Por Ronald S. Lauder, presidente de Congreso Judío Mundial
VIENA (CJL) - El mes pasado, se lanzaron petardos a la única sinagoga existente en la ciudad sueca de Malmö y se rompieron los cristales de tres ventanas. El día anterior, se había dejado en el edificio una amenaza de bomba, en la que se avisaba de lo que iba a ocurrir. Dos semanas antes, se lanzó otro ataque contra la misma sinagoga.
Los judíos locales llevan meses atestiguando una atmósfera cada vez más hostil y muchos de ellos han dicho que tienen miedo a salir a la calle con señal alguna que los identifique como judíos. En fecha anterior de este año, Daniel Schwammenthal explicó en The Wall Street Journal por qué en los términos más crudos: "Una muchedumbre mayoritariamente musulmana, que gritaba "Sieg Heil y Hitler, Hitler", arrojó botellas y piedras contra un pequeño grupo de judíos que se manifestaban pacíficamente en pro de Israel en la plaza central de esta ciudad. Los fieles en camino a la sinagoga y los niños judíos en las escuelas son abordados constantemente y calificados de "sucios judíos".
La policía de Malmö dice que, de los 115 delitos xenófobos registrados en la ciudad en 2009, 52 tuvieron por víctimas a judíos o instituciones judías. Ha vuelto el antisemitismo y lo que está ocurriendo en Malmö es simplemente una manifestación extrema de lo que está sucediendo en toda Suecia.
Hemos de recordar que fue el periódico de mayor tirada de Suecia, Aftonbladet, el que publicó el año pasado un libelo antisemita en el que se afirmaba que los soldados israelíes mataban habitualmente a niños palestinos y les extirpaban los órganos para venderlos en el mercado negro internacional. El Gobierno sueco reaccionó con indiferencia y, lo que es peor, cuando la embajadora del país en Israel publicó una nota en la web de la embajada en la que distanciaba a Suecia de semejantes calumnias atroces, sus irritados superiores de Estocolmo le ordenaron que la retirara.
No son sólo los medios de comunicación y los gobiernos los que están avivando las llamas de ese odio. En enero de 2009, representantes eclesiásticos de la ciudad de Luleå anularon la prevista procesión iluminada con antorchas en el día de conmemoración del Holocausto y un portavoz dijo que estaban "preocupados y apesadumbrados" por la operación israelí "Plomo fundido"en Gaza.
¿Anular el día de la conmemoración del Holocausto?, ¿Difundir libelos antisemitas y darles aquiescencia?, ¿Permitir un estado de cosas en el que los judíos tengan miedo de salir de sus casas?... No parece la sociedad tolerante, ecuánime y justa por la que le hubiera gustado a Suecia ser conocida.
¿Cómo ha surgido ese estado de cosas y qué se puede hacer para abordarlo?
El primer problema es el de que la predominante hostilidad sueca al Estado de Israel ha empezado a cruzar claramente la raya para convertirse en antisemitismo manifiesto. Naturalmente, los intentos de hacer una distinción entre el odio a los judíos y el odio a Israel nunca han sido particularmente convincentes.
Israel es un proyecto específicamente judío y unirse a la campaña de deslegitimación del Estado judío es unirse a la campaña de deslegitimación de los judíos del mundo, la inmensa mayoría de los cuales vive en Israel o lo considera un componente fundamental de la identidad judía.
Con lo que pasamos a la segunda cuestión en importancia al respecto: la población musulmana de Suecia. Si bien hay que oponer firme resistencia a todas las manifestaciones de intolerancia contra los musulmanes, también reviste importancia decisiva reconocer el peligro que algunos inmigrantes musulmanes han traído consigo de sus culturas de origen: formas extremas de intolerancia contra los judíos e Israel.
Cuando los políticos, periódicos e iglesias predominantes protestan airadamente contra Israel, muchos musulmanes suecos lo consideran inevitablemente una luz verde para que ellos den rienda suelta a su hostilidad a los judíos corrientes. Consideran que su antisemitismo es aceptable.
Una tercera capa de este problema es la alianza cada vez más simbiótica entre grupos islamistas radicales de Suecia y una izquierda que se ha alejado de las honorables tradiciones socialdemócratas por las que el país es famoso en el mundo entero. Cuando el equipo israelí de tenis participante en la Copa Davis llegó a Malmö en 2009, se vio obligado a jugar contra sus anfitriones a puerta cerrada, mientras una multitud de extremistas de izquierdas y musulmanes provocaba disturbios fuera. Con el odio antiisraelí como factor unificador primordial, dicha alianza ha llegado a ser una nueva y peligrosa fuerza pro intolerancia en la sociedad sueca.
En última instancia, no habrá cambio, mientras los dirigentes de Suecia no aborden esos problemas. Los funcionarios y las personas que influyen en la opinión pública deben entender que ese peligroso estado de cosas empeorará, si no cumplen con sus responsabilidades más en serio, moderan su retórica y adoptan una actitud equilibrada para con Israel.
Por encima de todo, los políticos suecos deben pronunciarse con claridad cuando las minorías pasan a ser víctimas de delitos xenófobos. Ni siquiera un país tolerante como Suecia debe tolerar a quienes predican la intolerancia.
Project Syndicate, República Checa
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