miércoles, 13 de agosto de 2014

OPINION

     Un país es su tolerancia pero también es su cultura proactiva. La tolerancia es respetar al otro, aunque no nos guste o no lo comprendamos, la cultura proactiva es la que nos saca de la ignorancia y nos hace entender que desde lo diverso somos mejores, más fuertes y más ricos.
     Cuando la gente conoce Nueva York queda prendada por esa construcción cosmopolita, por el cruzamiento étnico y por lo policromático de las diversas tribus que habitan  esa ciudad. No importa otra cosa. No es relevante Broadway o los puentes de Woody Allen. Es otro asunto lo que atrapa. Es como ver a Roma en la época de su apogeo. Y es como vivir en medio de un torbellino de libertad donde todos sienten que tienen derecho a existir y trabajar en paz en ese lugar. Y serán respetados como uno más. No importa si sos  Donald Trump o la salvadoreña que te hace la cama del hotel. Igualdad fáctica, libertad en las calles, respeto por el otro. Valores básicos que admiramos porque todos tienen derecho a ello. Hasta la gente que más disiente con EEUU sabe que eso es así y cuando lo capta queda absorta.
     Uruguay siempre se ha creído un país abierto, tolerante y respetuoso de las ideas, de los valores, de las etnias y de las religiones del otro. Es que la escuela vareliana armaba una matriz de entrecruzamientos que iba formando valores cívicos superadores e integradores.Luego, la propia sociedad y las ideas políticas del país ambientaron la inserción de muchos en la construcción de un cierto estado de bienestar donde nadie se sentía excluido. El tano, el judío, el turco (mal dicho porque son libaneses o sirios), el armenio, el gallego (mal dicho porque son españoles)eran todas etiquetas barriales para rotular al otro que no era otro sino uno más. Todos siempre valíamos lo mismo acá: el hijo del zapatero armenio  como el hijo del empresario español. Todos.
      Eso, señoras y señores ya no existe más hace algún tiempo. Y es paradojal porque hemos llegado al epítome de la construcción respetuosa por la vía de la ley, pero por la vía de los hechos nos hemos vuelto más estrechos, más ignorantes y más dogmáticos. De esta forma se ha venido incubando en la sociedad uruguaya una postura autoritaria (no es totalitaria porque no tiene construcción profunda) hacia el verdaderamente distinto. Hoy, los que sostienen que hay igualdad en esta tierra proclaman que ese valor es real pero uno de cada cinco –según una encuesta de Radar de hace unos meses, no del presente lo que arrojaría un resultado peor- afirmaría que nunca quisiera tener un familiar judío. Un porcentaje algo menor  de rechazo para con armenios y otro parecido con peruanos. (Repito: uno de cada cinco.) Somos “jorobaditos” acá aunque nos creamos espléndidos. En mi último libro-con algo de ironía- trabajé este punto e insisto en ello: no somos  tan tolerantes como nos imaginamos. (Basta advertir la violencia en los estadios de  fútbol, en las escuelas con las maestras y en las calles. Quien afirme lo contrario vive en otro lado.)
     Si algo faltaba para ambientar más antisemitismo eran las expresiones del Poder Ejecutivo que mezcló todos los temas: el conflicto de Israel, los problemas del terrorismo internacional, la Amia y el obligado amor por el pueblo de Israel que dicen proclamar para antes afirmar todas las incoherencias previas. Por llamarlo de alguna manera "elegante" al conjunto de desatinos e ignorancias varias que acometieron desde la Cancillería y desde Presidencia. Casi, casi, se  les dijo a los judíos: “chicos, chicos, si siguen molestando, se viene otra Amia. Vamos chicos: orden,orden. Ingresen a portarse bien a clase. Se terminó el recreo”.
   Lo dramático del caso es que si el propio presidente de la república ambienta criticas extremistas y habló al vuelo de “genocidio”, por parte de lo que acometía Israel desvirtuando el sentido profundo del término. Se imaginarán entonces que aquellos que están esperando ese tipo de señales para dar rienda suelta a su mirada autoritaria luego le bailan una malambo a los judíos en todos lados. Por eso hay niños -acá- que ocultan sus insignias de los colegios judíos a los que van (lo se bien), por eso las pintadas de “fuera judíos de mi país”, por eso las barbaridades que se escriben contra los judíos en las redes sociales y en los  diarios en las secciones de opinión de la gente (y acá mismo, lean los comentarios por favor). Todo eso nace de manera radical porque el conflicto ambienta polémicas varias, y también porque la irresponsabilidad dialéctica fogoneó a un grupo de imbéciles que cuando empiezan a actuar uno nunca sabe como terminan.
     Mujica además, no tiene derecho a no saber de estos temas y a no cuidar las palabras. Es el presidente de le República no un parroquiano del boliche El Resorte.Puede ser pintoresco y rústico en otros asuntos pero en un tema de esta gravedad interna tiene que cuidar cada adjetivo.No se puede abrir la boca y ambientar expresiones que cobijen lecturas antisemitas. Porque eso es lo que pasó: el conflicto  israelí-Hamas (no israelí-palestino) es decodificado de una manera especial porque el presidente lo muestra de una manera especial. No habrá sido su intención pero la conclusión retórica y semiótica fue la contraria. Si el gobierno hubiera sido prudente la catarsis fascista que se empieza ver tendría el límite acotado.Esto lo sabemos todos.
     Lo penoso del asunto es que los judíos connotados del gabinete, esos que Mujica muestra como monos diciendo que el no es antijudío por esa razón (con lo que produce de esa forma una grosera discriminación) han sido débiles, menores y poca cosa en todo este asunto. Se debieron haber ido del gobierno sin medir consecuencias porque si mañana pasa una desgracia en este país, por los desatinos que afirmó el presidente de los judíos, lo mínimo hubiera sido tener la posición de retirarse de ese lugar para marcar distancia y generar respeto. Eso en mi barrio se llama “dignidad”.
     El gobierno ahora pretende en cada conflicto internacional marcar su discrepancia con los mismos. Ayer vi que ya salían algo con lo que pasa en Irak. Como diciendo: “nosotros hablamos de todos los conflictos, nos duelen todas la muertes”. Un poco tarde la cosa y solo termina por justificar que se debieron medir las palabras y ser prudente en estos asuntos porque una cosa es el conflicto internacional allá en medio oriente y otro asunto es como rebota acá.
    El Uruguay es un país con un puñado de miles de judíos que solo le han dado lo mejor que han tenido de sus propias existencias a esta tierra y que por respeto a lo que son, a lo que han hecho y a lo que hacen, merecían un abordaje a la altura de las circunstancias. Una pena que no fuera así.  Hemos perdido todos. Todos.

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