2010 / Siete de cada diez argentinos cree en la existencia del edén. Un sacerdote, una rabina y un representante del islamismo debaten sobre su significado.
Quino dibujó una vez una historieta en la que un mortal ascendía al cielo y lo recibía un barbudo que bien podría ser San Pedro. Allí se alimentaba a base de sopita y austeridad. En otra viñeta se mostraba el infierno y, en él, además del infaltable diablo con cornamenta, un suculento pollo al horno esperaba al comensal que, sin dudarlo, opta por el refrán panza llena corazón contento, aunque sea en el averno.
Un informe realizado por la Universidad Empresarial Siglo XXI sobre las creencias de los argentinos arroja que el 70 por ciento cree en la existencia del paraíso. Pero, ¿de qué paraíso hablamos? ¿Qué y cómo es el paraíso? El sacerdote Claudio Uassouf, la rabina Silvina Chemen y el co-presidente del Instituto de Diálogo Interreligioso, Omar Abboud, que profesa la fe islámica, debatieron para 7 DÍAS en busca de respuestas. El dato simpático está arraigado a la argentinidad, dado que los antepasados de los tres provienen de Damasco, y en algún momento de la entrevista se permitirán añorar las comidas típicas de la región.
—El 70 por ciento de los argentinos cree en el paraíso. ¿Cómo se concibe el paraíso en sus religiones?
O.A.: –La estampa paradisíaca desde la visión islámica es una promesa a futuro, no después de la muerte, sino de la resurrección. El acceso al paraíso está condicionado y supeditado al tipo de obras que hayas generado en la Tierra. Para la visión de algunos ascetas, de algunos místicos musulmanes existe un paraíso terrenal, que tiene que ver con el equilibrio que hayas generado en este mundo. Se vive parecido a una condición paradisíaca en la medida que la recomendación de ellos es llevar adelante los preceptos islámicos para llevarte bien con los humanos y con el resto de la Creación.
S.C.: –La tradición judía al ser interpretativa y no tener un dogma unívoco ha desarrollado diferentes visiones de lo que es el más allá, por llamarlo de alguna manera. Para muchos sabios del Talmud el paraíso tiene que ver con el mundo venidero. El judaísmo trabaja mucho las acciones del hombre para vivir bien en la Tierra; no vivir mal para vivir bien en otro mundo. Acá, en esta vida, tenés la posibilidad de reparar y reconstruir lo que hiciste, pero –dice la Mishná (libro de leyes judías)– también es cierto que este mundo es una preparación para el mundo venidero, prepararse bien para el mundo de las almas, como lo llama la tradición.
C.U.: –Para el catolicismo también tiene que ver con un estado original que se perdió a causa del pecado. Lo propio es ver este paraíso en la figura de Cristo como un modelo. Es muy difícil dar una definición o una descripción, entonces aparecen imágenes. Tal vez la más fuerte sea la del banquete, en la que vendrán todos a sentarse en la medida que pasen el Juicio. Es fundamental para nosotros porque tiene que ver con la misa, que es nuestro rito.
–¿Las tradiciones judía e islámica tienen imágenes del paraíso?
S.C.: –La judía no tiene.
O.A.: –Desde el punto de vista del Islam, tanto en El Corán como en la tradición profética existen (El Corán es, directamente, la Palabra de Dios, la tradición profética es un complemento formativo, anexo y hexegético). En ambos, hay estampas que tienen que ver con un tipo de regocijo. Lo dividiría en dos órdenes: puramente sensorial, dirigido a nosotros los humanos y donde se encuadrarían los seres queridos o paisajes que tienen que ver con un tipo de delicia o de disfrute importante. Las imágenes son fuertes en el lenguaje coránico. También hay un paraíso que no tiene que ver con lo sensorial y se relaciona con cómo te reciben allá; allí lo primero que escuchás es la palabra paz. Salaam es una constante en el hecho paradisíaco. Pero la idea de paz no está contrapuesta a la idea de guerra, sino más bien a la de Infierno, que si te ponés a pensar es el lugar donde se dificultan todas las cosas.
—Apenas un 41,3 por ciento de los argentinos cree en el infierno. ¿Hay explicación para que la gente elija creer más en el Paraíso?
C.U.: –Creo que tiene que ver con una imagen que es auténtica de Dios. Creemos en un dios bondadoso, misericordioso, indulgente. A la gente le cuesta conciliarla con el infierno y con torturas, literalmente. Sin embargo, lo que mucha gente no piensa es que detrás de la idea del infierno está el respeto de Dios por la libertad humana. El hombre es criado libre y puede rechazarlo con su voluntad. Si uno fuera predestinado como por un tubo al Paraíso, no habría posibilidad de halagar a Dios. Creemos en esa libertad. El pecado, lo que hace es distorsionar nuestra relación original con Dios, con nuestros hermanos y con nosotros mismos. El cielo y el paraíso serían la sanación de esos vínculos.
S.C.: –En la tradición judía es más factible que las almas lleguen al mundo venidero porque cada uno tiene la posibilidad de reparar acá en la Tierra, cada uno arma su propia ruta. No hay un designio superior. Cuando llega el Día del Perdón, Dios perdona automáticamente los pecados, pero aquellos errores que cometiste tenés que ir vos en persona, enfrentarlos, decirlos en voz alta y repararlos. Hay un montón de caminos en la Tierra para asegurarse el Paraíso. Además, psicológicamente debe ser difícil imaginarse el final de los días en un lugar de horror o de imposibilidad. En el judaísmo no hay una fuerte atención en desarrollar una tradición mística en la Tierra que devenga en el mundo venidero. Tiene que ver más con un concepto de la vida terrenal.
