Sarah Honig
No tenemos ninguna prueba tangible que la Casa Blanca haya aplicado de hecho presión brutal sobre el pobre Mahmoud Abbas de la tambaleante media Ramallah de la Autoridad Palestina. Esto no está probado. Los funcionarios estadounidenses no han confirmado los informes de noticias e insinuaciones derivados tanto de fuentes israelíes como palestinas. Pero si dejamos de lado nuestro escepticismo y asumimos, por el bien del argumento, que Obama y equipo, efectivamente torcieron los brazos de Abbas, debemos estar indignados.
La noción misma de arrastrar un interlocutor poco dispuesto a la mesa de negociaciones debería ser impensable, ciertamente no es motivo de regocijo entre los israelíes.
Esto equivale a un casamiento a la fuerza. Sin embargo, es aún menos probable que lleve a la armonía que nupcias forzadas resulten en dicha matrimonial. Ya hemos estado allí, ya hemos visto esto.
Hace diez años Bill Clinton había arrastrado a un pataleante y griton Yasser Arafat a Camp David, donde también marco al entonces primer ministro Ehud Barak hacer ofertas atroces para recompensar a Arafat por su "cooperación".
Ante el asombro tanto de los soñadores estadounidenses e israelíes, Arafat rechazó la mano extendida y la magnanimidad loca de Israel. A diferencia de los americanos e israelíes, Arafat no estaba para poner fin a la controversia. Esa era la última cosa en su lista de prioridades. De hecho justo al tope de dicha lista estaba perpetuar y escalar la disputa. Tan pronto como el fracaso de la burbuja de Camp David exploto, entonces Arafat desató su premeditada segunda intifada.
La violencia se extendio y cobro vidas en un baño de sangre sin tregua hasta que Israel hizo la cosa "no pacífica" y lanzó la Operación Escudo Defensivo.
Arafat era un super-icono, no sólo localmente sino en todo el mundo árabe. Abbas sobrevive precariamente en virtud de la protección otorgada por el mismo Israel al que el compulsivamente demoniza cada vez que habla en árabe. Es una locura esperar que el patetico Abbas ofrezca lo que venerado Arafat no pudo. Hacer concesiones a Abbas no es diferente de hacer concesiones a una efigie de nuestra propia creación.
Arafat temia ser tildado de traidor si renunciaba a invadir Israel con los supuestos descendientes de los refugiados y si reconocia la legitimidad de un estado judío en lo que es reivindicado como dominio árabe exclusivo. Lo que era insostenible para Arafat es diez veces peor para su sucesor ineficaz.
Pero no sólo coaccionar a Abbas resulta contraproducente, es un peligroso precedente que más temprano que tarde se volveria en contra de Israel.
Vamos a suponer una vez más por el bien del argumento, que Abbas a regañadientes "cede" y procede a entablar contactos directos con el vilipendiado Netanyahu. A Abbas le anotará puntos de popularidad en todo el mundo y probablemente también lograra concesiones por sólo aceptar palabrería - como continuación de la congelación de la construcción judía en Judea, Samaria y Jerusalén. Nos costará hacerlo parecer bonito. Perdemos dos veces: al mejorar la imagen de Abbas y pagando su precio.
Y después que nosotros hábilmente nos las arreglemos para engañarnos, la presión se volvera contra nosotros - de manera más despiadada que sobre Abbas. La congelación de la construcción podría convertirse en un elemento permanente sin ventajas obtenidas por nuestra parte, pero con desventajas en espiral a partir de ahora.
Los líderes israelíes deben dar un paso atrás de la agenda inmediata de congraciarse con Obama. Promover negociaciones con un socio de paz no dispuesto para el no va mas es miope y arriesgado. Los dirigentes israelies capaces de percibir el cuadro mas grande deben humear- en publico, para que el ancho mundo escuche- frente a las interferencias coactivas, de curiosos de afuera, sean quienes sean. Los dirigentes israelíes deberían hablar a favor del derecho de Abbas a decidir, sin presiones, si desea o no negociar.
