domingo, 29 de agosto de 2010
Ni su cadáver respeta...
Ni su cadáver respeta...
Ahora, no satisfecho con usar el nombre de Bolívar en vano, le ha dado por manosear su cadáver
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Hace mucho tiempo que Hugo Chávez no sorprende a nadie. No es que este hombre haya perdido el sentido del ridículo, es que vive instalado en el sentido del exceso. Si no fuera porque se trata del presidente de un país de grandes recursos, y cuya riqueza ingente no impide una sociedad cada día más empobrecida, ahogada y desesperada...; si no fuera porque se ha convertido en la pista de aterrizaje del fanatismo iraní, que irradia en la Sudamérica indígena su yihad ideológica...; si no fuera porque la presencia iraní en todo el "territorio bolivariano" ha implicado un refuerzo de las células de Hizbulah que se han afincado en la región y que utilizan el continente para sus quehaceres terroristas en Oriente Medio...; si no fuera porque mientras perpetra discursos insufribles cercena la libertad de expresión, coarta la libertad de mercado y coacciona la libertad de acción...; si no fuera porque usa una retórica belicista que intenta amedrentar a la vecina Colombia, a la par que practica el imperialismo populista con sus vecinos más débiles...; si no fuera porque está ampliamente demostrada su complicidad con las FARC, una organización terrorífica que secuestra personas, trafica con sus vidas, ampara el narcotráfico e impone la violencia allí donde está...; si no fuera porque es el anclaje internacional de algunos de los países más tiránicos y peligrosos del planeta...; si no fuera porque usa los resortes de la democracia para perpetrar un golpe contra la democracia...; si no fuera porque usa "ejércitos" de niños para su delirante propaganda pseudocomunista...; si no fuera porque los venezolanos sufren, incluso quienes le aplauden...; si no fuera por todo, por tanto, este tipo haría gracia. Es decir, sería un personaje cómico cuyos discursos encarnándose en el mismísimo Jesucristo o sacando la pituitaria para oler el azufre de los infiernos, o plantándose en una plaza y confiscando los bienes de los venezolanos con la sola impostación del dedo, harían mucha gracia. Ja, ja, ja.
La falta absoluta de sentido del ridículo puede crear personajes de una gran comicidad, tipos cuya sola presencia provoca la hilaridad del respetable. Pero Hugo Chávez no hace ninguna gracia. No la hace porque está sentado en un barril de petróleo y usa ese poder ingente no sólo para crear su propia y rica oligarquía, sino para influir hacia un mundo más enloquecido, más inestable y, sin duda, mucho menos libre. Ahora, no satisfecho con usar el nombre de Simón Bolívar en vano, le ha dado por manosear su cadáver, en un espectáculo dantesco que hiere profundamente la memoria del gran libertador. Pensar que los restos de un hombre culto, brillante e históricamente relevante pueden ser un simple manjar de la voracidad de este aprendiz de brujo resulta entristecedor. Pero es lo que tiene el poder del petróleo, que, como la razón goyesca, engendra monstruos.
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Pilar Rahola
La Vanguardia. Barcelona
21/07/2010
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