domingo, 29 de enero de 2012
El entrenador del Tercer Reich
Aquello parecía imposible. Hungría era la magia volcada al campo de juego: una constelación de estrellas todas juntas en nombre de la gloria. Muchos -antes y después de 1954- sostenían que era un ballet aquel equipo de Ferenc Puskas, Sandor Kocsis, Zoltan Czibor y Nandor Hidegkuti, entre otros cracks que merecen memoria. Había llegado al Mundial de Suiza con los mejores antecedentes y el cartel inevitable de candidato de todos: la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952 y una racha invicta de 31 partidos. Su recorrido inicial en la Copa del Mundo consolidó su condición de presunto invencible: en la primera ronda goleó 9-0 a Corea del Sur y 8-3 a la misma Alemania Federal que esperaba en la final. Luego se sacó de encima a los dos mejores del Mundial anterior, Brasil y Uruguay, en dos partidos sin olvido. Pero en el Wankdorfstadion de Berna, bajo la lluvia, un milagro ajeno sucedió: el seleccionado alemán dio vuelta el partido (perdía 2-0 a los ocho minutos) y la historia y se consagró. El fútbol alemán le encontró un padre a aquel éxito: Sepp Herberger, el técnico elogiado, el hombre duro, pero también el oscuro colaborador del régimen nazi.
Luego de la floja actuación del seleccionado alemán en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, Herberger fue designado entrenador, en reemplazo de Otto Nerz, de quien había sido colaborador. Rearmó un equipo que estaba roto y llegaba al Mundial de Francia, en 1938, con otra sensación. A consecuencia de las necesidades políticas y de los mensajes propagandísticos, Herberger fue instado a incluir en el plantel a jugadores de la recientemente anexada Austria. El resultado fue un fracaso deportivo: Alemania se quedó afuera en la primera fase. Ya durante la Segunda Guerra Mundial -con las competiciones internacionales suspendidas-, Herberger hizo todo lo posible para mantener el contacto con sus jugadores. Luego, continuó en su cargo en nombre de reconstruir un seleccionado deshecho. Su segundo nombramiento oficial sucedió en 1950. Lo que continuó fue la construcción de un equipo bravo, tenaz y -finalmente- campeón.
Fritz Walter -figura del fútbol alemán de ese tiempo, capitán y símbolo- lo conocía bien; Sepp lo había sostenido como capitán en aquel equipo campeón de 1954. Contó alguna vez sobre el entrenador: "El artífice del éxito fue él. Como capitán, yo era la prolongación de su brazo sobre el campo, y me hacía partícipe de todos sus planes. Durante el viaje al estadio Wankdorf de Berna para disputar la final, me quedé sorprendido al observar los parabrisas, que funcionaban a doble velocidad de tanto que llovía. Me senté al lado del Jefe. Herberger me puso la mano sobre la pierna y dijo: 'El tiempo que a usted le gusta, Fritz'. 'Nada que objetar, Jefe', contesté"
Era duro en el trato e implacable ante los tropiezos ajenos. Lo describió en alguna ocasión Horst Eckel, uno de los campeones del mundo de 1954: "Sepp Herberger era una persona que concedía mucha importancia a la autoridad. Para él, la disciplina, los modales y la puntualidad eran primordiales. No obstante, se exigía a sí mismo lo que esperaba de sus jugadores. No fumaba ni bebía, pero conocía todos los vicios de los jugadores. Castigaba las conductas incorrectas, lo que podía suponer que un futbolista no jugara más. Siempre te decía las cosas a la cara". La FIFA, en su destacado sector de "Entrenadores clásicos", también lo retrata: "Como el luchador irreductible que era, Herberger sabía cómo motivar a un equipo. Era autoritario, pero sentía verdadero aprecio por sus jugadores, y era totalmente consciente del efecto de sus palabras y de cómo elevar el espíritu de sus hombres. El vestuario, y después una nación entera, le conocía respetuosamente como 'el Jefe'".
Pero tenía otro costado el técnico del Milagro de Berna: su cercania al régimen que encabezaba Adolf Hitler. El historiador Thomas Mergel, de la Universidad Humboldt de Berlín, recordó -en ocasión de la creación del Hall of Fame del Deporte Alemán, en 2008- que la afiliación de Herberger al Partido Nacionalsiocialista Alemán de los Trabajadores, en 1933, era "una mancha" en su biografía. Expresó entonces: "En el deporte se manifiestan las fracturas de la historia alemana". También en aquel momento, el sitio de la Deutsche Welle señalaba: "Crear un Hall of Fame del deporte parece fácil. Sin embargo, el pasado alemán, entre nacionalsocialismo y comunismo, lo transforma en un campo minado". Algunos medios alemanes le pusieron entonces un nombre en inglés a aquel nacimiento: Hall of Shame (Salón de la vergüenza).
En 2005, un año antes de organizar el Mundial, la Federación Alemana publicó el libro "El fútbol bajo la esvástica", con el fin de ponerle luz a aquel período oscuro y hostil. La investigación estuvo a cargo de Nils Havemann y Klaus Hildebrand. En el estudio se llega a una conclusión clara tras el examen de numerosos documentos en Alemania y en el extranjero: junto con Herberger, la mayoría de los directivos de la DFB (la sigla de la Federación Alemana) colaboraron con el régimen. "El entrenador no tuvo nada que ver con la ideología, pero fue usado con su consentimiento por una ideología inhumana", comentó el historiador Havemann. Según consta en la investigación, Herberger incluso colaboró en la película de propaganda del régimen "Das Grosse Spiel" (El gran juego).
En la presentación del libro, el entonces ministro del Interior, Otto Schily, expresó: "Es doloroso pero hay que decir que el estudio arroja una sombra sobre Sepp Herberger". Y agregó: "No existe en la historia alemana ninguna violación más vergonzosa de las reglas del deporte y de la humanidad como la sucedida en ese período-CLARIN
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