–Omar, usted hablaba del paraíso sensorial. ¿Está escrito en El Corán o es individual?
O.A.: –Está narrado en El Corán. "Ahí verán satisfechos sus deseos". La idea de Bien no es para todos la misma, ni la idea del disfrute o del goce es para todos la misma. Por eso decía que tiene que ver más con el plano interior, con esa idea de paraíso místico. Se habla de ríos, de los árboles en particular y de sus bondades, de las cuestiones de la perfección. Vivimos en el mundo de las acciones y en el mundo de las intenciones, que son las que juzgan las religiones monoteístas, porque solo Dios ve las intenciones del hombre. Bueno, ahí también reside un paraíso y un infierno. Hay algunos que viven una vida tortuosa, viven el infierno en la tierra. También podés hallar un equilibrio que te otorgue una paz.
S.C.: –Dice un sabio del Talmud que tal vez las recompensas de este mundo no son suficientes y necesita el alma otro mundo más para seguir recibiendo recompensas. La definición de paraíso más cercana que te puedo dar es una vivencia de recompensa superior. Es un espacio esperanzador de almas que continúan viviendo en estado de recompensa.
C.U.: –En cuanto a imágenes cristianas, quizás la más fuerte sea el Apocalipsis, que muchas veces es mal interpretado, porque se lo toma como un libro que habla del futuro, cuando el objetivo es darle esperanza a los destinatarios de ese momento.
—¿Por qué la mayoría de los argentinos cree en el Paraíso?
O.A.: –Porque si los argentinos somos algo, es gente de esperanza. A pesar de los avatares y de lo que nos ha tocado como destino somos grandes peregrinantes en términos de causas, un pueblo capaz de lo excelso y de lo grotesco. El paraíso es una señal de esperanza fuerte.
S.C.: –Más allá de los dogmas de fe, la imagen de que algo bueno está por delante te da esperanza y te fortalece el presente. Te hace comprender el sufrimiento, te permite tomar decisiones ligadas a la vida y no a la destrucción. Te ayuda a vivir esta vida que a veces es tortuosa. Necesitamos aferrarnos a esa imagen del bien.
O.A.: –En este mundo que muchas veces es un mini-infierno, se te dificulta trabajar, estudiar. El problema está en la neoidolatría, porque los idólatras que combatíamos en términos de monoteísmo eran piedras que no perjudicaban ni beneficiaban. Hoy son ídolos parlantes, y se toman recomendaciones y consejos de tipos que no escucharías ni de casualidad. De todas maneras somos gente con esperanza.
C.U.: –Reafirmo lo que dicen, y agregaría una pregunta a los que creen en el paraíso y no en el infierno: si creerían en un dios que dé exactamente la misma recompensa a todos, porque frente a la contemplación del mundo mucha gente se escandaliza con las diferencias, las guerras, el odio. ¿Cómo salvar eso? Es un dilema, un dios a quien creemos misericordioso y a la vez infinitamente justo. ¿Qué hacemos con el que obstinadamente se dedica a dañar a otro?
–¿Reciben consultas sobre este tema?
O.A.: –No ejerzo sacerdocio, pero he escuchado gente que le pregunta al sheik o al imán, y generalmente está relacionado con la idea mundana de si en el próximo paraíso van a estar tus seres queridos. Es la pregunta recurrente. Ahora, tu ser querido puede ser que no llegue al paraíso ni de casualidad. ¿Cómo sería tu paraíso en ese estado? Entonces ahí te responden: "Sólo Dios sabe".
C.U.: –Aparece el tema frente a la muerte de un ser querido. Recuerdo a una parroquia donde venía un muchacho y –nosotros anotamos el nombre de los difuntos– anotaba el nombre de la gata. Por un lado decís que no es lo mismo rezar por una mascota; por otro el deseo de que la gata fuera al cielo es genuino. Uno imagina un paraíso donde todas las cosas que lo hicieron feliz en esta vida tienen que estar presentes.
S.C.: –La consulta que recibo es al momento del dolor, dónde van las almas, la necesidad de mantener la eternidad de los que uno quiere, y hay que tener cuidado con la manipulación. Me cuido en no dar respuestas para salir del paso, en no dar certezas en momentos de shock. Somos finitos, somos limitados, hablamos de Dios como si lo comprendiéramos y –quiero decir– si lo comprendiera sería pagana, porque lo cosificaría. No puedo decirte con certeza dónde está el alma de tu mujer que acaba de morir. Trato de acompañar al que vive, que viva la eternidad del amor acá.
C.U.: –El paraíso nos ilumina en el tránsito que hacemos acá, ahí tiene sentido.
–Coinciden entonces en el paraíso como visión esperanzadora.
C.U.: –Y agregar también al paraíso como enorme compromiso. Si no importara lo que hacemos acá sería enormemente alienante. En el cristianismo muchas veces hemos mal usado esa enseñanza y justificado conciencias con ese premio eterno, esa promesa de paraíso.
S.C.: –Quisiera agregar a los manipuladores y a los secuestradores de las religiones, que usan el término paraíso como recompensa, entonces hay que cuidarse de los que secuestraron los verdaderos principios amorosos de nuestras religiones y los usan para hacer el daño. El paraíso es para los que tienen la intención y hacen el bien.
O.A.: –Es algo que se está por construir en términos de futuro. En ese camino, tratando de construir el bien, las religiones son iguales.
C.U.: –Lo que se me ocurre es que la idea del paraíso nos puede acercar a los que no creen. A la gente que no tiene fe pero se maneja con grandes utopías, que sabe que no va a poder concretar acá, pero que le sirve de luz para construir un mundo mejor. ?
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