Malherido, el régimen de Bachar el Asad es aún capaz de seguir dando zarpazos. Logra incluso innovar algo en su política de comunicación para levantar la moral de sus fieles decaída por su pérdida de ciudades y pueblos y por la brutal decapitación de la cúpula militar y de seguridad.
El Ejército regular embistió en el sur de Damasco, donde se lucha desde el domingo por la tarde. Retomó, al menos en parte, las barriadas de Jobar, Kefar Suse y Qabun causando estragos entre la población civil. La ofensiva empezó el jueves y la remató ayer viernes.
No en balde fue el jueves, el día en que arrancó la ofensiva gubernamental, la jornada más mortífera en Siria desde que la sublevación, hace más de 16 meses. A causa de los bombardeos y de los combates murieron 206 civiles y 98 soldados leales a El Asad, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. El balance del viernes tiende a ser similar.
Pero cuando el régimen logró retomar la iniciativa militar en Damasco, se reactiva otro frente, el de Alepo, la capital económica de Siria, hasta ahora algo aletargada. Hasta mediados de semana los rebeldes armados habían progresado en sus suburbios —las imágenes muestran la toma de la sede del partido Baaz en Al Baab y derribo de un francotirador, pero el viernes pasaron al ataque en la misma ciudad adueñándose del barrio de Salah al Dine y enfrentándose a los carros de combate en los alrededores del estadio Hamdanié—. Allí donde no se disparaba las protestas eran muy concurridas.
En Damasco fue en Al Midan, el más céntrico de los barrios conquistados por el Ejército Sirio Libre (ESL), compuesto mayoritariamente por desertores, donde el régimen se apuntó su mayor tanto. La Guardia Republicana, unidad de élite, lo recuperó el viernes. Esa victoria produjo tal gozo al régimen que lo anunció a bombo y platillo. “Nuestras valientes fuerzas armadas han limpiado totalmente el área de Al Midan de los residuos de terroristas y mercenarios y han restablecido la seguridad”, informó la televisión estatal, que mostró imágenes del barrio destrozado, de presos maniatados y arrodillados y de armas ligeras incautadas al enemigo.
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Los anuncios de conquistas militares y las imágenes de enemigos presos “son nuevas y dan la impresión de que el régimen quiere administrarse una inyección de ánimo” después del atentado del miércoles, comenta un diplomático europeo recién llegado a Beirut desde Damasco. La explosión costó la vida al viceministro de Defensa y cuñado de El Asad, Asef Chawkat; al propio titular de Defensa, Daud Rajha, y al coordinador de la célula de crisis, Hassan Turkmani. Hoy también falleció, a causa de sus heridas, el general Hicham Ikhtar, jefe de la Seguridad Nacional.
“¡Dios, Siria, Bachar y nada más!”, coreaban los asistentes al funeral de los tres primeros muertos, según el holandés Sander van Hoorn, uno de los pocos periodistas extranjeros autorizados a trabajar en Damasco. En las exequias, que se celebraron en el monumento a los mártires del monte Qasiun, Van Hoorn no vio a nadie de la familia El Asad, empezando por el presidente.
Su ausencia no significa que esté haciendo las maletas para huir del país. El embajador ruso en Francia, Alexandre Orlov, declaró ante los micrófonos de Radio Francia Internacional que el presidente sirio “ha aceptado que se tiene que ir pero de manera civilizada”. Sus palabras suscitaron un sinfín de especulaciones sobre el exilio de El Asad a Rusia.
Rara vez el régimen sirio se apresuró tanto en desmentir una información. Un comunicado aseguró que las palabras de Orlov “carecían por completo de fundamento”. El Asad no se va, pero tampoco se deja ver.
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La brutalidad se instala en ambos bandos
EL PAÍS
Los hombres del Ejército Sirio Libre (ESL, oposición) detuvieron al coronel sirio que mandaba el puesto fronterizo, y a continuación le cortaron los brazos y las piernas. El viceministro iraquí de Interior, Adnan al-Assadi, hizo, el jueves, por teléfono este relato espeluznante de la toma por los rebeldes armados sirios de uno de los cuatro puestos de policía y aduana por los que se puede cruzar de Siria a Irak. Los puestos estaban custodiados por un puñado de soldados del Ejército regular.
Al-Assadi trasladó el testimonio de los guardas iraquíes a un periodista de la agencia francesa AFP en Bagdad. Después de acabar con el coronel, el ESL "ejecutó a 22 soldados del Ejército sirio [que se habían rendido] bajo la mirada de los soldados iraquíes" apostados enfrente, según explicó el viceministro, que no precisó en cuál de los puestos fronterizos tuvo lugar esta matanza, aunque probablemente fue el de Abou Kamal, en el valle del Eufrates.
Después de haber anunciado que el ESL se había apoderado de los dos puestos fronterizos con Irak, el Gobierno de Bagdad rectificó y señaló que el de Al Walid, en pleno desierto, seguía en manos de los leales a Bachar el Asad. Por él transitan a diario miles de ciudadanos iraquíes que en años anteriores habían huido de la violencia en su país, y que ahora emprenden el camino inverso para librarse de la guerra en Siria. Para acelerar esta repatriación el portavoz del Gobierno iraquí, Ali Dabbagh, anunció la puesta en marcha de un modesto puente aéreo entre Damasco y Bagdad.
El Ejército iraquí decidió ayer cerrar la frontera con Siria en la zona controlada por los insurgentes, construyendo muros de hormigón para protegerse ante el incremento de la violencia. El teniente general Ahmed al Jafayi, un alto cargo de Interior, confirmó que Irak había reforzado la seguridad en varios puntos clave de su frontera occidental, que mide 680 kilómetros, y había desplegado más efectivos e incrementado las patrullas.
El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados señaló hace dos años que 1,5 millones de iraquíes vivían en Siria -un país con 22 millones de habitantes- pero que solo 150.000 estaban registrados adecuadamente como refugiados.