martes, 31 de julio de 2012

Prohibido dejarse arrastrar tras las provocaciones de Hezbollah


CIDIPAL 

Yoram Schweitzer
El sangriento atentado en Burgas es parte de la ofensiva conjunta, que se prolonga desde el inicio del año, materializada por Irán y su ramificación (Hezbollah) contra Israel en el exterior. La ofensiva se ve como expresión de la voluntad compartida por vengar la muerte de Imad Mughniyah y los científicos nucleares iranies, atribuida a Israel, pero es probable que represente una cobertura a un interés iraní más amplio, que pretende arrastrar a Israel a una guerra en Líbano, en la coyuntura más cómoda para los iraníes.
La ofensiva terrorista internacional de Hezbollah contra Israel comenzó tres meses después de la muerte de Mughniyah  en Damasco, por medio de intentos de llevar a la concreción de atentados en Azerbaiyán, Egipto y Turquía. Nasrallah prometió, en público, que la venganza de su mano derecha, el hombre operativo más destacado de Hezbollah, llegaría y que su organización no se calmaría hasta que se materialice.
El último año, Hezbollah  continuó - en coordinación y con la cooperación de Irán-  con sus actividades en Tailandia y Chipre. Al mismo tiempo, se propusieron los iraníes, por medio de sus agentes y enviados locales, atacar objetivos israelíes en Azerbaiyán, Turquía, India, Tailandia y Kenia. Además de las heridas causadas a la mujer de un oficial de seguridad israelí en Nueva Delhi (febrero, 2012), todos sus esfuerzos fueron vanos hasta que lograron, como bien se sabe, perpetrar su barbarie en Bulgaria. Esa acción también fue parcialmente frustrada.
La intervención directa, por parte de Irán,  en esa actividad de Hezbollah, obtuvo expresión pública en boca de la organización que reconoció,  en el pasado, que solo el líder supremo de Irán cuenta con la única autoridad religiosa para permitir su acción estratégica y, en esa norma, se hallan los atentados terroristas en el exterior.
A la par de la autorización religiosa, responsables oficiales de la Guardia Revolucionaria de Irán, que actúan en Líbano e Irán, en la autorización y coordinación de la parte operativa de esas acciones.
Cabe suponer que, en presencia de los fracasos del pasado, los iraníes resolvieron tomar las riendas en sus manos,  a fin  de garantizar el éxito de las acciones con el objetivo de reconstruir su imagen. Irán quiere transmitir a Israel un mensaje violento y agresivo a fin de movilizarlo a continuar el ataque a sus científicos.  Aparece una clara amenaza que si Israel ataca sus plantas nucleares se expone a una fuerte reacción y ello provocará una amplia y dolorosa ola de atentados terroristas internacionales contra sus objetivos.
Queda claro que esos mensajes no se limitan solo a Israel y están destinados a los líderes de los países de la coalición internacional, socios en la imposición de sanciones. Irán pretende retornar y activar el arma del terror internacional,  tal como lo hizo contra ellos durante más de una década y media tras el ascenso del régimen de los ayatolás al poder. Parece que detrás de la campaña terrorista de provocación en el exterior, se esconde una estrategia iraní más amplia que pretende llevar a su máximo punto la advertencia israelí frente a Hezbollah en Líbano y complicar a Israel en un enfrentamiento militar con ese país. Según la evaluación de Irán, una ofensiva militar en Líbano se cobrará de Israel un alto precio y lo desviará de lo que,  se supone en Teherán, son las intenciones próximas de un ataque a Irán, y hasta desviaría la opinión pública mundial de lo que ocurre en Siria, su aliado.
Las declaraciones del Primer Ministro, Biniamin Netanyhau,   después del atentado y del Jefe Mayor del Ejército ante la comisión de Asuntos Exteriores y Seguridad, que Israel responderá contra los enviados terroristas que ataquen a sus ciudadanos, es justificable y se combina con la ofensiva israelí de censurar la actitud rebelde de Irán en áreas de terror y  armas nucleares. Sin embargo, la compleja realidad de seguridad que se le impone a Israel en presencia de los movimientos que tienen lugar en los países que lo rodean y la falta de estabilidad gubernamental, hace que los funcionarios deban evaluar, de modo claro, la reacción a las provocaciones dirigidas contra ese país a manos de organizaciones terroristas que actúan contra Israel al servicio de intereses foráneos.
Por esos motivos, es preferible para Israel apostar por una política contenida y reaccionar, cuando así lo elija, de modo focalizado y secreto contra los perpetradores terroristas y sus enviados, a verse arrastrado a la guerra y el derramamiento de sangre, que solo ayudará a los elementos del lado que pierde en los procesos históricos en el mundo árabe, para desviar la ira dirigida a ellos hacia el lado de Israel.

Yoram Scheitzer, es responsable del Proyecto de Terrorismo en el Instituto de Investigaciones de Seguridad Nacional.
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