domingo, 10 de agosto de 2014

¿ES USTED DE IZQUIERDAS?

Las FDI transfieren camiones con bienes a la Franja de Gaza
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Agregado el 03/08/2014
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¿ES USTED DE IZQUIERDAS?

Las derechas suelen ser más fáciles de reconocer al menos en Europa, donde no existe la actitud vergonzante de ciertos partidos políticos en América Latina

Paulina Gamus (desde España) 4 de agosto 2014

Los españoles utilizan el plural para referirse a las posturas políticas de izquierda y derecha, lo que viene al pelo para esta nota. Antes la gente era de una u otra corriente, ahora hay que hablar de izquierdas para poder englobar a un heterodoxo conjunto de así autodenominados, quienes asumen las más asombrosas identificaciones y solidaridades. Las derechas suelen ser más fáciles de reconocer al menos en Europa. Allá no existe la actitud vergonzante de ciertos partidos políticos en América Latina que se defienden con pasión cuando los acusan de ser derechistas. Ninguno, aunque lo parezca, quiere serlo. Y si lo es no quiere parecerlo.

Hace unos días un amigo me envió por correo electrónico el célebre Yo Acuso de Emile Zola. Releí no solo los alegatos que el escritor escribió y publicó en defensa del Capitán Alfred Dreyfus, un oficial judío acusado de traición a su patria francesa, sino también la historia de la tormenta política que vivió Francia a raíz del juicio amañado y la injusta condena al joven militar. Fue un hecho que conmocionó a la sociedad francesa durante doce años, desde 1894 a 1906. Aparece entonces la expresión despectiva “los intelectuales” (izquierdistas) que emplearon los antidreyfusards (Barrès, Drumont, León Daudet, Pierre Loti, Jules Verne...) contra los dreyfusards (Emile Zolá, Gide, Proust, Péguy, Mirbeau, Anatole France, Jarry, Claude Monet...).

Los antidreyfus eran de extrema derecha sin que les temblara el pulso y los defensores de la inocencia del capitán eran definitivamente socialistas y de izquierda aún con riesgo de sus vidas. La extrema derecha de entonces era ultranacionalista y chauvinista, con el antisemitismo como la fobia más protuberante. La izquierda, incluida la extrema, defendía con vehemencia los principios básicos de la democracia y los tan vapuleados postulados de la revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad.

Las definiciones continuaron muy claras con la aparición en escena del fascismo de Benito Mussolini y del nazismo de Adolfo Hitler. Los militantes de izquierda confrontaron ambos regímenes con sus ideologías y luchas. Muchos -no todos- abrazaron el comunismo soviético que parecía la contrapartida al nazifascismo. Pero cuando cayó la máscara siniestra del estalinismo, la mayoría de partidos y personas de izquierda se decidieron por el socialismo democrático y por la defensa genuina de los derechos humanos.

¿Es esto lo que ocurre hoy? ¿Qué significa en estos días ser de izquierdas? Comencemos por algo aberrante: Hugo Chávez Frías. Desde los inicios de su gobierno se autocalificó como izquierdista, se identificó con la revolución cubana y se convirtió en hijo putativo de Fidel Castro. Pero al mismo tiempo tuvo como asesor a Norberto Ceresole, un fascista argentino que le metió en la cabeza la trilogía caudillo, ejército, pueblo por la que padecemos hasta el día de hoy. Aunque el pueblo siempre estuvo ausente y ahora también el caudillo.

En el año 2000 Chávez visitó a Sadam Hussein, una especie de leproso en el contexto internacional. Le entregó la espada del Libertador a los sangrientos tiranos Robert Mugabe de Zimbabue y Muamar Gadafi de Libia y se hizo afectísimo de Alexander Lukashenko, el eterno dictador de Bielorrusia. Pero la tapa del frasco fue su fraterna relación con Mahmud Ahmadinejad, el fundamentalista iraní, quien venía cada dos por tres a visitar a su “hermano” Chávez y viceversa. Esas relaciones contra natura no fueron óbice para que partidos y figuras de Izquierdas en distintos países, consideraran a Chávez un camarada, un líder o mejor aún, un héroe.

