וְנִקְדַּשְׁתִּי, בְּתוֹךְ בְּנֵי יִשְׂרָאֵל: אֲנִי ה' מְקַדִּשְׁכֶם.
Debo Ser Santificado Entre Los Israelitas, Yo Soy Hashem que los santifico.
El tratado de Menajot (53:1) relata un diálogo entre el Todopoderoso y la Asamblea de Israel.
La Asamblea le dijo a Hashem: “Agradeceme que te hice saber en el Mundo”, a lo que Boré Olam le contesta: “YO tengo que agradecer únicamente a Abraham, Itzjak y Iaacob, ya que ellos fueron los primeros que me hicieron conocer el Mundo”. Nuestros 3 Patriarcas fueron los primeros que santificaron el nombre de D’s en el Mundo. Boré Olam les agradece a ellos. El resto de los Iehudim que entregaron su vida con su fe en todas las generaciones, cumplieron con la mitzva que está escrita en Vaikrá (22:32): Santificar su vida por el Creador.
Debemos entender qué mérito tienen los primeros y por qué se les resta importancia a los segundos, terceros y últimos. Otra cosa que merece su investigación: Sólo Abraham fue el Primero; Itzjak y Iaacob aprendieron de él. ¿Por qué el Talmud dice que Hashem les merece su agradecimiento a los 3 juntos?
Hay que decir que cada uno de los patriarcas, hizo saber y enseñó un punto más de la presencia de Hashem en el mundo.
Abraham: Fue el primero que entregó su vida por el Creador, arrojándose a un horno de fuego. Abraham se tiró, dado que tenía suma confianza en Hashem y estaba seguro de que ÉL lo iba a salvar.
Itzjak: Pensó que al entregarse en el Altar, nunca se iría a salvar. En este punto fue superior a Abraham Abinu.
Iaacob: Vivió 22 años en la casa de su malvado suegro Labán, estudiando Torá y cumpliendo Mitzvot. Iaacob tenía miedo de que en cualquier momento Labán lo asesinara. Con todo esto, entregó su vida por Hashem, para formar su familia, las grandiosas 12 Tribus. Más grande es la prueba de Iaacob que duró tantos años, sobre las que atravesaron Abraham e Itzjak, que duraron tan solo un instante. Iaacob entregó su vida por Hakadosh Baruj Hu, durante mucho más tiempo que los otros Patriarcas. No obstante, los tres son considerados los primeros en santificar el Nombre Divino. Todos los que vienen después, tienen en quién apoyarse y van a decir: “Así como nuestros padres, Abraham, Itzjak y Iaacob santificaron su vida en nombre de D’s, y fueron salvados, también eso ocurrirá con nosotros”. Los Patriarcas no tenían una enseñanza previa en quién apoyarse, sin embargo, de todas formas dieron su vida por el Creador.
Dijo Rabí Iehoshua ben Jananiá: “En toda mi vida no fui vencido por un hombre, sólo por una mujer, un niño y una niña”.
Ocurrió una vez que Rabí Iehoshua se hospedó en una posada.
La dueña del lugar, ofrecía una sola opción en su menú: pan con habas cocidas, así que durante todos los días que estuvo allí, le sirvieron lo mismo.
El primer día Rabí Iehoshua hizo Netilat Iadaim (lavado ritual de manos) y comió el pan y todas las habas, sin dejar restos de comida en su plato.
Al día siguiente procedió de la misma manera: bendijo el pan y comió todo lo que le fue servido en el plato. Tanto le gustó la comida que, al igual que el primer día, no dejó resto alguno.
El tercer día la dueña de la posada quemó toda la comida al punto que era imposible comer las habas. A pesar de eso, la mujer le sirvió toda la preparación al Rabí al igual que siempre.
Rabí Iehoshua se sentó a la mesa, y lo primero que comió fue el pan. Al momento de probar las habas, frunció su cara y retiró su mano de ellas.
- ¡Rabí! se dirigió a él la dueña del lugar- ¿Por qué no cena hoy?
- Ya comí antes, por lo que ahora no tengo hambre - Contestó Rabí Iehoshua ocultándole la verdadera causa, para no hacerla sentir mal.
Pero la mujer que era muy inteligente y sagaz le dijo inmediatamente:
- Si no tiene hambre, ¿por qué comió todo el pan y las habas apenas que las probó? Otra fue la causa que motivó sus actos, quizás recuerde que los dos primeros días de su estadía aquí, no dejó nada de comida en su plato y para remediar esto, ahora dejó el plato de habas entero.
