jueves, 2 de abril de 2009

Un genocida bienvenido en Qatar

Ruben Kaplan
Porisrael.org
Omar Al Bashir, actual presidente de Sudán, dictador y asesino sobre el que pesa un pedido de detención solicitado por la Corte Penal Internacional, que lo acusa por crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos en la región occidental de Sudán, Darfur, asistió con impunidad y desparpajo a la II Cumbre de Presidentes de América del Sur y los países árabes (ASPA) que se celebró en Doha, la capital del emirato de Qatar.
El fiscal general de la Corte Penal Internacional, el argentino Luis Moreno Ocampo, consideraba con cierto lirismo, que el plan de viaje de Al Bashir, era una oportunidad para arrestarlo. “Tan pronto entre en el espacio aéreo internacional, podrá ser detenido” “Al igual que Slobodan Milosevic o Charles Taylor, el destino de Al Bashir es ser detenido para ser juzgado”. Cabe recordar que Taylor, ex presidente de Liberia, y quien fuera uno de los caudillos más temidos de África, afronta cargos por asesinatos, secuestros, mutilaciones y reclutamiento de niños soldados en un Tribunal Especial de Naciones Unidas.
Con su presencia en la cumbre, Al Bashir, en un claro desafío, se burla de los esfuerzos de la comunidad internacional, para que comparezca ante la CPI por la guerra larvada que vive Sudán y que ha generado, según informes de la ONU, 300.000 muertos en Darfur y más de 2.700.000 refugiados.
El día lunes 30 de marzo, el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, quien sorpresivamente acudió al evento de Doha, criticó en su discurso a Sudán por expulsar a las agencias de asistencia en Darfur. En la misma sintonía, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, insisten en que se ejecute la orden de detención y se proteja a los civiles y ONGs extranjeras en Darfur.
Los 22 países árabes llegaron a la reunión muy divididos por sus respectivas posiciones ante la ofensiva militar israelí en Gaza entre el 27 de diciembre y el 18 de enero. Siria y Qatar, apoyados por Irán, defendieron a los terroristas del Hamas, que controlan Gaza, mientras Arabia Saudita y Egipto respaldaron al presidente palestino Mahmud Abbas, jefe de Al Fatah, que gobierna en Cisjordania.
Las tradicionales disputas entre los países que conforman la Liga Árabe, que tuvo la deserción de los mandatarios de Egipto, Argelia, Irak, Marruecos y Omán, se disiparon sólo al efecto de ejercer la defensa monolítica y corporativa del criminal Al Bashir y del proverbial ataque a Israel. “Expresamos firmemente nuestra solidaridad con Sudán y nuestro rechazo a las decisiones de la Corte Penal Internacional contra el presidente Bashir” afirmó el secretario general de la Liga Árabe, Amro Musa, en la declaración final leída durante la clausura del ASPA. En el comunicado oficial, los líderes condenaron la reciente “brutal agresión” israelí contra la Franja de Gaza y prometieron resolver de “una manera constructiva” las diferencias que separan a los países árabes. Ese cometido, no parece una empresa fácil.
Fuera del consenso logrado en el amparo de Omar Al Bashir y la condena a Israel, se apreciaron grietas y choques verbales entre los componentes de la Liga Árabe. Abdallah II rey de Jordania, considerado moderado por Occidente, acusó a Irán, sin citarlo por su nombre, de encender el caos y la división en la región. "La injerencia extranjera permanente es el principal motivo de que continúe la división de los palestinos", afirmó.
Por su parte, el presidente sirio Bashar Al Assad, aliado del régimen persa de Ahmadinejad, mostrándose beligerante, declaró que el cambio de gobierno en el Estado hebreo, es irrelevante. “Tanto a la derecha, el centro y la izquierda, sólo les apetece la tierra de los árabes. Sostuvo asimismo, que estos, “carecen de verdaderos interlocutores en el proceso de paz” con Israel.
