domingo, 20 de febrero de 2011
- Exigen el fin de la monarquía en Bahrein y el ejército abre fuego
El régimen del rey Hamad de Bahrein volvió ayer a aplicar mano dura contra las protestas populares. Un día después de que el gobierno copara con 50 tanques el centro de la capital, el ejército disparó ayer contra miles de manifestantes que regresaban por la plaza Square de un funeral masivo por los cuatro muertos en la represión del jueves y que reclamaban la caída de la monarquía. El principal religioso del país, el jeque Issa Qassem, calificó como una “masacre” la represión.
Según informaron testigos y personal médico, al menos un helicóptero roció con balas a la multitud cuando intentaba tomar la plaza central y hubo al menos dos muertos y decenas de heridos, algunos en grave estado. Pero fue imposible confirmar anoche si el número de víctimas era mayor.
Asimismo, tampoco estaba claro qué tipo de munición había sido utilizada, aunque hubo varios testigos que aludieron a armas automáticas, mientras médicos de un hospital cercano informaron que habían llegado heridos muy graves con armas de fuego y balas de goma, muchas de ellas disparadas desde corta distancia. Aun incluso cuando las ambulancias corrían para rescatar gente, hubo soldados que siguieron disparando al aire y a veces contra grupos de personas. Un helicóptero también lanzó disparos contra un reportero occidental y un camarógrafo, dijo el corresponsal del diario The New York Times .
La sangrienta represión, según comentaron diplomáticos occidentales afincados en el país, indicaría un endurecimiento de la estrategia del gobierno para contener una revuelta popular que no deja de crecer y pone en jaque a esta estratégica monarquía que es estrecha aliada de Estados Unidos en el Golfo Pérsico.
Los manifestantes que participaron del funeral masivo eran básicamente jóvenes –el 70% de los 800.000 habitantes–, cada vez más furiosos con el régimen desde que, el lunes último, estallaron las primeras protestas en décadas contra el gobierno de Hamad, de 61 años, inspiradas en las rebeliones de Túnez y Egipto. Hasta ahora ya hubo al menos seis muertos y decenas de heridos.
La violencia creciente en Bahrein parece haber ido cambiando las demandas en este país formado por las dos corrientes religiosas centrales en el mundo musulmán: la sunnita y minoritaria en el poder; y la mayoría de origen shiíta. En un principio, exigían que el gobierno y la élite que manda en Bahrein desde hace 40 años dieran espacio en los círculos del poder a representantes shiítas y mejoraran las condiciones económicas y laborales de los miembros de la corriente mayoritaria del país. Pero l a brutal represión ha enardecido aún más a la población , que ahora pide la caída del gobierno y de la monarquía que lo sostiene, cuyos orígenes llegan al siglo XVIII.
El reclamo de fondo contra la realeza se apoya en el rechazo a un sistema opresivo, que presume de ser un sistema político basado en el parlamentarismo monárquico constitucional, pero que al menor atisbo de protesta recurre a la fuerza, ahoga en sangre los reclamos y coarta las libertades. “Nos habíamos limitado a pedir la dimisión del gobierno, pero ahora reclamamos lo mismo para la familia real”, ha declarado Ahmed Makki Abu Taki, cuyo hermano Mahmud, de 27 años, falleció en el desalojo del campanento de la oposición el último jueves.
El príncipe heredero de Bahrein a cargo del gobierno, Hamad al–Khalifa, ante el cariz de los acontecimientos, pidió “calma y diálogo” a través de la TV estatal. Pero paralelamente, desconfiado de la mayoria shiíta que integra la milicia, contrató a mercenarios para integrar al ejército y asegurarse la represión. Asimismo, ha lanzado a la calle a sus partidarios, que ayer manifestaron en Manama, rodeados de soldados como una fuerte coraza protectora.
Bahrein es un pequeño emirato insular de unos 670 kilómetros cuadrados: tres veces la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Pero su importancia estratégica radica –al margen de su condición de productor petrolero– en que es una sede financiera y bancaria de toda la región y en que alberga la Quinta Flota de EE.UU. que vigila el área del Golfo.
La crisis del reino es una prueba para la sinceridad de la política de Barack Obama en la región: si defiende a rajatabla a un aliado que ha sido leal o, al contrario, se inclina ante los reclamos del pueblo y asiste a su debacle, como ocurrió en Egipto. Ayer, el líder de la Casa Blanca se declaró “profundamente preocupado por los reportes de violencia” en Bahrein, así como en las de Libia y Yemen. “EE.UU. condena el uso de la violencia por parte de gobiernos contra manifestantes pacíficos en esos países y donde sea que ocurran”, dijo en una declaración escrita. Pero al mismo tiempo convocó a su gabinete de crisis para monitorear de cerca la evolución de la revuelta.
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