miércoles, 6 de mayo de 2009

Entre líneas-Silencio y sionismo


ARMANDO GONZALEZ. NACION.COM
Teherán es la nueva capital del antisemitismo y su presidente, Mahmud Ahmadinejad, es el profeta. El mandatario iraní pone en duda el registro histórico del Holocausto, acusa a los estudiosos de mitificarlo y le adjudica un carácter fundamentalmente propagandístico.

Contra toda la evidencia disponible, sus intentos de revisar la memoria histórica lo sitúan en condición de cómplice tardío del horrendo crimen perpetrado por los nazis. Ahmadinejad no reconoce el derecho a la existencia del Estado de Israel. En consecuencia, condena al movimiento sionista que le dio origen y lo acusa de ser una expresión de racismo.

Esas credenciales, aunadas al radicalismo islámico, contribuyen a delinear el perfil de un fanático peligroso, de quien conviene guardar distancia. La nueva oleada de demagogos populistas en América Latina no lo entiende así. Su profeta –porque en este lado del Atlántico también los hay– recibe a Ahmadinejad con júbilo en Caracas, donde la profanación de una sinagoga alarmó en enero a la humanidad decente, que rehúsa olvidar o trivializar la masacre de seis millones de semejantes.

Si bien conviene marcar la distancia, es necesario reconocer que no toda Latinoamérica lo ha hecho, pero la pregunta que nos concierne es si Costa Rica hace lo suficiente, fiel a su tradición defensora de la democracia y los derechos humanos.

Conocedores del discurso habitual de Ahmadinejad y las pretensiones de incorporar al documento final una referencia que ligara al sionismo con el racismo, Alemania, Australia, Canadá, Estados Unidos, Holanda, Israel, Italia, Nueva Zelanda y Polonia rechazaron la invitación a participar en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Racismo, celebrada el mes pasado en Ginebra.

Veintitrés países europeos asistieron bajo advertencia de abandonar la sala si el presidente iraní, invitado a dirigirse al pleno, reiteraba sus diatribas contra Israel y el sionismo. Ahmadinejad no defraudó y, como muchos previeron, afirmó que con “el pretexto de los sufrimientos de los judíos y de la ambigua y dudosa cuestión del Holocausto” las potencias coloniales enviaron al Medio Oriente sucesivas oleadas de emigrantes para establecer “un gobierno totalmente racista en Palestina”.

Fieles a la palabra empeñada, los representantes de las 23 naciones europeas abandonaron el recinto. Costa Rica permaneció sentada. Pasada la conferencia, se escucharon las condenas de muchos Gobiernos y organizaciones civiles. Costa Rica permaneció callada. El país y el mundo merecen una explicación, no sea que se interprete que la búsqueda de puestos en la burocracia internacional nos está apartando de mejores causas.

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