por Rav Max Weinman
Las principales religiones del mundo tienen un gran problema entre sí; este problema se llama infierno. No lo mencionan en las reuniones de tolerancia religiosa, pero la política oficial católica es que los protestantes, los musulmanes y los judíos van al infierno. Los protestantes dicen que los católicos, los musulmanes y los judíos van al infierno. Y los musulmanes dicen que los cristianos y los judíos van al infierno. Aunque podamos evitar esto en un nivel individual, teológicamente es una pared que separa a las principales religiones del mundo.
Muchos fanáticos religiosos liberales están incómodos con esta perspectiva, pero igual permanece como el dogma oficial. Esto representa una dificultad para que las religiones se acepten unas a otras como caminos válidos hacia un mismo destino. ¿Cómo puedo caminar de la mano de alguien que cree que estoy destinado a padecer dolores y sufrimientos para toda la eternidad, más allá de si soy una persona con una moral decente o no?
Un hombre y una mujer que estaban saliendo vinieron a mí para aconsejarse. Ella creía en Jesús, él era un judío tradicional. Yo le pregunté a ella qué opinaba sobre casarse con alguien que según ella ardería en una condena eterna. Ella rió nerviosamente, “Bueno, no hemos resuelto eso todavía”.
Desde la tradición judía emerge una perspectiva diferente, comenzando con el hecho de que no existe el concepto de condena y tortura eterna. La justicia de Dios no es aplicada mediante castigar a alguien eternamente. Justicia significa que el castigo es acorde al crimen. Dado que tanto nosotros como nuestros pecados somos finitos, nuestro castigo o expiación debe ser finito. Para llevarlo un paso más adelante, la conexión con la equivocación es un acto de conectarse a lo que es temporario, físico, carente de santidad. Por otro lado, cuando haces una mitzvá, te conviertes en uno con Dios, Que es eterno. El mal y lo malo, por definición, no existen para siempre; por lo tanto el período de expiación por una trasgresión es un período de tiempo fijo.
Este lugar temporario para la expiación es llamado Gueinom, y dura 11 ó 12 meses a partir de la muerte de alguien (Por esta razón el Kadish es recitado por la persona que ha fallecido durante este período de tiempo. La recitación del Kadish expía por el alma, lo que mitiga el sufrimiento en el Gueinom). Además, el sufrimiento no es fuego y azufre, sino algo más relacionado a las transgresiones. Están aquellos que sugieren que la naturaleza de este castigo es en realidad la vergüenza de pararte delante de Dios, consciente de tus transgresiones. ¿Qué podría ser más doloroso que eso? Esta vergüenza elimina la barrera que creaste entre tú y Dios cuando cometiste la transgresión, y por lo tanto es un gran beneficio. El proceso de expiación no es tanto un castigo sino una limpieza espiritual para librarte de toda mancha que puedas tener en tu alma antes de entrar a la fase siguiente, la unificación con Dios.
La fase dos es conocida como el Mundo de las Almas, y consiste de todas las almas dignas de una conexión con Dios. Sin embargo, esta experiencia todavía no estará completa hasta el fin de los días, cuando toda la creación sea corregida y rectificada. Hasta ese momento, las almas justas existen en una unificación temporaria inferior con Dios. Y a pesar de no ser una unificación completa con Dios, esta fase es igualmente placentera.
Buenos Asientos
Volviendo al juicio, el Gueinom no es lo mismo para todos los que van allí. Cada individuo experimenta la expiación para su trasgresión específica. Es un evento excepcionalmente personal.
El Cielo, conocido como el Mundo por Venir, también es una experiencia excepcionalmente personal. Tú sólo tienes con Dios la cercanía que has creado. Cada mitzvá que haces es una pieza de Santidad que es incorporada a tu alma. En el mundo siguiente, te darás cuenta lo que significa esa cercanía para toda la eternidad. Cada persona experimentará solamente el lazo que ha creado.
Imagina un concierto. Hay unos pocos asientos pegados al escenario, y diferentes niveles hasta los más baratos bien al fondo de la sala. Si lo echas realmente a perder, puedes terminar en el stand de perros calientes por siempre. Entonces, de acuerdo a los judíos, no es necesario que seas judío para terminar en el Cielo; todo depende de tu relación con Dios.
Este Mundo y el Siguiente
Es importante notar que el Mundo por Venir y el Gueinom no son mencionados específicamente en los Cinco Libros de Moisés. Se habla de ellos solamente en los libros de los Profetas, en los Escritos y en el Talmud. Si es una parte tan crucial de la filosofía judía, ¿Por qué no están en la Torá?
La respuesta es que no estamos destinados a vivir con la recompensa y el castigo que nos espera en el mundo venidero. Puedes ser una persona justa toda tu vida, cumplir con cada mandamiento, erradicar el hambre, traer la paz mundial, salvar la capa de ozono y curar todas las enfermedades. Pero si hiciste todo por la recompensa en el mundo venidero, has vivido una vida egoísta, que es lo opuesto de ser uno con Dios. Dios no necesita nada. Es infinito, y por ende cada uno de sus actos es puramente generoso. El Cielo no es mencionado en la Torá para enfatizar la necesidad de hacer lo que es correcto porque es correcto, y no por la recompensa o para evitar el castigo.
El Talmud relata muchos incidentes de gente muerta contactándose con los vivos y relatando conversaciones, debates, y otras pizcas de información del más allá. De la misma manera, mucha gente (incluyéndome a mí mismo) afirman haber visto a un pariente fallecido en un sueño. Hasta con todos esos relatos de “testigos” del más allá, todavía no tenemos una idea clara de lo que hay allí, y tampoco podemos tenerla, hasta que “estiremos la pata”.
Una cosa es segura, devolver nuestra alma a su fuente es el placer más grande que un ser puede experimentar. La muerte, entonces, no es una tragedia desde un punto de vista cabalístico. Es la consecución de nuestro objetivo, es volver a casa. El problema con la muerte es que corta todo crecimiento espiritual futuro. Posponemos la muerte lo más posible, pero una vez que ocurre, el alma se deleita al reunirse con Dios. Por esta razón, algunos cabalistas le han pedido a sus estudiantes que celebren en el día de su partida. Lag Baomer, el aniversario del cabalista más grande conocido, Rabí Shimón bar Iojai, es celebrado con gran fanfarria (y grandes fogatas) en todo el mundo.
La vida es preciosa. Deseamos una vida larga, hacer mitzvot, crecer espiritualmente, y alcanzar en este mundo la mayor cercanía que podamos con Dios. Pero cuando llega el momento de dejar este mundo, no hay necesidad de temerle al paso siguiente. Es meramente un paso más en el camino hacia el placer más grande, ser uno con Dios.
Fuente: Aish Hatorah
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