miércoles, 1 de abril de 2009

Obama y el Medio Oriente


Por Julián Schvindlerman

Comunidades 1/4/09



El mensaje nodal de la campaña que llevó a Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos se centró en el cambio y en la esperanza. Fiel a la promesa, al poco tiempo de asumir funciones, la flamante Administración Obama publicitó anuncios y adoptó decisiones que, en lo referido al Medio Oriente al menos, parecieran estar orientadas a tomar rápida distancia del legado de George W. Bush.
El anuncio de la retirada gradual de las tropas apostadas en Irak, el refuerzo de recursos hacia Afganistán, la declaración a favor del cierre de la cárcel en la Bahía de Guantánamo, la disposición a incorporar a Irán en una cumbre mundial sobre Afganistán, y el envío de dos emisarios estadounidenses a Damasco, pueden verse como manifestaciones de la nueva orientación. Indicios de cambio de política pueden verse también en los dos ofrecimientos insinuados por la nueva Casa Blanca a Teherán y a Moscú. Al primero, en un muy público mensaje hecho por el propio presidente al régimen iraní, y al segundo mediante la sugerencia de que Washington estaría dispuesta a reconsiderar su programa de instalaciones de radares y sistemas de misisles anti-misiles en Polonia y la República Checa si Rusia fuese a reevaluar su apoyo a los ayatollahs.
Las respuestas a estas frescas iniciativas no se hicieron demorar. “No creo que ningún intercambio sea posible al respecto” afirmó el presidente ruso Dimitry Medvedev a la BBC. “No aceptaremos ninguna oferta de negociaciones que vaya de la mano de la fuerza” dijo el líder supremo iraní, ayatollah Alí Khamenei. “La nueva administración estadounidense dice que quiere olvidar el pasado, pero la nación iraní no puede olvidar tan fácilmente”, agregó. ¿Sorprendente? Apenas. Había un motivo por el cual la Administración Republicana optó por no apelar al diálogo con Irán y jugar al apaciguamiento con Rusia, y la Administración Demócrata no debiera desechar consideraciones de peso por el sólo hecho de que ellas eran parte integral de la política mesoriental del presidente Bush.
La actitud que informa a la cosmovisión del nuevo gobierno referida al Medio Oriente puede advertirse en una cita del discurso inaugural del presidente Obama. Los primeros discursos presidenciales son verdaderas cartas de presentación. Ellos tienen gran valor político y dan testimonio del pensamiento de la nueva Casa Blanca. Al dirigirse al Medio Oriente y más allá, dijo el nuevo presidente: “Al mundo musulmán, buscamos un nuevo camino hacia delante, basado en intereses mutuos y respeto mutuo”. En una entrevista posterior con la televisión al-Arabiya, Obama habló de restaurar el “mismo respeto y sociedad que Estados Unidos tuvo con el mundo musulmán en tiempos tan recientes como hace veinte o treinta años atrás”.
No todos estuvieron felices con la apología. En “el presunto invierno de nuestra falta de respeto hacia el mundo islámico” observó el comentarista Charles Krauthammer, “Estados Unidos no solamente respetó a los musulmanes, sangró por ellos”. Efectivamente, en seis intervenciones militares diferentes, soldados estadounidenses arriesgaron y muchos dieron sus vidas para salvar a poblaciones musulmanas acosadas. Aún cuando la motivación norteamericana hubiere respondido a la preservación de sus intereses geoestratégicos, estas campañas resultaron en la liberación de millones de musulmanes hostigados. Las invasiones de Irak y de Afganistán en las realidades del post- 9/11, así como la guerra por Kuwait de 1991, fueron expresiones claras de incursiones militares orientadas a la protección de los intereses nacionales e internacionales de Estados Unidos; aún así, hubo poblaciones islámicas beneficiadas. Por el contrario, las intervenciones en Bosnia, Kosovo y Somalía fueron motivadas principalmente por consideraciones humanitarias. Tal como señaló Krauthammer, ninguna otra nación hizo más por musulmanes oprimidos en los últimos veinte años que los Estados Unidos de América. En cuanto al idilio perdido de veinte o treinta años atrás, es difícil imaginar exactamente a que momento histórico aludió Obama, si es que a alguno. Precisamente treinta años atrás, Irán cayó en manos de los islamistas komehinistas y a partir de entonces advino la peor era en las relaciones Washington-Teherán.
Las naciones, al igual que los hombres, tienden a idealizar el pasado. Al menos el pasado distante. Pero el idilio perdido de tres décadas atrás entre el Islam y Occidente sencillamente no existió. Curiosamente para una nueva administración proclive a la glorificación del pasado, su propia actitud hacia el pasado reciente ha sido negativa, como puede verse en sus recurrentes críticas a las políticas de Bush. El último gobierno en Washington ha sido usualmente vilipendiado por su decisión de ir a la guerra en Irak y por su distanciamiento de los vaivenes diarios del conflicto palestino-israelí, entre otros asuntos, y en general por haber legado un Medio Oriente convulsionado. No obstante, tendemos a olvidar cuál era la situación en el Medio Oriente heredada por los republicanos de los demócratas entrado el siglo XXI. Antes que Bill Clinton dejara la Casa Blanca, las fallidas tratativas de Camp David habían dado lugar a la segunda intifada palestina, Siria ocupaba El Líbano, los talibanes gobernaban en Afganistán, Saddam Hussein controlaba Irak, la Libia de Qaddafi buscaba armamento no convencional, y Al-Qaeda planeaba en las sombras los atentados del 9/11. Nadie objetivo caracterizaría semejante legado positivamente.
El punto crucial que Barack Obama y su entorno deberá entender es que no todo depende de Washington a propósito del destino del Medio Oriente. Ciertamente Estados Unidos tiene una capacidad de influir en esa región como pocos actores internacionales, pero ella no está menos afectada por su propia naturaleza, sus vicios y sus aflicciones. A la vez que deseamos éxitos a una nueva administración que busca la fórmula adecuada para una justa aproximación al Medio Oriente, nos cabe esperar que su ambición sea templada por el realismo de la experiencia sin necesariamente sacrificar el optimismo de la esperanza prometida en la campaña.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.