viernes, 1 de agosto de 2014

Hamás y los hombres de las cavernas


    Hamás y su único deseo: “Matar a todos los judíos del mundo”Hamás y su único deseo: “Matar a todos los judíos del mundo”
    Si eres anti-judío, estas líneas no son para tí. Ya dijo Sartre que el antisemitismo es una pasión, y a éstas no se las apacigua con lógica. Si eres pro-palestino estas líneas pueden ser de utilidad, porque parto de la premisa que tu deseo es la prosperidad del pueblo palestino. De todos modos, no quiero pecar de optimismo exagerado ya que pro-palestinos no abundan en esta contienda.
    Creo que a esta altura no cabe duda de que si este conflicto fuera entre palestinos y rusos, palestinos y turcos, o palestinos y paquitaníes, no ocuparía en la prensa internacional el espacio que ocupa por estos días. El destino de los palestinos sería similar al del pueblo saharawi, que reclama a Marruecos soberanía sobre sus arenas del Sahara Occidental. Cuando el enemigo no es Israel, el minuto a minuto del rating no da tanto rédito.

    Ciertos medios e intelectuales occidentales analizan este conflicto con una superficialidad lastimosa. La historia juzgará a dichos medios y a dichos intelectuales como los idiotas útiles del fundamentalismo islámico. No comprenden que Israel renunció hace ya muchos años a la Franja de Gaza. Ya nadie en Israel quiere tener control sobre ese área. En un auténtico suicidio demográfico. El problema de este conflicto es que el fundamentalismo palestino no ha renunciado aún a Tel Aviv.

    ¿Cuál es entonces la punta del ovillo de este conflicto?

    Levantar el sitio sobre la Franja de Gaza, podría serlo, según algunos. Pero ya hemos visto - en estas últimas semanas - que el cemento que entró en Gaza cuando ésta no estuvo sitiada no se utilizó para edificar escuelas y hospitales, sino túneles. Nadie creyó hasta hace dos semanas que el vocablo «cavernícolas» iba a encontrar una expresión tan acabada y contundente en Hamás.

    Detener los misiles provenientes de Gaza tampoco solucionaría nada. De hecho eso ya ocurrió al fin de cada una de las escaladas regionales. Un día - se sabe - los misiles vuelven a caer: Al principio de manera impúdica y en cuentagotas; luego de manera igualmente impúdica pero masiva e indiscriminadamente. Khaled Mashal tuvo razón cuando dijo ayer que ellos sólo apuntan sus misiles a objetivos militares. Lo que obvió decir es que el liderazgo religioso de Hamás definió a toda la población de Israel como «objetivo militar». Finalmente - así sostiene - todo israelí fue, es o será soldado.

    Elaborar un Plan Marshall para la reconstrucción de Gaza sería una buena idea, con la salvedad de que el dinero llegaría a manos de Hamás. La administración económica de la Franja de Gaza hace ver escandinavos a los países de América Latina. El dinero que llegue allí, como ya ocurrió en el pasado, no irá ni a la educación ni a la industria ni a la salud, sino a cohetes y a nuevos cuadros de adoctrinamiento islamo-fascista.

    ¿Por dónde se desata este nudo gordiano?

    El nudo gordiano del conflicto israelí-palestino sólo se desatará cuando la dirigencia palestina en su totalidad reconozca al Estado de Israel como la expresión de autodeterminación del pueblo judío. De lo contrario, el nudo será cortado nuevamente por la espada. Israel no puede firmar la paz con la Autoridad Palestina en tanto ésta no rija los destinos de la Franja de Gaza. Y la dirigencia y los habitantes de Gaza deberán entender que vivir en túneles puede ser un ingenioso ejercicio táctico, pero nadie puede diseñar una sociedad desde cavernas en las entrañas de la tierra. Eso es bueno para las hormigas, no para los humanos. Quiero creer que en Gaza vive gente que también gusta correr detrás de una pelota, o tocar la guitarra en la playa o disfrutar de un picnic familiar en un parque público.

    Cuando el profeta Zejaria profetizó sobre los días mesiánicos, no lo hizo utilizando imágenes utópicas, sino a través de imágenes simples y universales que todo mortal podría identificarse con ellas.

    «Se sentarán los ancianos y las ancianas en las plazas de Jerusalén, cada uno con su bastón en la mano, por ser muchos sus días; las plazas de la ciudad se llenarán de niños y niñas en sus plazas jugando» (Zejaria; 8-4). Esta fue la visión que guió al movimiento sionista desde sus inicios. Nada muy sofisticado. Llevar una vida normal en un hogar nacional propio.

    Parashat Masei, que leemos esta semana, narra el vagar de los hijos de Israel en el desierto. Cuarenta y dos estaciones que grafican - en cierto modo - la historia de nuestro pueblo. No sólo vagamos en el desierto; nuestra historia es una cadena de arraigos y desarraigos. De Israel salimos a Roma, y a Babilonia, y al Norte de África, y a España, y a Alemania, y a Polonia, y a Rusia y a Norteamérica y a América Latina, y a  tantos lados. Varias veces hemos sido exiliados, y finalmente hemos regresado a casa.

    Israel ya tiene un Estado desde 1948; no necesita otro. Sólo esperamos que madure la idea del otro lado. Hamás es la enfermedad de la Franja de Gaza; no el medicamento. Gaza ya está libre de Israel, ahora se tiene que liberar de Hamás.

    Nadie quiere vivir en las cavernas.


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