viernes, 6 de julio de 2012

Celos Sagrados

Celos Sagrados Rabino Daniel Oppenheimer Celos Sagrados Rabino Daniel Oppenheimer Se acercaba el último tramo de la travesía por el desierto del pueblo de Israel, antes de ingresar a la ansiada tierra prometida a los antepasados. Atrás habían quedado los cuarenta largos años de su itinerario. Los integrantes del pueblo actual eran mayoritariamente los nacidos en el desierto. Ya se encontraban en las proximidades del pueblo de Moav. Esta nación, que en sus orígenes había tenido ciertos lazos de parentesco con nuestros antepasados (en virtud de ser descendientes de Lot, sobrino de Abraham), temió a las consecuencias de lo que podría sucederle por la llegada inminente de los hebreos. Por lo tanto, junto a los líderes del pueblo de Midián, decidieron contratar los servicios de un profeta gentil, Bil’am - él mismo un acérrimo enemigo de los judíos - para que maldiga a la emergente nación. Bil’am hizo todo lo que estuvo a su alcance, aun sabiendo que no contaba con el aval de D”s para su misión, a fin de llevar a cabo tan magna obra de odio. A pesar de varios intentos, en cada una de las oportunidades, D”s torció sus planes y revirtió las palabras de desdén que quería emitir, obligándolo justamente a bendecir al pueblo de Israel. Frustrado por no poder realizar su pérfido sueño, ni poder responder a los deseos de sus anfitriones (ni, por supuesto, recaudar por los servicios prestados…), Bil´am optó por aconsejar a los moabitas respecto a un modo de derrotar al pueblo de Israel: “El D”s de estos aborrece la promiscuidad…”. El plan consistía en ataviar atractivamente a las jóvenes moabitas, para que los hebreos caigan apasionados por su “encanto”. De ese modo, al pecar, los israelitas serían castigados por D”s por las trasgresiones sensuales y por la idolatría a la que serían conducidos consecuentemente. Ni Bil’am, ni Balak estaban circunscritos a consideraciones morales, aun a aquellas que la humanidad había intentado mantener desde su reconstitución a partir d ncanto”. De ese modo, al pecar, los israelitas serían castigados por D”s por las trasgresiones sensuales y por la idolatría a la que serían conducidos consecuentemente. Ni Bil’am, ni Balak estaban circunscritos a consideraciones morales, aun a aquellas que la humanidad había intentado mantener desde su reconstitución a partir del Diluvio en la época de Noaj. El plan funcionó con demasiada perfección. En la epidemia que siguió a este tropiezo masivo de los israelitas, cayeron más judíos de los que habían muerto en todos los yerros anteriores de su prolongada marcha: 24.000 hombres, o sea 1 de cada 25 varones del pueblo. Aun en medio de la confusión, uno de los líderes de las tribus desafió abiertamente a Moshé trayendo al campamento a la hija de uno de los reyes de Midián para juntarse públicamente a ella. Moshé, que siempre había enfrentado todos los embates del Faraón y del pueblo entero, en aquella situación quedó atónito, imposibilitado de responder. En aquel momento, sucedió algo insólito: Pinjás, hijo de Eleazar y nieto de Aharón, hermano de Moshé, tomó la lanza en su mano y mató a este infractor manifiesto junto a la princesa midianita. Acto seguido, la epidemia Di-vina de punición se interrumpió. No murieron más hebreos. Si bien el efecto de esta “justicia por mano propia” fue positivo, mucha gente comenzó a protestar por este acto. “¡¿Quién, acaso, es Pinjás para asumir tal atribución?!” - reclamaban entre otras cosas menos dignas, que también recriminaban (respecto a los ancestros maternos de Pinjás). En ese momento, D”s dirigió Su palabra a Moshé, rebatiendo las quejas de los que censuraban: “Pinjás, hijo de Eleazar y nieto de Aharón quitó Mi enojo del pueblo de Israel…, por lo tanto, dile que he aquí le confiero Mi pacto de paz. Y será para él y para su descendencia el sacerdocio eterno, puesto que ha celado por su D”s, y ha expiado por los hijos de Israel”. Un premio que no nos deja de llamar la atención por varios motivos. ¿Por qué realmente estaba bien lo que hizo? ¿Quién le concedió esa atribución? ¿Es, acaso, una práctica que debemos emular? ¿No sería peligroso que esto sucediera? ¿Por qué la Torá hace mención al abuelo Aharón en casi cada una de las instancias en que se menciona a Pinjás (habitualmente, en la Torá, solo se menciona el nombre del individuo en cuestión y el de su padre)? ¿Por qué la recompensa de Pinjás fue precisamente un premio de paz, de armonía, de concordia, cuando su acto esencialmente fue violento? Para explicar este acto extraño, debemos recurrir a las palabras de los Sabios que nos explicaron la situación, y esto, a su vez, nos dejará una enseñanza acerca de la aplicación de la “Kin’á” (“celo”) para defender las cosas que consideramos sagradas. Efectivamente, Existe una ley que autorizaba a Pinjás proceder de la manera que actuó (“haboél aramit, kanaim poguím bo” - Sanhedrín 81:). En la coyuntura en la que sucedieron los hechos, Pinjás, el kana’í (diligente y determinado), debió obrar en la manera que lo hizo. Quien no es kana’í en el resto de su filosofía de vida y en su modo de operar, no podría atribuirse esa responsabilidad. Sin embargo, esto no nos explica el carácter del galardón espiritual que recibió, ni la mención de su abuelo. R. Jaim Shmuelevitz sz”l, basándose en el modo en que la Mishná (Hilel en Pirké Avot 1:12) describe a Aharón como “…quien ama a las criaturas y las acerca a la Torá”, responde a nuestras incógnitas. Estos dos atributos señalados en la Mishná - explican los Sabios - no son independientes uno del otro. Fue precisamente el amor de Aharón por la gente, lo que influyó sobre las personas para que se acerquen a la Torá. ¿Cómo sucedía esto? Cuando los beneficiarios de su amor percibían que Aharón los quería, sentían vergüenza de pecar, por sentir que no serían dignos del afecto que Aharón les demostraba. Todo esto explica porqué el celo de Pinjás se atribuyó necesariamente a las características del abuelo Aharón. Un ardor apasionado, aun si defendiera una causa noble como en este caso en que Pinjás salió a defender el Honor de D”s frente a una afrenta tan grave y notoria, no sería aceptable si no fuera sincera desde su ángulo auténtico de amor por el otro judío que lastimosamente ha caído en las garras del pecado y está en situación de falta. Claro está que las personas con ideales defienden sus creencias frente a quienes las desafían. Esto no es una particularidad del judaísmo. Dolorosamente sentimos en carne propia los avatares de los que agreden, violentan y hieren en nombre de sus creencias. Con sus actos suman a la violencia existente y generan aun más terror en sus víctimas y en si mismos. Difícilmente podríamos imaginar ternura, cariño o cordialidad en sus personas, tanto en el origen de lo que los motiva, como así también en el objetivo que persiguen. Por eso la insistencia de la Torá en determinar la fuente de la pasión de Pinjás: precisamente el amor que profesaba su abuelo. Asimismo el premio de Pinjás fue el sacerdocio: el fundamento del acercamiento de los judíos a Su padre, y el pacto de paz. Aun si su convicción pura lo llevó a salvar al pueblo matando a uno de sus príncipes, la esencia de Pinjás permanecería transparente y diáfana. Y todo esto nos brinda una enseñanza para nuestro modo de actuar contemporáneo: ¿Debemos luchar por nuestros ideales? Sin duda que quien realmente cree en lo que pregona, arriesgará presentar sus ideas al público y perseverar en su búsqueda por la verdad. Sin embargo, esto solamente puede y debe ocurrir en un marco de amor por la gente, y no en un ambiente de competencia, rivalidad, triunfalismo y humillación del opositor - aun si se tratara del más noble de los objetivos. ¿Y cómo sabemos si nuestro celo es tan sagrado como pretendemos convencernos? Si una persona, o un líder (o aun un padre con sus hijos) reprochan cierto error solamente a cierto segmento de la población, y no expondría lo mismo a otros (por ser amigos o partidarios de uno) bajo las mismas circunstancias, evidentemente el celo no es tan sagrado como se aspira concebir y demostrar. Es más, es aun peor, por utilizar la Torá para arremeter contra otros mientras los objetivos reales son egoístas y despreciables. Solo si realmente nos preocupamos por el bienestar del prójimo - amigo, o no, entonces nuestro brío por corregir los males también se encuadra en aquel sentimiento ilustre. Y entonces, estamos buscando el “pacto de la paz”. Fuente: Ajdut Informa Nº540 Publicite en Kashrut y Mitzvot, Contacto: kashrutymitzvot@gmail.com