martes, 19 de mayo de 2009

UN PAPA EN TIERRA SANTA


La inminente visita de Benedicto XVI a Tierra Santa marcará el tercer viaje de un Sumo Pontífice a Israel en los últimos cuarenta y cinco años. Las dos visitas papales que lo anteceden han sido bien contrastantes.
Pablo VI fue el primer Papa en pisar suelo hebreo, en 1964, y lo hizo en el marco de un peregrinaje espiritual. En lo relativo a las relaciones Roma-Jerusalem, su viaje no tuvo el menor significado político. En aquellos tiempos, la Santa Sede no había entablado relaciones diplomáticas con Israel todavía y esa visita no promocionó tal desarrollo. Procedente de Jordania (donde la mayoría de los lugares santos cristianos se hallaban) Pablo VI ingresó a Israel a través de la Galilea en vez de la capital del estado; las autoridades israelíes debieron recibirlo en Meggido. Una vez allí, pasó menos de 24hs en el estado judío y rehusó reunirse con oficiales israelíes en Jerusalem. En ningún momento se dirigió al presidente israelí por el título de su investidura, sino como “su excelencia”. Durante toda su estadía se las ingenió para evitar pronunciar las palabras “Israel” o “estado judío”. En Nazareth dio un discurso que parecía orientado a validar la Teoría del Desplazamiento: “Es la voz de Cristo promulgando el Nuevo Testamento; la nueva ley que tanto absorbe como supera a la vieja…”. Antes de partir, hizo una defensa pública -en suelo israelí- del controvertido Pío XII: “Todos saben lo que Pío XII hizo por la defensa y rescate de todos aquellos que estaban en infortunio, sin ninguna distinción…”. De regreso en Roma, envió un telegrama de agradecimiento dirigido a Tel-Aviv en lugar de Jerusalem, lugar de residencia del presidente. A pesar de que el Concilio Vaticano II estaba en curso al momento de concretarse esta visita papal, Pablo VI no empleó la ocasión de su presencia en Israel para renovar las relaciones religiosas con los judíos o los lazos políticos con los israelíes.
Treinta y seis años después, otro pontífice viajó a Israel. La visita de Juan Pablo II en el año 2000 también fue anunciada como una peregrinación espiritual, pero ocurrió en un contexto histórico muy distinto. Este Papa había reconocido diplomáticamente al estado judío y más que ningún otro pontífice en la historia del Vaticano había fomentado vínculos armoniosos con el pueblo hebreo. Aquel fue su viaje internacional número noventa y uno como Papa, de los ciento cuatro que realizó a ciento veintinueve países durante su pontificado. (Como Arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla había visitado la Tierra Santa en 1965). Juan Pablo II visitó Jerusalem, se reunió con oficiales israelíes, rindió tributo en el Museo del Holocausto, participó de un encuentro interreligioso, y rezó en el Muro de los Lamentos. Esta imagen simbólica fue luego motivo de una estampilla israelí y posteriormente un ministro viajó a Roma a presentarla. La visita no estuvo exenta de polémicas, pero fue de todos modos extraordinariamente positiva y dejó mensajes como éste: “La Iglesia Católica desea llevar adelante un diálogo interreligioso sincero y fructífero con los miembros de la fe judía…”. Juan Pablo II legó a la Iglesia Católica la definitiva aceptación política y religiosa del estado judío. Ella significó un repudio a la teología anti-sionista de Pío X, el primer Papa en recibir en audiencia a un líder sionista. Durante su encuentro con Theodor Herzl- en 1904, el primero de su tipo- Pío X sustentó su rechazo al nacionalismo judío en premisas religiosas: “Los judíos no han reconocido a nuestro Señor, por consiguiente no podemos reconocer al pueblo judío...si Uds vienen a Palestina y asientan su gente allí, nosotros estaremos listos con iglesias y sacerdotes para bautizarlos a todos Uds”. Noventa y seis años más tarde, otra sería la actitud de otro Sumo Pontífice hacia el sionismo.
Ante dos precedentes tan marcadamente dispares, resta por ver como será recordada esta nueva visita papal, ansiosamente esperada.

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