jueves, 11 de noviembre de 2010

carta de Francois Leotard‏

Ex-ministro francés François Leotard dirige esta
extraordinaria carta abierta al presidente de Irán.


Carta abierta de François Leotard a Mahmoud Ahmadinedjad

Señor Presidente:


Francamente, al comenzar esta carta no me provocaba
llamarlo de ese modo. Dicho título implica un minimo de
respeto.

Lo hago, sin embargo, porque es usted quien se
expresa en nombre de los iraníes. Sobre las fotos, lo veo a usted ante
multitudes, rostros y manos alzadas.
Sin duda uno podria adivinar cierta forma de
entusiasmo, en todo caso, de adhesión.
Hemos conocido, en Europa, esas multitudes. Fue un mal
momento para nosotros. Un período trágico del que
seguimos arrastrando la vergüenza y la angustia.

Uno de los pueblos más cultos del mundo, un pueblo que
había elevado en alto grado la filosofia, la
música, la poesia, un pueblo que había asombrado a sus vecinos por su
resplandor, se habia hundido en el odio, la locura racial, la
ignominia.


Decenas de millones de individuos sufrieron, en su
carne, su cultura, su dignidad, esa extraña barbarie que quería
hacerse ver como un 'nuevo orden'. Fueron en primer lugar los
ciudadanos de ese Estado, alemanes, luego y poco a poco los demás,
todos los demás.
A esa locura se le llamó una guerra mundial.
Pero fue, sobre todo, una guerra contra lo que
había de humano en nosotros. Se quemaron los libros, los niños
fueron deportados y asesinados, las inteligencias fueron
quebradas. Todo lo que honraba al hombre fue pisoteado.

Y luego, llego a usted : una parte de la especie humana, el
pueblo judio, fue destinado al infierno. Oh, se lo concedo,
sólo una parte. No eran ni los más numerosos, ni
los más ricos, ni siquiera los más influyentes.

Eran hombres y mujeres que habían llevado consigo
durante mucho tiempo y desde muy lejos, su fe, sus preguntas sobre el
mundo, sobre Dios, sobre la necesidad de vivir o de sufrir, sobre la
alegria de amar. Generalmente, frecuentaban los libros. Reflexionaban
mucho, no comprendían por qué no eran queridos, por qué se les llamaba
“subhumanos”,
Untermensch, por qué se les consideraba insectos…
Fueron perseguidos en toda Europa, ahorcados, fusilados,
quemados…

Usted sabe perfectamente todo eso, pero lo evoco
ante usted por lo menos por tres razones:
- La primera, es que nosotros (digo “nosotros”,
como modo de hablar) no aceptaremos que todo vuelva a comenzar. Yo no
soy judío, pero los judios son, como los persas, mis
hermanos en humanidad.

- La segunda, es que ellos tienen el derecho,
como usted, como yo, de tener una patria. Que sea Francia o Israel ,
ello no cambia en nada el asunto.

- La tercera razón no le gustará a usted. Pero,
mala suerte: es que ellos le aportan al mundo (y probablemente es eso
lo que usted quiere “borrar del mapa”) una concepcion del hombre y
de su destino que ha enriquecido a varios siglos de civilización, y
que honra tanto al pueblo judío como al Estado de Israel.

Señor Presidente, usted tiene el derecho de ser
nacionalista. Usted tiene el derecho de sentirse orgulloso de la
historia del pueblo persa.
Usted tiene el derecho de ser creyente y de orarle al Dios
“clemente y misericordioso” citado al principio
de cada 'sura' del Coran.

Usted, sin embargo, piensa que tiene el derecho de
obligar a las mujeres a ocultar la cara tras un velo, de torturar a
los opositores, de encarcelar a los periodistas que lo contradicen, de
condenar a muerte a niños, de perseguir a sus minorías, de iniciar
"guerras santas" contra
"los infieles".

Pero usted no tiene el derecho de imponerle a
Israel la mirada turbia, imbécil y llena de odio que acompaña a sus
discursos. Y es que me parece que usted odia en ese Estado, la
libertad de expresión, la diversidad de los partidos, el papel de la
oposición, la modernidad, la independencia de los poderes y de la
justicia, la investigación universitaria, los descubrimientos y nuevos
inventos; y sin duda también la valentía que ahi existen. Es decir
todo lo que nosotros tenemos el derecho de admirar.

Los hombres que organizaron la reunión de Wannsee,
en la que se decretó el exterminio de los judios de Europa ya
murieron. Naturalmente, al igual que todos
nosotros, usted seguirá ese destino.
Deseo solamente para usted mismo, para el pueblo persa,
para los jóvenes niños de Irán que le sobreviviran, que
nadie se sienta con ganas de ir a escupir sobre su tumba.

FRANÇOIS LEOTARD, (ex Ministro frances),

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