¿Cuál fue el imán que atrajo tantas admiraciones hacia el dictador militar de Venezuela? Su antinorteamericanismo. Anti imperialismo no sería lo adecuado porque nos entregó en manos del imperialismo ultracapitalista chino al que Venezuela le debe hasta el modo de andar. Y es que en eso se han convertido las izquierdas, lo único que las define y las une es el odio hacia los Estados Unidos de Norte América. De esa manera se puede ser de izquierdas y ser aliado y admirador de las FARC, de un Stalin posmo como Vladimir Putin, del dictador sirio Bashar al-Asad, quien por el empeño de mantenerse en el poder ha provocado más de 200 mil muertes en su país, y de cualquier déspota genocida o fanático religioso que se proclame antinorteamericano.

Tratándose de Chávez cualquier desatino o exabrupto era natural y hasta lógico, pero uno esperaba que otros mandatarios de Sur América, hasta ahora respetuosos de la democracia, tuviesen una conducta coherente con sus orígenes. Por ejemplo ante conflictos internacionales como el que actualmente se desarrolla entre el ejército de Israel y el movimiento terrorista Hamás. No son el estado judío y Estados Unidos los únicos que califican a Hamás como terrorista, lo han hecho la Unión Europea, Canadá y Australia. Human Rights Watch y Amnistía Internacional han acusado a Hamás de crímenes contra la humanidad. Pero más allá de esos señalamientos, se sabe que Hamás tiene en su carta fundacional la destrucción de Israel y es además un movimiento fundamentalista islámico que discrimina y oprime a las mujeres, envenena con odio la mente de los niños y persigue la obligatoriedad universal de abrazar el Islam como religión. ¿Puede entenderse que tres presidentas mujeres como Cristina Kirchner, Dilma Rousseff y Michelle Bachelet condenen a Israel en su lucha contra el fanatismo terrorista de Hamás? ¿Tiene sentido que un socialista genuino como José Mujica, presidente de Uruguay, embista contra Israel -la única, democracia del Medio Oriente- para apoyar a un grupo fanático y violador de los derechos humanos como es Hamás? De Evo Morales mejor ni hablar pero ¿Ollanta Humala tenía también que plegarse a la moda de lo que ahora parece políticamente correcto que es condenar a Israel?

Por suerte para los venezolanos, cuyo gobierno ha promovido marchas y manifestaciones anti israelíes y cuyos medios de comunicación han desatado una campaña abiertamente antijudía, la población se ha mantenido ajena a esas incitaciones al odio. Las demostraciones públicas se han alimentado de la burocracia, ni la comunidad árabe que es numerosa, se ha dado por aludida. Y es que la hipocresía de Maduro y compañía hiere la vista de todos. Están acongojados por la muerte de niños y civiles palestinos cuando en Venezuela solo en los primeros siete meses de 2014, han sido asesinados más de 50 niños. En las protestas estudiantiles que comenzaron el 12 de febrero de este año fueron asesinados por los cuerpos de seguridad, 48 civiles y la delincuencia común, apenas en el mes de julio que acaba de terminar, segó la vida de 378 personas. En 2013, 123.000 venezolanos murieron de manera violenta y Venezuela no es un país en guerra. La compasión selectiva no es exclusividad del gobierno de Maduro, es una moda izquierdosa. Pero mirar la paja en el ojo ajeno si es una manera de esquivar la viga en el propio. Es el reino del revés.

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Al respecto de este artículo excelente, quiero compartir una carta (me suena más romántico que decir e-mail) que le envié por estos días a un querido amigo (ex militante del Partido Comunista y miembro del ICUF, organización judeo-argentina ligada a ese partido), a raíz su preocupación por lo que había escuchado en un programa de radio, y por las centenares de expresiones y más que expresiones antisemitas que pululan por el mundo.

Querido amigo, la cosa viene creciendo desde hace años y está grave. Yo publiqué un artículo en el 2001, es decir, hace ya 13 años, titulado "Las Izquierdas Reaccionarias", en donde acusaba al marxismo vernáculo (Zamora, el converso dirigente del PO José Saúl Wermus, alias Jorge Altamira, y sobre todo a Luis D'Elía, de antisemitas (recibí por esto críticas de todo tenor, de amigos, periodistas y militantes), de ser el vehículo y la base de un antisemitismo moderno disfrazado de antisionismo, como ariete conceptual enmarcado dentro de lo políticamente correcto. Sin embargo, hoy ya estamos en una nueva etapa. Me refiero a que esa pantalla se está comenzando a caer. Es que el antisemitismo ya no genera pudor de ninguna índole, quizás porque ha pasado a ser casi políticamente correcto. Pero, si me permitís, la culpa fundamental de este odio de mitad de siglo a esta parte tiene a la ex Unión Soviética como a su principal combustible intelectual. Y, por supuesto, a sus sucedáneos, los partidos comunistas del mundo, quienes siguiendo la línea del Kremlin, se dedicaron a fustigar y demonizar, a partir de los años sesenta, a Israel y al sionismo, hasta lograr en alianza con los árabes (en el momento en que los petrodólares se habían convertido en un arma de presión política en el mundo) los votos necesarios para etiquetar al sionismo de racismo; primer antecedente grave que nos trajo hasta este presente.