Los dirigentes israelíes deberían levantarse, tanto por nuestra soberanía como por la soberanía de cualquier interlocutor árabe. Ningún extraño tiene el derecho a imponernos nada a ninguno de nosotros. Esto no sólo nos será muy útil y, finalmente, desviara la presión de Israel también, sino que es la posición ética a tomar. Además, puede anticiparse a engaño. Puede evitar situaciones en las que la parte arabe reuna puntos de Relaciones Publicas porque parece ser complaciente, cuando en realidad hace precisamente lo contrario de lo que transmite.
El resultado final será de todas formas la misma, tanto si Abbas es forzado a una maraton de conversaciones como si se le permite evitar la terrible experiencia. Ninguna paz surgirá en cualquier caso, - no a partir de una secuela liderada por Obama de la extravagancia de Clinton que llevó a Camp David y no de una negativa continuada de Abbas a encontrarse cara a cara.
Usted puede llevar un caballo al agua pero no puede obligarlo a beber. Puedes tirar a Abbas en una sala de conferencias en alguna parte pero no puedes obligarle a firmar en la línea de puntos y, más aún, no puedes hacerlo cumplir.
Todo lo que Obama lograria consistiría en desestabilizar al mandamás de Ramallah. Abbas sera puesto en el mismo dilema que Arafat fue puesto por Clinton.
Tal vez el tendrá que redimirse dando lugar a la tercera Intifada.
Si no lo hace, Hamás tomara la iniciativa para hacer politica de heno. La incitación a socavar los restos de la posición de Abbas y sabotear cualquier reiniciado "proceso de paz", dará un nuevo impulso al deseo de Hamas por sangre. Eso, a su vez, obligará a los propios exaltados de Abbas en las Brigadas Aksa de Fatah y los suyos a demostrar a Hamás que pueden derramar sangre no menos judía. La competencia será por la gloria de quién puede infligir más dolor a Israel.
De cualquier manera, la intromisión del extranjero revolvera un nido de mamuth aqui. Cuando las filas de aficionados intenten probar suerte donde ellos sólo pueden causar un daño, el fracaso es inevitable.
El expediente de Medio Oriente de Obama prueba esto incontrovertible.
Todo lo que esta antitesis de Midas toco resulto desastroso.
Su servilismo ante el mundo árabe/musulmán apenas estimulo una mayor moderación. Mas bien lo contrario (por ejemplo, Turquía). La chupada de medias de Obama a los árabes/musulmanes y su frialdad hacia Israel no logró impresionar a Irán, Siria, el lacayo de Siria Líbano, etc
Incluso en Gaza y Ramallah, el es ridiculizado como una nulidad.
Los chicos malos del Medio Oriente no le temen a Obama.
A lo sumo, lo ven como un mariquita débil. En todo caso, el radicalismo en las esferas árabe/musulmanas sólo aumentó en el año desde el discurso historico de Obama en El Cairo.
Víctima de su propia mística, Obama pretenciosamente se proyecto en el molde de algunos de los más grandes estadistas de Estados Unidos de antaño, pero no hay nada concreto para mostrar para toda la postura.
Obama habla mucho grandiosamente pero fracasa en recorrer el camino. El no tiene ni idea de esta region.
El se convenció que los melosos halagos enviarán a los seducidos autocratas árabes/musulmanes a sus brazos. Esto nunca se va a pasar. Obama conjeturó - censurablemente - que los israelíes desconfían de él debido a su nombre del medio. La verdad es que cuanto más los israelíes se echan atrás, los árabes no cayeron rendidos por el nombre arabe del Presidente americano.
Obama no lo entiende. Pero esto sólo hace que la intervención de este novato sea aún más peligrosa.
El haria tanto a los israelíes como los árabes un favor tratandonos como a adultos que podemos manejar nuestro propio negocio - si queremos. Esa es nuestra elección a hacer.
Lo mejor que todos los chismosos en todo el mundo pueden hacer es mantener sus narices fuera de nuestras tribulaciones de vida y muerte.
Fuente: The Jerusalem Post
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