Al historiador Joan Baptista Culla no le gusta la etiqueta de escritor que se suele utilizar indiscriminadamente. "Para mi el escritor es aquel que escribe novelas de ficción y/o poesía y yo sólo escribo libros de historia", puntualiza el colaborador de Josep Cuní en las tertulias de Matins de TV3. Culla reconoce su suerte al poder compaginar su trabajo con su segunda vocación, el periodismo. Colaborador habitual de Catalunya Radio, El País y el diario Avui, colabora más esporádicamente con otros medios de comunicación como La Vanguardia y El Periódico. Desde enero de 1991 dirige y presenta Segle XX, un programa de documentales que analiza los hechos que marcaron el siglo pasado. Con más de una docena de libros en su biografía, el también profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona forma parte de esa minoría de líderes de opinión de este país que, en una línea heterodoxa que se aparta de lo que se considera políticamente correcto, se posiciona a favor de los israelíes en el eterno conflicto árabe israelí. Sin embargo, "lejos de parecerse a un western clásico, en el que en seguida se ve quienes son los buenos y quienes son los malos, nos encontramos frente a un tema mucho más complejo", puntualiza.
Me temo que lo que hoy no aparece en los medios de comunicación tampoco lo hará en los libros de historia de los próximos años.
Ciertamente, hoy en día aquello que no sale en los medios de comunicación no existe. Con respecto a la política internacional, hay regiones en el mundo donde existen conflictos importantes, pero apenas nos llegan noticias para formarnos una idea al respecto. En cambio, cualquier persona tiene una opinión formada de lo que ocurre en Israel y Palestina.
El conflicto árabe israelí tiene una importante cobertura mediática.
Ocupa entre el primer y el segundo lugar del mundo -se lo va disputando con Washington- con una mayor concentración de corresponsales y enviados especiales. Si un niño israelí o palestino tira una piedra y rompe un cristal, aquello ya es susceptible de convertirse en noticia. En cambio hay enormes zonas del planeta, prácticamente todo el continente africano, especialmente la África subsahariana, donde muere mucha gente pero, como apenas hay corresponsales, no nos enteramos.
¿Es más importante lo que ocurre en Israel y Palestina?
En los últimos quince años, como consecuencia de los conflictos bélicos que han tenido lugar en el Congo, han muerto entre tres y cuatro millones de personas. En cambio en Israel y Palestina a lo mejor lo han hecho cinco mil. Sin embargo, si preguntas por la calle cuál es el conflicto más grave en el mundo, te contestarán que es el árabe israelí.
Paradójico.
Vivimos en un mundo donde parece que todo lo que pasa en cualquier rincón del planeta lo podemos ver y es mentira. Es una ficción. Eso sólo ocurre en determinados lugares y como consecuencia existen determinados conflictos, mucho más graves, de los que se no se habla.
¿Cuál es la solución?
Yo no le veo arreglo. Si en un determinado lugar donde hay un conflicto no hay corresponsales, no nos llegan imágenes y por tanto el problema no existe. De esta manera, ningún director de ningún medio de comunicación decidirá enviar a alguien a cubrirlo. Es el pez que se muerde la cola.
Una mentira histórica.
Yo le llamaría eclipse mediático. Hay regiones que son la cara oculta de la luna.
¿Por qué usted se ha interesado en el conflicto árabe israelí?
Es mi pasión por la historia la que me ha llevado a interesarme por la política internacional, pero no se puede ser especialista en todo... Me interesé en este conflicto hace ya cuarenta años.
¿Existe alguna implicación emocional?
Al contrario de que lo me ocurre cuando escribo sobre la historia catalana y la española del siglo XX – en la inmensa mayoría de mis libros -, cuando lo hago sobre el conflicto israelí palestino lo hago con más frialdad, sin ningún tipo de implicación emocional.
Este tema plantea la cuestión clásica de la objetividad del historiador.
Creo que la objetividad pura del historiador no existe, ni cuando habla de la historia de su propio país, ni cuando lo hace de la del otro lado del mundo. La objetividad pura sólo la podría tener una máquina, sin sentimientos, sin simpatías ni antipatías. Somos personas y la objetividad no nos es propia. Las ciencias sociales no son puras.
Más mentiras.
La obligación ética del historiador es acumular toda la información posible, explicarla y argumentarla de la manera más sólida y solvente posible, sin dejarse llevar (repito) por sus propias simpatías o antipatías.
Un ejemplo personal.
Mi último libro sobre la derecha española en Catalunya es una historia extensa del PP en el país, desde el 1975 hasta la actualidad. ¿Es objetiva? Yo no soy del PP ni tengo especial simpatía por este partido, es más, he escrito muchos artículos de opinión criticándolo. Sin embargo, este hecho no invalida mi libro. Lo convierte en discutible, pero no lo invalida.
Eso explica que sobre un mismo tema se publiquen libros desde diferentes puntos de vista.
Aparte del corazoncito del historiador, de sus ideas políticas, su historia familiar, sus experiencias, todo aquello que configura su manera de ver las cosas, se da la circunstancia de que las cosas del pasado varían con el tiempo. La manera de ver a realidad hoy no tiene nada que ver con la de hace diez años, razón por la cual, como dijo un historiador italiano, toda la historia es contemporánea.
Nunca se me había ocurrido que la historia fuera tan apasionante.
Sí. En la historia nunca se puede dar un tema por agotado, zanjado, pues nada es definitivo. Siempre se puede re escribir algo que ya se ha explicado, siempre se puede decir algo más. Porque, a pesar de no existir la fiabilidad de la fotografía, aparecen nuevos descubrimientos continuamente.
¿Qué es histórico?
Aunque los medios de comunicación - acostumbrados a trabajar en lo inmediato - tienden a etiquetar de histórico cualquier cosa, para poder calibrar la importancia histórica de unos hechos, necesitamos tener perspectiva. No hay que precipitarse. Hay que opinar con fundamento.
Y, ¿si hablamos de los últimos veinte años?
El final de la guerra fría puso fin a un sistema político que creía estar predestinado a perdurar eternamente, la elección de Barack Obama, no por los cambios que puede suponer su mandato -eso aun no lo podemos saber -sino por haber sido el primer afroamericano en llegar a la presidencia de EE.UU, la tregua del conflicto del conflicto árabe israelí, a mediados de los años 90, cuando se puso en marcha el proceso de paz, internet, por haber revolucionado la manera de comunicarse entre las personas, así como de conocer la información, la telefonía móvil, la emergencia de China.
¿Y el futuro? ¿Tiene alguna ventaja un historiador a la hora de prevenir el futuro?
El futuro sólo nos lo podemos imaginar, porque nosotros nos ocupamos del pasado. Es cierto que, de alguna manera, el conocimiento del pasado da una ventaja a la hora de prevenirlo, porque es verdad que existen constantes históricas, tendencias, que dan una idea de lo que puede pasar. Es muy difícil, por ejemplo, que un país con grandes diferencias religiosa, lingüísticas, sociales y económicas, condenado pues a la inestabilidad, pueda convertirse de la noche a la mañana en una democracia. Conocer la historia de un país es útil para prevenir su evolución.
Fuente: La Vanguardia- España
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