viernes, 1 de agosto de 2014

PARASHA SEMANAL

Palabras de la memoria, recuerdos del corazón

Palabras de la memoria, recuerdos del corazón
Parashah DEBARÍM
B.H.N”V.
Sefer Debarim no solo inicia la etapa final de nuestra Sagrada Torá en el recorrido anual de su lectura, sino que anuncia el arribo de un nuevo tiempo para nuestras vidas. En esta época, el mismo tiempo... Lo cíclico no es solo reiteración en el calendario hebreo, sino que es aprendizaje, crecimiento provocado por la memoria y sostenido por el recuerdo activo.
 Cada Shabat en que asistimos a la lectura pública del libro de Deuteronomio, golpea a nuestras mentes la palabra asociada al ShabatJazón. La Visión del Profeta Isaías y la consternación frente a tamaña destrucción del cuerpo social y espiritual de nuestro pueblo hace más de dos mil años.
 Desde entonces Debarim-Jazón caminan unidos por nuestros recuerdos y anuncian la llegada de tiempos complejos, de días difíciles, de etapas de introspección y recogimiento ante tanta adversidad.
 “Ele ha-Debarim asher diber Moshé Ish ha-Elokim...” serán las primeras palabras de nuestro Jumash. Ninguno de nuestros comentaristas tarda en apreciar esos términos y coinciden en que éstas son palabras de reprensión moral, de advertencia y rigor para con sus amados por parte del inigualable conductor de Am Israel.
 Si hay rigor es porque hay amor, porque se anhela mejorar al otro, permitirle crecer bien y curar sus heridas. Debarim formula, hacia el final de nuestra ToráDibré Tojajá, palabras que nunca desearíamos escuchar, pero que nos llevan a tomar conciencia, a pesar cada acción y a sostener cada elección.
 Debarim-Jazón nos advierten acerca de un tiempo, de todos los tiempos, pues lo pasado es presente en el judaísmo y cada mes lleva impresa la señal de la vida, tanto como los oscuros sucesos que apagaron todo signo vital de nuestra existencia.
 “Al comenzar el mes de Ab”, instruían nuestros sabios, nuestras alegrías deben llevarse a su mínima expresión”. No es para menos, dado que este quinto mes del calendario lleva consigo uno de los instantes más dramáticos y dolorosos: la destrucción del Sagrado Templo de Jerusalem, en dos ocasiones. Es, además, portador de incontables sucesos -todos ellos desgraciados- en la historia y la memoria del pueblo judío. Es un mes “especial”, aunque siempre corresponda recordar aquello de“Ein Mazal Le-Israel”, que el pueblo de Israel no está sujeto a ninguna “suerte” en especial. Ni fatalismo ni fatalidad.
 Hay circunstancias que deben ser confrontadas y es por eso lo de “disminuir las alegrías”, pero ¿por qué el mandato rabínico no planteó “incrementar los signos de tristeza” si, de hecho, la ley judaica lo propone en el ejercicio cotidiano de nuestra tradición?
 He aquí la dimensión del tiempo, de la vida y su sentido. Hay que evocar, debemos recordar, permanecer en silencio pero sin olvidar lo esencial: reducir nuestra alegría no es igual a aumentar nuestra tristeza. Todo depende del punto de partida, que ha de ser siempre la vida, su elección y el vivirla, por sobre todo. Aunque la vida tiene diversos aspectos, que no podemos negar.
 “Mitsvá guedolá lihiot besimjá”. Es una gran mitsvá el estar feliz, alegre, tamid, siempre, finaliza el párrafo y no sabemos si “siempre” se aplica a “estar” o a la alegría, para incluir lo cotidiano. Así es como enfrentamos los días, los hechos, las historias, los momentos.
 Una vez más, en Jerusalem el prólogo al mes de Ab fue un horroroso atentado en el corazón de la ciudad, obra de suicidas que imponen la muerte y el miedo. ¡Y cómo duele!. Todo el país vivía una gran conmoción, porque no hay acostumbramiento posible al horror, a la muerte, al salvajismo terrorista.
 La una del mediodía fue la hora elegida. Ancianos y ancianas, vendedores y ocasionales transeúntes se daban cita a esa hora en el popular mercado jerosolimitano de Majané Iehuda. Los ancianos comprando para Shabat, ya que el jueves la asistencia de público es enorme. Los vendedores, como siempre, estaban intentando vender todo lo posible, a los gritos, con versos y rimas mediante los que pregonaban sus ofertas de precios.
 De repente, un estruendo y luego otro, gritos, destrucción, sangre, rabia y dolor. Ambulancias, policías, los encargados de la increíble Jebrá Kadishá recogiendo las partes mutiladas de vaya a saber quién, y cada uno buscando a aquel que había dejado, de quien se había despedido hacía instantes.
 Cuando las palabras ceden al mutismo, cuando la impotencia se apodera de la vida, cuando lo incomprensible se asocia a lo irracional, cuando la muerte se impone a tanta vida, allí es cuando comienza un tiempo como el de Ab...
 Esa parece ser la historia de este mes algo “especial”, si esta calificación es apropiada.
Como ya suponían los sabios de Israel, la gran “carga” de este mes conlleva una abultada medida de tristeza, que nos impone “reducir las alegrías”. Aunque, ¡qué mirada optimista la suya, ancestralmente optimista! Porque nos pidieron que “aún si una filosa espada pende sobre tu cuello, no desesperes por los rajamim, las piedades Divinas” y porque al reducir las alegrías vivimos la tristeza, pero con esperanza, con ilusiones, con posibilidades.
 Con el amago de soñar, junto a un viejo profeta -Zejariá- que vivió el tiempo del renacer judío, cuando el Bet Ha-Mikdash aún en ruinas comenzaba a ser reedificado y el pueblo de Israel reconstruido; un tiempo lejano todavía para el calendario de la humanidad, pero inminente en el latir de la nación más pisoteada y humillada, cuando dibujaba entre sus días una profecía, tan increíble como real, y se escuchaba, por las abandonadas y desechas callejuelas de Jerusalem, a un hombre de D’s que decía: Estos días -el 9 de Ab entre ellos- habrán de “transformarse para la casa de Israel en días de gozo y alegría”.
 Nunca nos olvidamos de la alegría aunque tengamos presente la tristeza, aunque nos supere el dramatismo, aunque conjuguemos dolor con impotencia. La alegría debe darse la mano con la esperanza, abrazándose, por momentos, con la verdad y la paz. Así, al menos. concluía el profeta su vaticinio: “ve-ha-Emet ve-ha-Shalom ehabu”, “Amad pues la verdad y la paz...”.
 A partir de Ab disminuimos la alegría para evocar, pero a partir de Ab reafirmamos, más que nunca, nuestro compromiso con la verdad, la justicia y la paz, shalom, de los vivientes (y no solo la de los sepultados y la de los restos de edificios destruidos). Un 9 de Ab se destruyó el Primer Templo; un 9 de Ab comenzó a arder el Segundo y el 10 se consumó su destrucción, hace ya más de 1900 años. En otro 10 de Ab estallaba, por obra de un atentado, un edificio en la Argentina y se llevaba ochenta y cinco preciosas, únicas vidas, sus alegrías, sus tristezas y no sabemos cuánto más de cada una de ellas.
 “Desde que comienza Ab, reducimos nuestras alegrías”, es de esperar que ya se entienda por qué.Debarim-Jazón han sellado nuestra respuesta, pero nuestro estudio y esfuerzo habrán de abrir las puertas de la esperanza.
 Rabino Mordejai Maaravi, rab. Oficial de la Olei.

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