De esto se aprende que por una cuestión de cortesía y delicadeza, siempre se debe dejar un poco de comida en el plato.
El segundo hecho sucedió cuando caminaba por el campo. Una niña lo observó cuando atravesaba un sendero y le dijo:
- ¿No es esto un campo? ¿Por qué caminas sobre él y destruyes las plantas y las semillas?
- ¿No es este un camino ya establecido en el campo? Tu crees que yo paso por el campo, sin embargo piso sobre el camino que ya está marcado, y no sobre las plantas y semillas.
Respondió la niña:
- En un principio no había un camino dentro del campo, sino que a causa de tantas personas como tú que pasaron y pisaron las plantas y las semillas, este lugar quedó marcado como camino.
El tercer hecho sucedió con un niño.
Una vez iba Rabí Iehoshua por un sendero y vio un niño que estaba sentado sobre un cruce de caminos.
- ¿Cuál es el camino que lleva a la ciudad? Preguntó Rabí Iehoshua al niño, cuyos ojos mostraban inteligencia y picardía.
- Este camino es corto y largo, respondió el niño indicando el camino de la derecha.
- Pero aquél – dijo mientras señalaba el camino de la izquierda – es largo y corto.
Rabí Iehoshua optó por el de la derecha, corto y largo. Pero luego de una hora de caminar se precipitaron los techos de la ciudad frente a sus ojos.
La llegada a la ciudad estaba totalmente obstruida por huertos. Rabí Iehoshua esperó una hora detrás de la entrada, pero fue en vano.
Entonces marchó nuevamente hacia el cruce de caminos donde aún se encontraba el niño y sus ojos mostraban una mirada significativa.
- ¿Por qué me dijiste que el camino era corto?- se quejó Rabí Iehoshua.
- No te dije que era sólo corto, sino también que era largo - le respondió el niño con una expresión de triunfo sobre su cara.
Rabí Iehoshua beso la cabeza del niño y dijo:
- Vuestra felicidad Israel, es que todos tus integrantes son sabios, desde los más grandes hasta los más pequeños.
Un cuarto relato sobre este mismo Rabí se encuentra en el Midrash Rabá (Ejá 1:19) que él estaba montado en un burro cuando vio a una niña que llevaba baldes de agua. Él le dijo: “Dame de beber”, y ella le dijo: “Te daré de beber a vos y a tu burro”. El Rabí le dijo: “Querida hija, actuaste de la misma forma que actuó Rivká con Eliézer, al darle de beber a él y a sus camellos”. La niña le contestó con inteligencia: “Es verdad que yo hice como Rivká, pero vos no hiciste lo que hizo Eliézer, no me diste ni aros ni joyas”. Hasta aquí el Midrash.
La respuesta de la pequeña niña, es una respuesta arrolladora. ¿Por qué motivo el Talmud no cuenta esta historia junto a los otros tres casos citados anteriormente?
De acuerdo a lo que explicamos, la niña ya sabía de antemano lo sucedido con Rivká en un primer momento, y la recompensa que ella recibió. Este midrash no se corresponde con la historia de Rivká y Eliezer, ya que el objetivo de la niña era ganar algo y tener provecho de todo esto.
Ejemplos Prácticos de lo exhibido
Aprendemos de todo esto, la importancia de ser los primeros en realizar una Mitzvá.
Existe la Mitzvá de Asará Rishonim – Los 10 primeros en el Bet Hakneset, que reciben la recompensa por todos los que vendrán luego. El mérito para ellos es que tendrán larga vida.
Principalmente, el primero que viene al Bet Hakneset, recibe la recompensa por todos los que van a venir posteriormente.
Este tipo de Mitzvot son simples, sólo hace falta levantarse un poco más temprano a la mañana en el momento de Shajrit, o llegar más temprano que nadie a la tarde en el momento de Minja y Arvit.
Debemos adelantar el saludo y ser los primeros en saludar a toda persona. Pirkei Abot (4:15).
Es bueno adelantarnos y buscar siempre poder hacer Mitzvot que nadie haya hecho o ser siempre los primeros en realizarlas.
Procurar ser socio fundador de un proyecto Toraní – Espiritual, como ser: Un Bet Hakneset, una Escuela, Guemilut Jasadim, Mikve, etc.
Shabat Shalom!!!
Rab Isaac Rubén Yacar
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