lunes, 3 de noviembre de 2014

Palizas, tormentos y encierro: la vida diaria de los rehenes del ISIS

Crónicas del nuevo milenio: Relato de un calvario (2da. parte).Una historia de cómo viven los cautivos de la banda ultraislámica que ha decapitado a varios de sus prisioneros.

The New York Times
Especial
Los secuestradores identificaban a las personas de la localidad con las que los periodistas se contactaban, como Ali y Yosef Abobaker, un traductor sirio. Fue Abobaker quien condujo al periodista estadounidense  Steven Sotloff a Siria el 4 de agosto de 2013. Sotloff, como su colega James Foley, fue decapitado un mes más tarde. “Llevábamos unos 20 minutos manejando cuando vi tres autos detenidos adelante en la ruta”, dijo Abobaker. “Deben haber tenido un espía en la frontera que vio mi auto y dio el aviso”.Los secuestros, perpetrados por diferentes grupos de lucha que compiten por influencias y territorio en Siria, se hicieron cada vez más frecuentes. En junio de 2013, cuatro periodistas franceses fueron raptados. En septiembre, secuestraron a tres periodistas españoles.Los controles fronterizos se convirtieron en redes de caza. En octubre pasado, insurgentes esperaban en uno de ellos a Peter Kassig, 25, un técnico en medicina de emergencia de Indianápolis que llevaba suministros médicos para entregar. En diciembre, Alan Henning, un taxista británico, desapareció en otro control. Henning había cambiado sus ahorros a efectivo para comprar una ambulancia usada, esperando unirse a una caravana de asistencia humanitaria en Siria. Fue secuestrado 30 minutos después de entrar al país. Los últimos que desaparecieron fueron cinco trabajadores de Médicos sin Fronteras, que fueron raptados en enero de un hospital de campaña en Siria donde estaban trabajando.Apuntados con armas, Sotloff y Abobaker fueron llevados a una fábrical de un pueblo en las afueras de Aleppo (Siria) y allí se los encerró en celdas separadas. Abobaker, liberado dos semanas después, oyó que sus captores se llevaron a Sotloff a un cuarto contiguo. Luego escuchó al árabe que interrogaba decir en inglés: “contraseña”.El procedimiento se repitió con varios rehenes. Los secuestradores se apoderaban de sus laptops, teléfonos celulares y cámaras y les pedían las contraseñas. Escaneaban su facebook, sus charlas de Skype, sus archivos de imágenes y sus correos, en busca de evidencia de confabulación con agencias de espías y con militares occidentales.“Me llevaron a un edificio destinado especialmente para los interrogatorios”, dijo Marcin Suder, un reportero gráfico polaco de 37 años de edad, secuestrado en julio de 2013 en Saraqib (Siria). Pasó por diferentes grupos antes de poder escapar después de cuatro meses. Fue en estos interrogatorios que los yihadistas encontraron fotos de militares de EE.UU. en la laptop de Foley tomadas durante las misiones en Afganistán e Iraq. “En el archivo de fotos que había tomado personalmente, había imágenes que glorificaban a los cruzados estadounidenses”, escribieron en una nota publicada después de la muerte de Foley. “Pobre James, este archivo lo tenía con él en el momento de su arresto”. Al rehén británico, David Cawthorne Haines, lo obligaron a reconocer sus antecedentes militares: aparecían en su perfil de Linkedin.Los milicianos también descubrieron que Kassig, el asistente social de Indiana, era un veterano de Irak. Las dos cosas son fáciles de encontrar en internet porque CNN hizo una presentación importante de las obras humanitarias de Kassig antes de su captura.El castigo por cualquier ofensa que se percibiera era la tortura. “Se podían ver las cicatrices en sus tobillos”, dijo Jejoen Bontinck, un belga de 19 años, convertido al islam que permaneció tres semanas en  2013 en la misma celda que Foley. “Me contó cómo lo habían encadenado de los pies a una barra y luego colgaron del techo”, reveló.Bontinck, liberado a fines del año pasado, habló de su experiencia por primera vez para esta nota desde Amberes. Es