jueves, 10 de marzo de 2011

Egipcias agredidas en su día

Egipcias agredidas en su día

El día 8 de marzo de 2011 mientras las mujeres, en la mayoría de los países de Occidente, fueron agasajadas de diferentes maneras por conmemorarse su día, “La Marcha de un Millón de Mujeres” por los derechos de las mismas en Egipto, organizada por activistas de ambos sexos en la Plaza Tahir en ocasión del Día Internacional de la Mujer, culminó con violentos incidentes, enfrentamientos, acoso y agresiones a muchas de las participantes, por parte de grupos islamistas contrarios a la premisa convocante.
Las mujeres musulmanas no constituyen un bloque homogéneo y sus condiciones son muy heterogéneas y varían según sus clases sociales, su nivel de instrucción y espacio geográfico. Tienen en varios países un estatuto social inferior al de los hombres, primordialmente, por culpa de una interpretación cerrada de los textos del Corán, cuya dilucidación es alimentada por una voluntad política de marginación de las mujeres con el fin de hacer perdurar el inmovilismo sociopolítico que las somete. En el caso particular de Egipto, ellas tuvieron un rol destacado y una participación activa en el derrocamiento de Hosni Mubarak y creyeron ilusoriamente que un cambio de régimen implicaría para ellas obtener igualdad de derechos como las que gozan los hombres.
Según publicó el diario egipcio Al-Haram -en su sitio online en inglés- la marcha comenzó con la entrega de volantes de parte de los organizadores e intercambio de opiniones de éstos con la gente que había concurrido a la Plaza de Tahrir. Un miembro del movimiento por un millón de mujeres, Reem Shahin, dijo una verdad de Perogrullo: "No estamos convencidos de las enmiendas a la Constitución, ya que no dan a las mujeres el derecho a postularse para las elecciones presidenciales, y aún no hay igualdad de derechos".
Las ideas del movimiento que brega entre otras reivindicaciones, por la igualdad de género, no fueron aceptadas por la mayoría de la gente. Al respecto, Yasmine Perni, una fotógrafa italiana que participaba de la marcha, declaró: “Creo que son una vergüenza, no quieren igualdad para las mujeres”. Perni, tuvo ocasión de conversar largamente con una vendedora de Koshir quien le manifestó que ella era afortunada y no tenía necesidad de dinero y que por esa razón no quería dar su opinión. También sostuvo que las mujeres deben quedarse en sus casas y no participar en la vida política. Cuando la conversación comenzó a exasperarse, un hombre testigo de la misma, arrebató los volantes del movimiento, los despedazó y arrojó al pavimento. Las personas estaban en grupos y las discusiones eran tensas. "Las mujeres egipcias son demasiado emocionales. "Son diferentes de las señoras occidentales”, dijo a Al Ahram, Mahmoud Ahmed
Otros rechazaban las ideas de la marcha debido a fundamentos religiosos. "Nos regimos por el Corán y el Corán no permite una mujer gobernar a un hombre," dijo Mustafa Tarek.
La confrontación de los grupos en pugna se hizo evidente, Los defensores de los derechos de la mujer coreaban: “Hombres y mujeres, una mano”, “Musulmanes y cristianos, una parte”. Los opositores, descriptos como “matones” replicaban: “No, no, la gente quiere que las mujeres abandonen” y “El Corán es nuestro gobernante”. Las disputas verbales pronto mutaron en violencia y agresiones físicas por parte de los jayanes a las mujeres y activistas que debieron huir a la calle Qasr El Aini hasta un punto donde se encontraban efectivos del Ejército, que debieron disparar al aire para contener a la turba y enviar soldados a acompañar a sus casas a las atemorizadas mujeres.
Una feminista que participó en la marcha, Mona Ezzat, dijo que pensaba que lo sucedido era el resultado de la cultura creada por el antiguo régimen egipcio: "Esto es un producto natural de los largos años de dictadura y la ausencia de cultura en Egipto" Al igual que Ezzat, más personas en la Plaza Tahrir creen que el gobierno residual de Mubarak paga a matones como uno de sus tácticas de contrarrevolución. "Vienen aquí todos los días y tratan de dispersar la manifestación en la Plaza Tahrir. “Las mismas caras" todos los días, dijo Osama Motawea, uno de los manifestantes que duerme en la plaza todas las noches.
Atribuir todas las calamidades que, en este caso, viven las mujeres en Egipto al anterior gobierno, es de una candidez exagerada. Desmenuzar la lectura de los textos coránicos y escudriñar la interpretación sesgada que hacen algunos exégetas de los mismos, hará a las segregadas mujeres musulmanas, comprender el origen de sus tribulaciones.

Rubén Kaplan
Autor "Tras el Velo - La mujer en el Islam”
http://www.rkpress.com.ar/

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