jueves, 14 de enero de 2010

Cuando 'Rocky' es judío y religioso




Salita contra Khan antes del combate (AP)
SAL EMERGUI desde Jerusalén9 de diciembre de 2009.- En el cuadrilátero, le llaman 'la Estrella de David'. En la calle, es Dimitri Salita, un judío religioso de Brooklyn nacido hace 27 años en Ucrania y que hoy visita Israel por primera vez.

"No puedo saber que pasará mañana pero éste es el lugar ideal para los judíos. También para mí. No descarto vivir aquí aunque ahora tengo la oportunidad de promover el judaísmo e Israel a través de mi profesión", ha dicho el boxeador nada más pisar Jerusalén.

Con una carrera exitosa- 30 victorias (19 knockout)- Salita llega enfadado tras su estrepitosa caída del pasado fin de semana. En Newcastle, no pudo arrebatar el titulo mundial de superligeros de la AMB al rival inglés de origen pakistaní Amir Khan. La forma de perder, en 76 segundos de combate, le duele: "No sé que me pasó ya que estaba listo para el combate. Debo aprender la lección de cara al futuro".

Jimmy O'Pharrowel, propietario del gimnasio que descubrió a Salita a los 13 años, le define así:"El chaval parece ruso, reza como un judío y lucha como un negro".


Salita en combate. (Mary Ann Owen)
Salita compagina los guantes en el cuadrilátero con el seguimiento de los preceptos judíos y el estudio de la 'Torá' en la academia del rabino Zalman Liberow. En los combates, lleva inscrito la Estrella de David en su pantalón. "Hay reacciones muy dispares. Tengo muchos 'fans' que me animan y ondean banderas de Israel pero también muchos que me profieren insultos antisemitas", dice.

En Jerusalén, afirma que "es increíble visitar la tierra de nuestros antepasados. Para mí, los israelíes son unos héroes ya que luchan cada día por su supervivencia".

Salita no está solito. Tiene un 'hermano mayor', mucho más famoso y religioso. Tanto que el próximo año será oficialmente rabino. Se trata de Yuri Foreman, el nuevo campeón en el peso superwelter de la Asociación Mundial de Boxeo. Es también el primer israelí que alcanza una corona tan prestigiosa. "Con mi victoria, demostré que los judíos también sabemos luchar", afirma.

Nacido en Bielorrusia hace 29 años, la desintegración de la URSS llevó a su familia a emigrar a Israel, estableciéndose en la portuaria Haifa. Ya de pequeño soñaba con ser campeón del mundo pero en el nuevo país el boxeo era un deporte marginal. En el colegio israelí, Yuri era un 'ruso' más. Sus compañeros se metían con él por sus extrañas ropas y el fuerte acento ruso. Hasta que un día demostró que sus manos eran de hierro y puso en práctica lo que aprendió a los siete años en un gimnasio bielorruso.


Foreman.
Yuri se dedicó a trabajar con su padre para llegar a fin de mes y a entrenarse en la aldea árabe de Kfar Yasif, donde se encontraba el único gimnasio profesional del norte del país. "Al principio fue difícil entrenarme con los árabes. No teníamos nada en común. Cuando entré, me querían comer como en la famosa secuencia de 'Rocky 3'. Pero con el tiempo, nos hicimos amigos. El deporte es capaz de acercar pueblos", afirma en una entrevista al diario Yediot Ajaronot.

Tras ser tres veces campeón en Israel, decidió que la única opción de alcanzar su sueño era Estados Unidos. Tras la muerte de su madre, dejó a su padre en Haifa para intentarlo. "En Israel, no había las condiciones para ser un campeón mundial. De haber seguido, quizás hubiera acabado siendo obrero como mi padre o miembro de la mafia rusa", justifica.

Intratable en el cuadrilátero, fue seducido por las enseñanzas del rabino DovBer Pinson. "En la primera clase, dijo que la vida es como un combate de boxeo. A veces puedes caer pero debes encontrar el camino y la forma de levantarte", recuerda Foreman. Desde entonces, es un aplicado alumno de su academia religiosa y está a punto de ser rabino. Sus agentes, entrenadores y aficionados saben que en Shabat (el sagrado día en el judaísmo) no compite.

El futuro rabino viene de una familia 100% laica. "Estábamos muy alejados de la religión. Por ejemplo, siempre pensé que en Kipur se ayunaba para recordar a los seis millones de judíos asesinados en el Holocausto", confiesa.

"Se puede ser boxeador y al mismo tiempo religioso e incluso rabino. Hay que olvidarse de los estereotipos", opina Foreman. Ahora se plantea regresar a Israel-donde aun vive su padre- y realizar el servicio militar obligatorio del que 'se escaqueó' al irse a Estados Unidos.

Salita y Foreman estudian de día y pelean de noche. De diferente peso, comparten origen, religión y profesión. A ver quién se atreve a llevarles la contraria en la academia rabínica

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