no por ello la ciudadanía está informada; normalmente esté sobrenoticiada y subinformada, subrayó. Un fuerte economicismo, a la izquierda y a la derecha, debilita el poder de las ideas, haciéndonos pensar que siempre son intereses económicos los que mueven al mundo, cuando no es así. La Segunda Guerra Mundial fue una lucha entre demócratas y nazistas, por un ideal político; la propia Guerra Fría enfrentó democracia y comunismo. Como decía Heine, no despreciemos el valor de las ideas, pues en el silencio del estudio de un académico se puede destruir una civilización. Y esto es verdad, porque siempre una idea precedió al hecho. Hitler no inventó racismo sino que lo hicieron pensadores elaborados, sofisticados, que envueltos en un ropaje de apariencia científica, acuñaron esa doctrina retrógrada.

Nuestra globalización actual, entonces, puede ser peligrosa, porque no tiene conducción. La primera, la manejaron España y Portugal en los siglos XV y XVI, con una idea clara de evangelización; la segunda, la encabezó Inglaterra, en los siglos XVIII y XIX, con un interés político y mercantil. La actual globalización ocurrió sin que se advirtiera, ensimismados como estábamos en una contienda política entre comunismo y democracia. Cuando cayó el Muro de Berlín cobramos cuenta de que la ciencia y la tecnología habían cambiado todo, con parámetros de comunicación nuevos, sin control ni dirección alguna. Es fácil el extravío, entonces.

No ignoremos, por lo tanto, que estamos ante un episodio más de un choque de civilizaciones, que debemos procurar evitar pero que allí está. Si un día Israel pudo pactar con Egipto o Jordania la paz, quiere decir que el diálogo es posible. Pero ignorar que los grupos fundamentalistas de hoy tienen una virulencia y un fanatismo insuperables es una ingenuidad rayana en la “estupidez”, como bien lo califica Pérez Reverte. Es una guerra santa y hay que asumirlo.

Ahora bien, ¿por qué Israel tiene tan poca prensa y hoy es tan cuestionado? Primero, porque en Europa no quieren asumir el riesgo que corren, como no querían ver el peligro del nazismo antes que la ingenuidad de Chamberlain se desnudara y se asumiera que Churchill no era un belicista sino un líder realista, que veía lo inevitable del conflicto. Segundo, porque en Europa hay un gran temor a la sublevación de los grupos musulmanes. En Francia hay 600 mil judíos, pero hay casi 6 millones de musulmanes y si bien éstos no son todos fanáticos, bastan los que hay para pensar en hipótesis tan dramáticas como las ya sufridas. En tercer lugar, está el antiyanquismo. Cuando nació Israel, EE.UU. y Rusia estaban juntos. Cuando se separaron, la izquierda del mundo varió y ya Israel dejó de ser el amigo sino el malmirado socio de los EE.UU. En cuarto lugar, hay intereses petroleros y esto no es despreciable. En quinto lugar está el viejo antijudaísmo, o antisemitismo, que muy fácilmente se excita en episodios como los que se viven.

¿Cómo enfrentarlos, entonces? La política tiene su lugar, pero no alcanza. Todo grupo extremista, cuando pacta, es sustituido por otro más extremista, que nace de las madrazas o de las mezquitas y mientras esto no se supere, difícilmente habrá paz. Es muy importante, entonces, el diálogo interreligioso, para que los tolerantes de todos lados puedan fortalecerse, concluyó Sanguinetti.

Mientras tanto, nuestro deber es luchar contra la ignorancia, porque desde la doctrina racista hasta la condena a Israel son hijas de la ignorancia. Cuando uno le explica a jóvenes que en 1947 Israel nació junto a un Estado árabe y que fueron los árabes quienes borraron del mapa este Estado que hoy se procura crear, muchos se quedan asombrados. No lo saben. No saben cuanta sangre y dolor se hubieran evitado si la Liga Árabe hubiera aceptado la creación de ese Estado árabe que fue rechazado por no aceptar el nacimiento de Israel. La ignorancia es enorme. Cuando se habla de Gaza y de la intolerancia israelí, se ignora que Gaza quedó en manos de Egipto cuando se fueron los británicos y que Israel conquistó ese espacio en 1967, en una guerra que declaró Egipto, pero que en 2005 el general Sharon, que lo había tomado, fue quien lo entregó, como prenda de paz. ¿Sirvió de algo? Al revés, ha sido tomado como un acto de debilidad y desde Gaza se ha organizado ese sistema de agresión permanente que ahora tuvo que enfrentar Israel antes de que los túneles construidos y los misiles a disposición, le hicieran víctima vulnerable de una agresión insuperable. Se ignoran hechos, se ignora la historia.

Pese a todos los pesares, terminó el Dr. Sanguinetti, no hay que bajar los brazos. Israel tiene que defenderse y por suerte lo hace. ¿ Alguien piensa lo que sería Europa si Israel cayera? Pero aparte, todos tenemos que procurar informar, luchar contra la mentira, enfrentar esta esquizofrenia informativa que toma como válido lo que dice la organización terrorista pero no reconoce lo que dice un Estado democrático, sometido al escrutinio de un Parlamento y una prensa libres. Luchar y luchar. Y no duden, como nos enseña la historia, que la causa de la libertad tendrá eclipses, pero siempre termina resplandeciendo.

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