lunes, 7 de febrero de 2011
LAS LECCIONES ATEMPORALES DE YAIR STERN
Jan. 31, 2011
Por Tzachi Hanegbi
El Medio Oriente está en crisis: una revolución violenta en Túnez, Líbano al borde de un conflicto interno y sangre que se derrama en las ciudades egipcias.
Pero me gustaría dar un paso fuera de los titulares sensacionalistas del presente y remontarme a casi siete décadas atrás. El lunes, el día 25 de Shvat de 1942 - hace 69 años - Abraham (Yair) Stern, el fundador y primer comandante de la clandestina Lehi, fue asesinado en Tel Aviv por la policía secreta británica.
En un momento en que la sociedad israelí está librando una batalla diaria contra el fenómeno atroz de oponerse al servicio militar y la injusta distribución de la carga nacional, el personaje de Yair se destaca como un faro de dedicación y sacrificio.
Stern, quien emigró a Palestina desde Polonia a los 19 años y fue un estudiante sobresaliente en la Universidad Hebrea de Jerusalem, estaba destinado a la grandeza académica. Sin embargo, la obligación de ganar la libertad para su pueblo ardía en su alma. Salió de la cómoda y prometedora vida de la investigación y se dedicó por completo a la lucha para obligar a las autoridades británicas a salir de la Tierra de Israel.
A los 25 años escribió la canción "soldados desconocidos", que se convirtió en el himno de Lehi con los años. La canción fue inspirada por los pogromos de 1929, durante los cuales 123 judios fueron asesinados por los alborotadores árabes. La canción es profética.
En 1932, 16 años antes que Israel pudiera alcanzar su independencia y años antes que el Hebreo clandestino hubiera ganado algún impulso, con el imperio británico en la cima de su fuerza, Yair previó: "Enemigos, espías y prisiones nunca podrán detenernos....
Y si caemos en las calles y casas ... Miles de personas ocuparán nuestros lugares para proteger y defender por siempre...
Como el mortero nosotros reuniremos los bloques de construcción de cadáveres- El edificio de la patria levantaremos."
A una edad tan joven, Yair entendió lo que ninguno de los líderes del Yishuv era capaz de internalizar: que la independencia de una nación sólo puede lograrse a través de amarga lucha, que no era suficiente defender a los judios de la criminalidad asesina de los árabes, como aquella que quien lideraba la Haganá creía en el momento;
que estaba prohibido a cooperar con los británicos, ni siquiera en su lucha contra la Alemania nazi, como Ze'ev Jabotinsky y el Irgún habían decidido, y que el estado hebreo sólo surgiría del campo de batalla, después que la tierra hubiese sido conquistada de la dominación extranjera.
EN AQUEL TIEMPO, muy poca gente podía identificarse con la visión de Yair. Gran Bretaña era un vasto imperio que había impuesto su dominio sobre una cuarta parte de la población mundial, a través de diferentes continentes, durante cientos de años. El desafío planteado por Yair, un simple estudiante de doctorado de literatura latina, contra "el imperio en el que el sol nunca se pone", fue considerado por la mayoría abrumadora en el Yishuv como extravagante, poco realista y sumamente peligroso. Stern se convirtió en el hombre más buscado de la Tierra de Israel.
Los británicos no fueron los únicos cazandolo intensamente. Muchos de sus compañeros judios, por los que el había arriesgado su vida, mostraban abierta hostilidad hacia él y su organización. Intensificando este antagonismo estaban los errores tácticos cometidos por el Lehi, cuyos ataques a instituciones gubernamentales británicas, a veces también dieron lugar a inocentes víctimas judías. La Haganá llevó a cabo una campaña contra la "Banda Stern" - informando sobre ella, y capturando y torturando a sus miembros. Yair sintió la soga apretando el cuello. El aislamiento, la excomunión y el miedo de ser convertido en amenazado trajeron su fin.
Pero Yair pudo mirar más allá de las dificultades operativas, el limitado número de combatientes que tenía a su disposición y las pequeñas cantidades de fusiles y granadas en los depósitos clandestinos de armas. Dos almas coexistían en su personalidad, como él mismo declaró en uno de los poemas que dejó: "Sí, soy tanto un soldado como un poeta! Hoy escribo con una pluma, mañana voy a escribir con una espada. Hoy escribo con tinta, mañana voy a escribir con sangre..."
Un poeta tiene una ventaja sobre un dirigente normal. Su lado espiritual se conecta con la historia, el patrimonio y la identidad judía, y le da fe y fuerza únicas.
Ese era Yair. No cerró sus ojos ante las dificultades de organización que inhibían el funcionamiento de la organización clandestina. El fue lo suficientemente sabio para darse cuenta que la policía secreta británica en poco tiempo lo encontraría en uno de los distintos escondites en los que el desaparecería de noche, con su pequeña maleta, llevando no un arma sino sus poemas manuscritos. Pero Yair sabía que su papel en el renacimiento de la nación hebrea no incluía el miedo y la retirada. Aceptó su destino con toda tranquilidad, como un veredicto histórico desde el cual la libertad crecería y florecería.
De hecho, sólo seis años después que fue asesinado a sangre fría, la última bandera británica se replegó y el último soldado británico abordó el barco que lo llevaría de regreso a su patria. El Estado de Israel se convirtió en un hecho, aunque no sin una guerra más sangrienta de liberación contra siete países árabes vecinos.
Los dramáticos acontecimientos que tienen lugar ahora en nuestro norte y nuestro sur dejan en claro para todos que aún hoy, 63 años después de su independencia, Israel necesita conservar toda su fuerza para asegurar su propia existencia.
Como hemos aprendido de Yair, la fuerza no se mide sólo en armas, equipos y mano de obra.
En primer lugar, la fuerza es el compromiso total y la voluntad de sacrificio, gran fe y reconocimiento histórico. Espero que esta verdad siempre guíe a nuestros dirigentes, de todas las facciones y visiones del mundo.
El autor es ex ministro de Kadima.
Fuente: The Jerusalem Post Magazine- Este artículo fue traducido especialmente para el blog de OSA Filial Córdoba.
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