viernes, 30 de septiembre de 2011

Israel-Palestina y la perpetuidad del status-quo

Israel-Palestina y la perpetuidad del status-quo

por: Moshé Rozén (Desde Nir-Itzjak, Israel)

ANÁLISIS II. La reciente Asamblea General de las Naciones Unidas se asemeja a aquellos incidentes urbanos, cuando las fuerzas del orden establecen un cordón para cerrar el ámbito de los hechos y tranquilizan a los peatones: "no se detengan, sigan su camino, vamos que no pasa nada..."





La reciente Asamblea General de las Naciones Unidas se asemeja a aquellos incidentes urbanos, cuando las fuerzas del orden establecen un cordón para cerrar el ámbito de los hechos y tranquilizan a los peatones: "no se detengan, sigan su camino, vamos que no pasa nada..."

Pero, así como el despliegue policial indica lo contrario, o sea: que realmente pasó algo grave, la cortesía protocolar oculta el estrepitoso fracaso de Abu Mazen (Abbas) y de Benjamín Netanyahu. Ambos contendientes declamaron sus previsibles discursos, cuyo común denominador es la negación del adversario. El Presidente de la Autoridad Nacional Palestina habló de la tierra de Mahoma y Jesús, obviando a Moisés y a Isaías. El Primer Ministro del Estado de Israel, a su vez, hizo gala de una elaborada retórica pero, tampoco acompañó su mano extendida al diálogo con una propuesta concreta ni un generoso desafío a cambiar el esquema de juego. Ambos dirigentes se limitaron a hablar a sus propios colectivos y no a la comunidad internacional.

Netanyahu no comparte el temor de su socio de gabinete, Ehud Barak. El Ministro de Defensa, sostiene que Israel corre el riesgo de un abrumador aislamiento internacional. Barak no se refiere únicamente a la periferia inmediata, a las provocaciones de una Turquía deseosa de recrear el imperio otomano ni a la inestable junta militar emergida de la revuelta popular en Egipto. El ministro no oculta su preocupación sobre un paulatino abandono del apoyo militar y diplomático otorgado a Israel por parte de Europa occidental y los Estados Unidos.

El premier israelí -tal vez acosado por sombríos sondeos pre-electorales- se aferra a la coalición con sectores ultranacionalistas, que condicionan su fidelidad, a cambio de mantener y ampliar la colonización de los territorios ocupados.

En los días previos al decepcionante desfile oratorio en Nueva York, la preocupación, en Ramalla y Jerusalem, estaba centrada en evitar el desborde: la dirigencia palestina sabe que situaciones de violencia reducen su puntaje para aprobar la moción de reconocimiento a la moción de soberanía. Israel, por su lado, no quiere verse envuelta en acciones represivas que aceleren e incrementen el aislamiento internacional del que habla Barak.

Pareciera que ambos bandos -el árabe-palestino y el judío-israelí- se han resignado a perpetuar el status-quo. Pero la verdad es otra: la administración militar es una formulación caduca, el Medio Oriente de 1967 -cuando Israel toma posesión de la ribera occidental del Jordán- no se parece mucho a la convulsionada región actual.

Sin embargo, hay puntos en común con el escenario mesooriental de otros tiempos.

Hace 50 años, el 28 de septiembre de 1961, un grupo de oficiales promovió un golpe militar en Siria, clausurando la unidad estatal -de Damasco y El Cairo- instaurada por Nasser, líder de aquella estrategia panarábiga.

Egipto y Siria se encuentran sumergidos en un teatro de imprevisible desarrollo. No creo que vuelvan a reanudar la aventura de hace más de medio siglo cuando se fusionaron para atenazar a Israel. Pero será de fatal inocencia creer que Israel puede hacer frente, sólo con herramientas bélicas y sin iniciativas diplomáticas activas, a los riesgos -en el flanco doméstico- que devienen de la anexión de Judea y Samaria o del frente externo -como un eventual eje de abierta actividad hostil de los países vecinos.

En este sentido, el desencuentro palestino-israelí en la ONU no depara perspectivas de para un pronto adiós a las armas.

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