viernes, 17 de septiembre de 2010

Un Vistazo General de Iom Kipur

or Rav Avi Geller

El silencio del desierto fue interrumpido. El llanto de Hagar, mientras su hijo está muriendo de sed, resuena hasta en los Cielos. El ángel la llama: “Dios ha escuchado la voz del joven en donde está”. Un pozo de agua apareció repentinamente, y la vida de Ishmael fue salvada (Génesis 21:17).
El Midrash dice que en ese momento, los ángeles estaban montando una campaña en el cielo, en contra de la supervivencia de Ishmael. En el futuro, cuando los babilonios exiliaran al pueblo judío, ellos atravesarían Arabia. Los judíos les pedirían a sus primos ishmaelitas que tuvieran compasión y que separaran un poco de comida. Los árabes, conocidos por su hospitalidad (heredada de Abraham, nuestro padre en común), les darían a los judíos comida salada (¡papas fritas!). Cuando los judíos pidieran algo de beber, les darían sacos de cuero que aparentarían contener agua. Sin embargo, cuando los pusieran en sus labios, las bolsas resultarían tener aire presurizado, que iría rápidamente a sus pulmones matando muchos judíos.
Ante este escenario futuro, los ángeles discutieron con Dios mientras Ishmael estaba muriendo en el desierto: “¿Cómo puedes salvar al progenitor de una nación que posteriormente matará a tus hijos sedientos?”. La respuesta que dio Dios escuchando el llanto del joven: “en donde está”, es la base de todas nuestras esperanzas de recibir perdón en Iom Kipur (en realidad, esta es la lectura de la Torá para el primer día de Rosh Hashaná).
Dios siempre juzga a la persona de acuerdo al lugar en el que está. El hecho de que Dios conoce el futuro no influye en este juicio. En este momento, Ishmael merece vivir, y eso es lo que es pertinente ahora.
Es común para mucha gente ayunar y rezar en Iom Kipur –y al día siguiente “volver a la rutina” con cambios prácticos muy pequeños en su vida. Si Dios sólo echara una ojeada al futuro mientras nosotros confesamos nuestros pecados tan píamente en Iom Kipur, los resultados serían desastrosos. Sin embargo, gracias a la lección de la historia de Ishmael, hay esperanza. Dios juzga en el momento presente sin mirar hacia el futuro. Si en este preciso minuto, nosotros proyectamos sinceramente cambiar nuestras actitudes y enmendar nuestras formas, podemos recibir el perdón inmediatamente.
La palabra clave es sinceridad. Un período completo de 25 horas en el cual no comemos ni bebemos, podemos parecernos a los ángeles, completamente sumergidos en espiritualidad. Cada minuto de arrepentimiento por nuestras fechorías provee expiación y purificación. Si no fuera un día tan solemne, ¡deberíamos bailar y cantar de alegría!
Pero si el compromiso de uno consiste solamente en la voluntad de pasar otro día ayunando y rezando (a pesar de que no es fácil), no es suficiente. No es realista generar un cambio real a partir de un día de plegarias. Si uno sinceramente se propone cambiar -aunque Dios vea que en el futuro la decisión de esa persona no durará- ese entendimiento es pasado por alto y somos juzgados por “en donde está”.
Pero no podemos engañar a Dios. Un judío debe pararse ante su Creador en Iom Kipur y proclamar: “Me doy cuenta de que he cometido errores. Entiendo la magnitud de mis errores y me arrepiento de ellos. He formulado un plan de acción para evitarlos en el futuro. Ya he comenzado a implementar el plan”.
Tratemos de conceptualizar un método práctico y realista para el arrepentimiento.
El Talmud declara que el castigo por no utilizar la hebra azul de los tzitzit (que es muy cara) es menos severo que la consecuencia de no utilizar las hebras blancas (que son más baratas). De esto aprendemos un principio importante: Cuanto más difícil es hacer una mitzvá, más grande es la recompensa. Por el contrario, la oportunidad perdida de una “mitzvá fácil” también es inmensa.
Es por eso que, cuando tratamos de preparar un plan de acción antes de Iom Kipur, debemos mantener en mente que las faltas “fáciles” son las más severas. Por lo tanto deberíamos limpiar primero de la manera “fácil”.
Podemos hacer ésto identificando lo que queremos mejorar, y dividiéndolo en dos categorías: fácil y difícil. Dos ejemplos:
Jorge entiende la importancia de tener una casa casher, pero como abogado a menudo lleva a los clientes a almorzar para discutir sus casos. Como no hay ningún restaurante casher accesible, le es difícil mantener estándares estrictos de cashrut fuera de la casa.
A Susana le resulta un desafío no cocinar en Shabat. El sábado a la mañana, ¡le encanta prepararse un omelette y disfrutarlo! Pero con el tema de apagar las luces -que pueden ser fácilmente conectadas a un cronometrador automático- no tiene problemas.
El primer paso en el arrepentimiento es comprometerse firmemente a hacer las mitzvot que son “fáciles” para ti. Luego, después de un período de unas pocas semanas, debería hacerse una evaluación. Puede que ahora haya áreas que una vez parecieron difíciles, y ahora ya no tanto. Puede que puedas agregar algunos aspectos “fáciles” más. Por ejemplo, Jorge podría pedir un plato de ensalada, que es un paso hacia adelante, aunque su objetivo real es evitar completamente comer en un restaurante no casher. Y Susana se da cuenta de que no tiene que cocinar en Shabat, porque puede cocinar la comida antes y mantenerla caliente en un calientaplatos.
El objetivo, por supuesto, es alcanzar un compromiso total. Pero en términos prácticos, ésto a menudo debe ser un proceso en el tiempo. Eventualmente, cuando uno está respetando casher o Shabat en un 80 o 90%, decidir hacerlo en un 100% en un salto razonable.
Es importante comenzar el proceso antes de Iom Kipur, para poder pararnos ante Dios con el plan ya comenzado.
Y recuerda: El período más peligroso para un astronauta es reingresar a la atmósfera terrestre. Si vienes bajando demasiado rápido puedes quemarte. De la misma manera, después de la elevación espiritual de Iom Kipur, uno debe ser cuidadoso y descender lentamente. El primer poquito de chisme después de Iom Kipur es el más severo…
Basado en clases y escritos del Rabino Shlomó Wolbe.
Fuente: Aish HaTorah

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