En este sentido digamos que el autoodio se manifestó en el movimiento judeo-argentino ICUF, ligado ideológica y políticamente al Partido Comunista de la Argentina, movimiento que recién en los últimos años, tímidamente, se ha ido acercando a otra posición; aunque yo creo más por miedo que por conciencia o autocrítica, como ocurrió después del atentado a la AMIA, militantes de esa institución judía se acercaron a los partidos y movimientos sionistas de izquierda, como un día lo hizo en la redacción del periódico Nueva Sión el pintor oficial del Partido Comunista de la Argentina Bernardo Jesiot, quien, visiblemente consternado, quería entender qué estaba pasando [qué le estaba pasando a él].

¿Por qué sucedió todo esto en las izquierdas, querido amigo? Esencialmente, como resultado de dos cosas: 1) el antisemitismo histórico nunca superado por los rusos, exacerbado con Stalin, un furibundo antisemita que solía decir: "A los judíos ni los puedo tragar ni los puedo vomitar. Los tengo atragantados. 2) El viraje estratégico de la Unión Soviética en la Guerra Fría, que los acercó al mundo árabe (petróleo y dominio de la región), al igual que los Estados Unidos se acercaron a Israel, recién y por primera vez durante la Guerra de Iom Kipur. Y no antes, como la estúpida izquierda trotskista y los Pedro Brieger afirman cuando dicen que el estado judío es una cuña de los Estados Unidos, siendo que durante la contienda bélica que se conoce como Guerra de la independencia, cuando todos los países árabes atacaron el mismo día de la Declaración, las armas usadas eran de origen chekoslovaco y ruso, porque consideraban a los gobiernos musulmanes árabes como sistemas feudales, y a Israel como la primera y única democracia en la región, que además había logrado expulsar al colonialismo inglés.

En este contexto, hay que decir que Israel se durmió seducido por su desarrollo y sus victorias militares. Y mientras miraba su ombligo, los árabes avanzaron con diligentemente y con perseverancia en los ámbitos mediáticos y de la propaganda política. Así compraron conciencias, cátedras universitarias, ONGs, medios de comunicación, pero sobre todo terminaron seduciendo a millones de incautos [y no tan] nostálgicos, en la idea de que estaban haciendo una revolución como la cubana o la rusa, para lo cual su estética jugó un rol fundamental en la construcción de su imaginario: kefies, barbas y armas en alto. a esto se sumó el rol cínico de un capitalismo desenfrenado, y de una sociedad que permite todo cuando se trata de consumo, como por ejemplo el que China tenga un doble estándar ético-político: es un sistema de producción capitalista a ultranza, mientras que el proletariado y la civilidad en general están bajo un régimen comunista, que no permite ni sindicatos, ni obras sociales, ni sistemas de salud públicos, ni libertad de prensa e informática, sin que nadie de la democracia capitalista ni de las izquierdas duras del mundo se rasgue las vestiduras por ello.

Algo parecido está ocurriendo en la Rusia de Putin. También vale como dato de esta realidad decir que tanto en China como en Rusia hay conflictos armados y masacres (pero en serio, con decenas de miles de víctimas), producto de la represión contra los pueblos musulmanes de esas regiones, que para el caso de los rusos son los chechenos, y para los chinos la provincia de Xinjiang, donde ni siquiera se habla el mandarín estándar o algún otro idioma de ese origen, sino con una lengua propia, derivada del turco. Pero de esto nadie habla jamás.

En fin..., pareciera ser que la Historia está poniendo al pueblo judío a prueba, una vez más.

Un abrazo.

"Seamos libres, que lo demás no importa nada.": José de San Martín.

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