lunes, 5 de septiembre de 2011

El informe Palmer daña a los soldados

El informe Palmer daña a los soldados y, mejor, no haberse disculpado
de Cidipal,
Ron Ben Yishai
Una minuciosa mirada, a la versión completa del informe Palmer, deja al lector israelí con una sensación incómoda. En oposición a la impresión obtenida de las filtraciones precipitadas a los medios, Naciones Unidas no libera a Israel de culpa. Si bien justifica, legal y moralmente, la imposición del bloqueo marítimo a Gaza y su forzamiento por medio de las FDI, sus redactores imponen a Israel, de modo bastante claro, la principal responsabilidad por la muerte de nueve ciudadanos turcos y las heridas de otros tantos. La otra acusación se refiere al tratamiento no - adecuado a los activistas de la flotilla turca, tras su detención y su derivación a Israel.
El informe no se abstiene de los intencionados incidentes violentos, por parte de los activistas de la organización islámica turca IHH ni de la actitud de los soldados israelíes sobre el Mármara. La gente de la flotilla es descripta con palabras mordaces pero, en el mismo tono, el jurado eleva argumentos de los que se desprende que, los soldados de la Fuerza Naval israelí, que los enfrentaron, provocaron muertes innecesarias.
El informe también determina que el gobierno de Turquía no hizo todo lo que podía (ni debía) a fin de impedir la confrontación violenta. Pero, sus redactores se abstienen de mencionar, en la misma medida de gravedad, los hechos y la inoperancia de los activistas islámicos y el gobierno de Turquía, tal como lo hacen con respecto a Israel. Se trata del motivo por el cual Palmer (jefe de la comisión, ex Primer Ministro de Nueva Zelanda) y su secretario, el ex Presidente de Colombia, Álvaro Uribe, exigen solo a Israel publicar una declaración en la que exprese su pesar o arrepentimiento por lo sucedido, llamando a compensar, económicamente, a los heridos y familiares de las víctimas.

El informe se divide en dos partes. La primera, se ocupa de los aspectos legales y morales de las circunstancias que condujeron al suceso del Märmara, el 31 de mayo de 2010 y, la segunda, más amplia, se ocupa del asalto al barco.

En la primera parte, los miembros de la comisión justifican, sin dudar, legal y moralmente, el bloqueo marítimo a Gaza y el derecho de Israel a forzar ese bloqueo en las aguas internacionales. También determinan que, si Israel hubiera utilizado todos los recursos no- violentos puestos a su disposición, para frenar la flota que intentaba romper el bloqueo, tendría derecho a hacer uso de una fuerza considerable para conseguir ese objetivo.

No es un milagro que, el gobierno de Israel se apurara a sobresaltar esa parte que contradice la mayoría de los argumentos del gobierno de Turquía de que las acciones de Israel, en las aguas internacionales para el forzar romper el bloqueo, eran opuestas a la ley de aguas internacionales y un acto de piratería. Más aún, el informe señala que el gobierno de Turquía no hizo lo suficiente para evitar, por anticipado, el peligro previamente conocido al que se exponían los pasajeros del barco de la flotilla.
Esas determinaciones de la Comisión tienen gran importancia, dado que apelan la principal base legal sobre la que fundamenta el gobierno de Turquía su demanda de disculpa al gobierno de Israel. Y tienen conclusiones adicionales y representan un recurso de convencimiento diplomático, de gran poder, a manos del gobierno israelí en su demanda a los miembros de Naciones Unidas de impedir nuevas flotillas, tal como fuera con la programada flotilla de hace dos meses, detenida en Grecia.

En la segunda parte, Palmer y Uribe argumentan que, a pesar de tener Israel el derecho a detener el Mármara y otros barcos de la flotilla, los medios utilizados fueron desmedidos, apresurados e, incluso, opuestos a las normas marítimas aceptadas.
En primer lugar, los redactores sostienen que, Israel, no aprovechó los medios puestos a su alcance antes de la decisión del asalto. Ese era el momento de otras medidas para bloquear el camino de los barcos en aguas internacionales. La Comisión determina que, la ley internacional, obliga a no hacer uso de la fuerza más allá de lo necesario a fin de forzar el bloqueo y, hacer uso de ella, solo cuando es estrictamente indispensable; es decir, cuando los barcos están cercanos a la zona sobre la que se impone el bloqueo y es claro que se proponen violarlo. Entonces, Israel hubiera necesitado hacer manifestaciones de fuerza para convencer, a los activistas, de las flotillas a retroceder (por ejemplo, disparos de punta).

