Por Julián Schvindlerman
Comunidades - 23/12/09
Con la partida del año 2009 se irá también el 65 aniversario de la desaparición de Antoine de Saint-Exupéry en las aguas del Mar Mediterráneo. Afamado autor, piloto aventurero y dandi aristocrático, Saint-Exupéry ha cautivado al público francés desde los años treinta con libros tales como Courrier Sud o Vol de Nuit, y a audiencias en los cuatro puntos cardinales a partir de los años cuarenta, con la publicación de su obra cumbre y best-seller internacional El Principito. Traducido a ciento cincuenta idiomas y con ochenta millones de ejemplares publicados, este comentario social sobre la inocencia de la niñez, la corrupción afectiva de la adultez y lo esencial de la vida, hizo de su autor una leyenda eterna en la cultura francesa y universal.
Un accidente aéreo -acontecido en 1935 en el desierto del Sahara, en el cual Saint-Exupéry y su copiloto Andre Prevot padecieron alucinaciones visuales bajo el calcinante sol libio hasta ser hallados por un beduino en camello- recibió el crédito de ser la fuente inspiradora del sensacional libro, publicado en 1943. Pero el contexto de la escritura fue la Nueva York de los años de la Segunda Guerra Mundial, esa “ciudad que nunca duerme” y que quitó el sueño y la calma al mentado autor-aviador. En un libro de reciente publicación en la Argentina que lleva por nombre el título de esta nota, Alain Vircondelet narra con exquisito detalle el estado de enajenación emocional, de no-pertenencia y de constante vacío espiritual en el que se hallaba Saint-Exupéry al momento de iniciar la escritura de su obra durante el exilio en Estados Unidos.
Políticamente, Saint-Exupéry era un expatriado no sólo de Francia en Estados Unidos, sino de la propia comunidad francesa exiliada en Nueva York. Recibía fieros ataques de Andre Breton y Jacques Maritain por su presunta cercanía al gobierno de Vichy, el cuál lo había nombrado garante del régimen a comienzos de 1941; algo que Saint-Exupéry desmintió. Sentimentalmente, su vida era un caos. Casado con la modelo salvadoreña Consuelo Suncín Sandóval por más de una década (le propuso matrimonio surcando los cielos de Buenos Aires en un avión por él piloteado, horas después de haberla conocido), el artista llevaba la vida romántica de un bohemio desprejuiciado. Tenía amantes de la alta sociedad y frecuentaba un entorno intelectual en el que su mujer no encajaba. Su familia nunca aprobó la relación con Consuelo, a punto tal que una retrospectiva de la vida del autor organizada por la familia en Paris en el 2000, año del centenario de su nacimiento, incluía apenas una fotografía de su esposa, posando sola junto a una rosa. La mayoría de sus biógrafos, de modo similar la excluyeron del relato oficial de su vida. Pero Consuelo tuvo su venganza póstuma con la publicación de sus memorias El Recuerdo de una Rosa. Escritas en 1945 y publicadas en el año 2000 tras ser encontradas pocos años antes en un viejo baúl, rápidamente alcanzaron la cima de los libros de no-ficción de mayores ventas en Francia y la devolvieron al lugar legítimo como compañera de vida de Saint-Exupéry del que la habían injustamente sustraído.
Al ver a Saint-Exupéry existencialmente abatido, su editor le propone un proyecto: escribir un cuento para niños. “El Principito se le ha aparecido en la tormenta de la Historia y de su historia como un posible avance hacia la eternidad” observó Vircondelet. “Ya era hora de nacer” diría el propio Saint-Exupéry una vez que el libro estuviere terminado. Sin embargo, poco tiempo moriría. El 31 de julio de 1944, el aviador francés despegó al mando de un avión Lockheed P-38 de la isla de Córcega en un vuelo de reconocimiento sobre la Francia Ocupada para jamás regresar. El año anterior se había unido a la Fuerza Aérea de la Francia Libre en África del Norte y había estropeado un avión estadounidense por error, lo que le valió el cese de actividades. Fue rehabilitado luego de persistentes reclamos, incluida su disposición a morir por su país. “Me importa un bledo si Ud. muere por Francia o no”, le espetó el Coronel Leon Gray, “pero Ud. no lo hará en uno de nuestros aviones”.
No obstante, eso fue precisamente lo que sucedió. Su muerte heroica contribuyó a la construcción del mito. Nunca quedó plenamente revelado si se trató de un accidente, de una caída en combate, o de un suicidio. En el 2008 un piloto alemán aseguró al diario La Provence que él derribó al avión de Saint-Exupéry. Otros piensan diferente. “Partir es intentar llegar al planeta imposible, incluso asumiendo el riesgo del martirio” escribió Alain Vircondelet. Otra biógrafa, Stacy Schiff, aún cuando permanece escéptica ante la idea del suicidio del autor, ha destacado un paralelismo sugerente. En el relato, el principito vive en un planeta tan pequeño que puede ver el amanecer 44 veces al día…la edad de Saint-Exupéry al enfrentar a la muerte.
Cualquiera haya sido el caso, algo sí es claro: tal como el principito, el autor abandonó la tierra sin dejar rastros.
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