uno de los 46 jóvenes belgas enjuiciados por pertenecer a una organización terrorista. Al principio, el abuso no parecía tener un propósito mayor. Tampoco los yihadistas parecían tener un plan para la cifra creciente de rehenes.Bontinck contó que al principio fue el Frente Nusra, una filial de al Qaeda, el que tenía cautivo a Foley y su compañero de viaje, el reportero británico John Cantlie. Sus guardias, un trío de habla inglesa al que llamaban “los Beatles,” gozaban torturándolos. Posteriormente, fueron transferidos a un grupo llamado el Consejo de Muyahidín Shura, conducido por personas de habla francesa. Foley y Cantlie fueron trasladados al menos tres veces antes de ser transferidos a una prisión subterránea en el Hospital de Niños de Aleppo (Siria).Foley se convirtió al islam pronto después de su captura y adoptó el nombre Abu Hamza, dijo Bontinck. (Su conversión fue confirmada por tres otros rehenes recientemente liberados, y asimismo por su ex empleador.) “Recité el Corán con él”, dijo Bontinck. “La mayoría decía, ‘Convirtámonos para que nos traten mejor’. Pero en el caso de él, creo que era sincero”.Los que han sido rehenes dicen que la mayoría de los prisioneros occidentales se convierten en el cautiverio. Entre ellos está Kassig, que se puso Abdul-Rahman, según cuenta su familia que supo de su conversión por una carta que logró hacer llegar de la prisión. Sólo un puñado de rehenes permanecieron fieles a su fe, entre ellos Sotloff, judío practicante, de 30 años en ese entonces. En Yom Kippur, les dijo a sus guardias que no se sentía bien y rechazó la comida y así pudo hacer su ayuno, contó un testigo.Los rehenes liberados recientemente dicen que la mayor parte de los extranjeros se convirtieron bajo presión pero que a Foley lo había cautivado el islam. Cuando los guardias trajeron una versión inglesa del Corán, los que simplemente simulaban ser musulmanes apenas lo hojeaban, contó un ex rehén. Foley pasaba horas concentrado en el texto.La guerra civil siria, dominada al inicio por rebeldes laicos y un puñado de grupos rivales yihadistas, decisivamente cambió de escenario y los nuevos grupos extremistas tomaban posiciones dominantes. Otras facciones de combatientes se unieron al ISIS, cuyas tácticas eran tan extremas que incluso Al Qaeda los expulsó de su red terrorista. Su ambición iba mucho más allá de derribar al presidente de Siria, Bashar al Assad.A fines del año pasado, los yihadistas empezaron a agrupar a sus prisioneros, llevándolos al mismo lugar que tenían en los sótanos del hospital. En enero, había al menos 19 hombres en una celda de 20 metros cuadrados y cuatro mujeres en una celda contigua. Todos menos uno eran estadounidenses o europeos. La relativa libertad de la que habían gozado Foley y Cantlie se acabó abruptamente. Ahora todos los prisioneros estaban esposados entre ellos.Más preocupante era que sus guardias de habla francesa fueron reemplazados por otros de habla inglesa. Foley los reconoció con pavor. Eran los que le decían en las peores torturas que se había “portado mal”. Eran a quienes los rehenes llamaban “los Beatles”. “Cuando los Beatles se hicieron cargo, querían imponerles un cierto grado de orden a los rehenes”, dijo un europeo recién liberado.Los yihadistas habían pasado de la oscuridad a administrar lo que ellos llamaban un estado. En las áreas bajo su control establecieron una complicada burocracia, una fuerza policial e incluso una oficina de protección al consumidor, que obligó a los puestos de kebab a cerrar por vender productos de baja calidad.Después de meses de mantenerlos en prisión sin hacer ningún tipo de pedido, de pronto los yihadistas ingeniaron un plan para pedir rescates. En noviembre, los prisioneros tuvieron que dar la dirección de correo electrónico de un familiar. Foley dio la dirección de su hermano menor. El grupo comenzó entonces a bombardear de mensajes a las familias de los rehenes.

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