Cuando Israel decidió el asalto, por la fuerza, del barco - sostiene la Comisión- debería haberlo hecho conocer, con claridad, a sus pasajeros a fin de brindarles la posibilidad de evaluar sus actos y detenerse; decir que los soldados estaban próximos a ocupar el barco, advertirles y darles la oportunidad de retroceder. Y eso no es todo. La Comisión sostiene que, cuando quedó claro para Israel que los pasajeros del Mármara se resistían, con violencia, a la ocupación del barco a manos de los soldados y los atacaban, debería haber detenido la operación y hacer una nueva evaluación de situación. No queda claro qué hubiera podido alcanzarse con esa medida pero si se considera que, si los soldados frenaban el asalto al barco, tal como lo exige la Comisión, hubieran expuesto a la violencia y parece que, también, a la muerte a sus compañeros que ya estaban y luchaban contra los activistas turcos.
En tercer lugar, según la Comisión, Israel no suministró suficientes explicaciones y evidencias de por qué debieron, los soldados de la Fuerza Naval, disparar algunas veces desde distancias tan cortas e, incluso, por la espalda a los activistas que los atacaban. Queda claro que, los soldados de la Fuerza Naval, fueron atacados de cerca por elementos cortantes y fuego, desde distancias de centímetros apenas, algunos mientras permanecían en el piso del barco y en medio de una batalla física con varios de los atacantes que los tenían agarrados, desde diferentes direcciones y les impedían usar sus armas de un modo civilizado y ordenado. En esas circunstancias, los disparos tal como fueron realizados, eran imposibles de evitar. Así, por ejemplo, un soldado que ve a su compañero siendo atacado y arrojado más allá del barco, estaba obligado (no solo autorizado) a disparar en la espalda de los atacantes que sostenían a su compañero, para liberarlo y rescatarlo. No queda claro por qué esas evidencias no les fueron claras a los miembros de la Comisión y si así fue por qué se abstuvieron de expedirse. De hecho, el episodio tuvo un solo caso en el que parece que, a los signos de interrogación elevados por la Comisión había algún tipo de justificativo: los disparos al activista turco (ciudadanos de Estados Unidos) con un revolver desde la cubierta baja antes de generarse el contacto físico entre él y los soldados que aún estaban sobre los botes. Esas determinaciones pueden ayudar a presentar las demandas en el exterior contra soldados y sus oficiales pero, Israel, no se verá en dificultades de despejar esas demandas y hasta demostrar, por medio de testimonios y fotografías, que se trató de autodefensa.
Se sabe que, en el informe Palmer, sus redactores se esforzaron por mantener la objetividad y la lógica pero, al mismo tiempo, siendo conscientes que actuaban al servicio de Naciones Unidas (que es una organización política). De allí, la necesidad de equilibrar las determinaciones del informe y sus conclusiones de modo de conformar la voluntad de ambas partes y despejar el camino para la conciliación, tal como lo quería el Secretario General de Naciones Unidas y en Washington. Ese es el motivo por el cual el ítem que lleva el título de “Conciliación” fue incluido. A Israel se le exige expresar su pena y pagar compensaciones y Turquía debe renovar sus relaciones diplomáticas con Israel. Se sabe que, el gobierno de Israel, estaba dispuesto a aceptar las exigencias de la Comisión pero, con razón, no aceptó la demanda de Erdogan de disculparse. Esa exigencia, posicionada por Ankara como condición (en forma de ultimátum) para la reconstrucción de relaciones entre ambos países, estaba destinada a humillar al gobierno en Jerusalén y posicionar a Erdogan en un lugar de prestigio en el mundo musulmán (cabe dudar si hubiera conducido a la reconstrucción de relaciones estrechas con Turquía pero, con seguridad, hubiera desgastado a Israel y su posición en la región). Como prueba, Egipto, tras el múltiple atentado junto a Eilat, se apuró a imitar a Turquía y exigió una disculpa, aún antes que fuese claro cómo y por qué fueron atacados sus soldados durante el suceso.


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