Ana Jerozolimski
Semanario Hebreo. Uruguay
“No con el jolgorio de los ganadores me presento hoy ante ustedes, sino con una sensación de gran responsabilidad”. Así comenzó Benjamin Netanyahu su discurso el martes por la noche, en el podio de oradores de la Kneset, al presentar su gobierno.
Por segunda vez en su vida, se convirtio en Primer Ministro de Israel....y tiene razón en hablar de la “gran responsabilidad”. Es que los desafíos de Israel, son como la energía, no desaparecen sino que sólo cambian de forma.
La paz aún no se ha logrado, las amenazas a la seguridad de Israel no se han esfumado, los desafíos en el campo socio-económico interno aún no han sido resueltos.
En parte, por errores del propio Israel, de sus variados gobiernos. En gran medida, por las intenciones de quienes le rodean, por la incapacidad de sus vecinos de hacer paz con la idea de una verdadera convivencia con Israel, por la continuación del terrorismo que obliga a Israel a defenderse...y seguir desconfiando.
Cuando un gobierno “de derecha” sube al poder en Israel, fácil es concentrar en él todas las culpas. “De derecha” lo pusimos entre comillas, no porque consideremos a Netanyahu un paloma, a su canciller Avigdor Liberman un izquierdista declarado o al gobierno en general como una sucursal de la Internacional Socialista. Claro está que a pesar de la presencia en el mismo del partido laborista, este gobierno tiene tendencia más de derecha que su antecesor y la mayor parte de sus miembros son conservadores , algunos de ellos en favor de una línea dura en las negociaciones con los palestinos y otros hasta opuestos a todo tipo de concesiones.
Pusimos “de derecha” entre comillas, porque esta tendencia política en el gobierno israelí es presentada a menudo con adjetivos como “ultra”, “extremista” y demás, dándose a entender de antemano que los males de la zona se deberán seguramente a una intransigencia de parte de Israel , que según suele darse a entender de antemano en diferentes publicaciones, será su característica de gobierno.
No debería sorprender que el Secretario de la Liga Arabe Amr Musa, hable muy negativamente del nuevo gobierno israelí aunque éste todavia no ha hecho nada. No debería sorprender no sólo por sus conocidas posturas sumamente críticas de casi todo lo que haga Israel, sino por el hecho que esta misma semana, fue ese foro, la Liga Arabe reunida en Doha, Qatar, la que abrazó al Presidente de Sudán Omar el-Bashir, demandado por la Corte internacional de Justicia por crímenes de guerra en el genocidio en Darfur.El Bashir tuvo el tupé de acusar a Israel de intervenir en los asuntos internos de Sudán. ¿Se referirá al asilo dado en Israel a los refugiados sudaneses que huyeron de la persecución a Egipto y luego, aunque arriesgando sus propias vidas, cruzaron contra viento y marea la frontera entre Egipto e Israel, para tratar de tener mejor vida? ¿Se referirá a la ciudadanía que el Estado judío dio a 500 darfurianos, cristianos y musulmanes, que huyeron de sus propios connacionales en Sudán?
Pero sí es decepcionante que la primera reacción del Presidente palestino Mahmud Abbas, haya sido decir que “Netanyahu no quiere la paz”.
Es no sólo legitimo sino muy comprensible, que la Autoridad Palestina manifieste decepción por el hecho que Netanyahu no haya hablado explícitamente de un estado palestino independiente. Pero no nos parece que tenga derecho de acusar a Netanyahu de no querer la paz.Abu Mazen no puede, sin poner la mano en el corazón, decir que no hay paz por culpa de Israel. Claro que hubo no pocos errores israelíes a lo largo de los años y que algunos de ellos incidieron por supuesto en el desarrollo del proceso de paz.Pero también él sabe que si no hay aun ni estado palestino ni acuerdo de paz, eso se debe más que nada al terrorismo que tanto golpeó a Israel, lo puso siempre a la defensiva y lo obligó a tomar duras medidas para protegerse. La mejor prueba, aunque suene reiterativa, fue la retirada israelí de la Franja de Gaza, que Hamas –aún antes de ser el gobierno en ese territorio- no tomó como punto inicial de una nueva vida, como primera etapa para un nuevo desarrollo de la sociedad palestina, sino como excelente oportunidad para intensificar el disparo de cohetes contra Israel.Eso lo recuerda también Netanyahu. Esa experiencia de constantes ataques, durante años, desde Gaza hacia el sur de Israel, cohetes, morteros, francotiradores disparando hacia los agricultores en los campos, todo eso será parte del material que el nuevo Primer Ministro deberá tomar en cuenta si llega, en algún momento, a tener que decidir si evacuar asentamientos en la ribera occidental del Jordan (Cisjordania), para que ese territorio sea parte del futuro estado palestino.
Si Netanyahu traducirá sus declaraciones en la Kneset en favor de la paz con los palestinos en acciones decididas para avanzar hacia la paz, todavía está por verse. Su intención, según han dicho sus allegados, es alejarse del marco de la cumbre de Annapolis a fin del 2007 y apegarse al marco del plan de paz conocido como “hoja de ruta”, que exige el desmantelamiento de las organizaciones terroristas palestinas, pero también el fin de la construcción en los asentamientos israelíes, como pasos previos al logro de una solución. El canciller Liberman ya dijo ayer oficialmente que “Annapolis no nos compromete”. A nuestro criterio, la insistencia de Netanyahu en introducir al laborismo al gobierno (lo cual logró) y a Kadima (en lo que fracasó), fue en parte para mejorar su imagen, pero también para tener mayor margen de maniobra de cara a las negociaciones, sin que le puedan bloquear de inmediato los partidos que están a la derecha del suyo propio, el Likud.
Eso puede ser una buena señal.
El tiempo dirá si además de querer la paz, como ha dicho, Netanyahu también estará dispuesto a tomar las nada fáciles decisiones necesarias para alcanzarla.
Pero una cosa nos parece clara desde ahora: la paz no dependerá solamente de su gobierno, sino también de los interlocutores de Israel. No dependerá sólo de cuánto esté dispuesto Netanyahu a arriesgarse sino de cuántos riesgos pongan en su camino los terroristas. No dependerá sólo de sus buenas intenciones, sino de si los hoy enemigos intentan mostrar que el desarrollo y la vida exitosa de su pueblo les interesa mucho más que hostigar a Israel.
Al fin y al cabo, es imposible olvidar que cuando el centro izquierda estuvo en el poder, con Itzjak Rabin (Z”L) y Ehud Barak como jefes de gobiernos, el terrorismo no desapareció, tampoco en medio de intensas negociaciones de paz. También Netanyahu lo recuerda bien.
Reenvia: www.porisrael.org
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