martes, 31 de julio de 2012

En cualquier caso, es sorprendente que tanta gente opine tanto sobre un país del que no sabe nada


En cualquier caso, es sorprendente que tanta gente opine tanto sobre un país del que no sabe nada

A pesar de los muchos años que llevo en el tema, aún me sorprende la pregunta. Cada vez que mi nombre o el de algún amigo se asocian a la palabra Israel, ya sea por una charla o un libro, siempre aparece alguien que pregunta ¿por qué? Y por supuesto nunca se trata de una pregunta virgen, nacida al albur de una conversación despreocupada, sino con aire de interrogación acusatoria. Es mentar a Israel, y a algunos se les abre la puerta del infierno, los demonios salen a pasear y todos los tópicos del diccionario de burrilandia caen encima del hereje. Por supuesto aparecerá en la conversación la palabra sionista, lo cual no significa que el susodicho haya oído hablar de Theodor Herzl, ni tenga pajolera del sustrato socialista que palpitó en la creación del sionismo, ni sepa nada de la democracia israelí. Y por no saber ni tan sólo sabe que acusar a alguien de sionista es una simpleza de ignorante. Pero han oído algún tam-tam y han leído alguna web de esas que perpetúan los estigmas antisemitas, tanto en su versión de extrema derecha como de extrema izquierda, y se creen que están diciendo algo muy gordo. Personalmente no me importa nada, porque aunque es evidente que no lo soy –el sionismo corresponde a los israelíes–, también es cierto que el sionismo es una historia de éxito, capaz de haber creado de la nada un país de altísimo nivel tecnológico y científico, con una democracia sólida que integra gentes de todas las procedencias y, encima, sobrevivir en medio de países enemigos que los hostigan bélicamente, tanto con guerras como financiando la violencia terrorista. Si algo ha triunfado en aquella zona convulsa es precisamente el sionismo, otrora, por cierto, sinónimo de progresismo. Pero como la mayoría de los que opinan sobre Israel no saben nada, se creen que están insultando ferozmente.
¡Pobres!
Sin embargo, mi pregunta es la contraria, ¿por qué no? ¿Cómo se puede estar en contra de los valores que crearon el Estado de Israel y de su lucha por la supervivencia? Valores que son los nuestros porque son los de la libertad. ¿O los nuestros son los valores de Hamas, de Irán, de Siria? En cualquier caso es sorprendente que tanta gente opine tanto sobre un país del que no sabe nada. Pero tampoco es extraño porque la historia del prejuicio contra los judíos es una historia de ignorancia. No podía ser distinto en el caso de Israel. Pues bien, y en homenaje a todos aquellos que se enfadarán, les brindo el premio que la embajada de Israel nos ha dado a un grupo de personas que hace años que salimos del armario. Gentes de orígenes e ideologías diversas pero coincidentes en esta cuestión. El premio es el Samuel Hadas, en homenaje a una gran persona que fue el primer embajador de Israel en España. Sólo me cabe decir que me siento orgullosa de haberlo recibido. Y ¿saben por qué? Porque hace años que supe responder a esa pregunta.