Otro breve disertante, fue el vitalicio dictador de Libia, Muammar el Gadafi, quien lleva 40 años en el poder. Al tomar la palabra, se presentó como el Rey de Reyes de África, Imán de los musulmanes y Decano de los dirigentes árabes. Luciendo anteojos negros, en un estado que invita a examinar las sustancias que inhala en su narguile, protagonizó un altercado al atacar verbalmente al rey saudí Abdullah y acusarlo de mentiroso y de tener vínculos con el Reino Unido y Estados Unidos. A continuación, abandonó la sesión, para retornar más tarde a la sala y decir dirigiéndose al rey de Arabia Saudita en tono más conciliador “: “Por el bien de la nación (árabe) considero que el problema personal entre usted y yo está cerrado y estoy dispuesto a visitarle y a recibir su visita”, arrancando con sus palabras, el compasivo aplauso de los asistentes.
También entre los representantes suramericanos, se advirtieron fisuras. El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, grotesco remedo del dictador Fidel Castro, hizo una enfática apología del sanguinario Al Bashir y lo invitó a que visite el país caribeño.
En declaraciones a la prensa, previas a la cumbre, espetó: “¿Por qué no ordenan la detención de (George) Bush? ¿Por qué no ordenan la detención del presidente israelí? Lo hacen porque es un país africano y del tercer mundo. Es un horror jurídico y una falta de respeto al tercer mundo”. El desafortunado parangón entre el presidente de Israel Shimon Peres, respetado mundialmente y el asesino Omar Al Bashir, sólo puede concebirse, emanado del ponzoñoso veneno antisemita del bolivariano. Chávez, en su afán de mostrarse como enconado enemigo de los Estados Unidos, no vaciló en criticar a la mandataria chilena Michelle Bachelet, que ostenta el cargo de presidente de turno de la Unión de Naciones Americanas (UNASUR).
"Creo que no le hace nada bien a la unidad de Sudamérica cuando la presidenta de Chile convoca una reunión en Santiago con el vicepresidente de Estados Unidos y el primer ministro británico, representantes de los imperios. No entiendo nada", añadió.
"Creo que pone en peligro la unión sudamericana. Así lo digo porque un revolucionario, y yo lo soy, no debe callar y tiene que decir la verdad y eso es parte de la verdad".
El aliado de Chávez, el presidente boliviano Evo Morales, llevó como ambiciosa propuesta la sustitución del capitalismo, al cual calificó de modelo egoísta y derrochador, responsable de colocar a mil millones de personas en la extrema pobreza y de un cambio climático capaz de extinguir a la especie humana.
Por su parte, el mandatario brasileño Luis Inácio "Lula" da Silva, señaló este martes que las naciones árabes y suramericanas deben mantener un mensaje "fuerte y claro" en la celebración de la Cumbre del Grupo de los 20 (G-20) de este jueves en Londres: la defensa del papel del Estado frente a la crisis global.
Ninguno de los integrantes de la II Cumbre de Presidentes, que reiteradamente condenaron la construcción del Muro de Defensa en Israel, para reducir el terrorismo, se animó a esbozar una crítica al presidente brasilero, por la instalación de un muro de separación que se erigirá en la frontera con Paraguay que tendrá 1,5 kilómetros de longitud y 3 metros de altura, rodeando la obra del Puente de la Amistad, perpendicular al río Paraná, para evitar el contrabando a su país. Tampoco expresaron su rechazo al levantamiento de una valla en el mismísimo Río de Janeiro, para impedir el ingreso a la ciudad balnearia, a los habitantes de las favelas.
Quien sorprendió en la cumbre, fue la presidente argentina, Cristina Kirchner, a quienes los medios de su país criticaron por no aparecer en la foto junto al resto de los mandatarios. La prensa conjeturó que se trató de otra de sus recurrentes transgresiones al protocolo.
Sin embargo, en un gesto que la honra, Cristina Kirchner, quien se declara pertinaz defensora de los derechos humanos, se retiró del plenario de sesiones de la II Cumbre de Jefes de Estado de Países Árabes y de Latinoamérica en el momento que iba a hacer uso de la palabra el presidente de Sudán, Omar al Bashir.
El reclamo justificado de la presidente Kirchner por la soberanía de las Islas Malvinas, quedó opacado por la analogía de las mismas con las reivindicaciones palestinas.
Por último, al pronunciar su discurso, el criminal Omar Al Bashir, atacó a las ONGs acusándolas de espiar para la CPI y minimizó el impacto humanitario de su retirada del territorio. Como corolario y para suscitar la inmediata adhesión de los países árabes, Bashir imputó al Estado hebreo, respaldar a los rebeldes de Darfur.
Acusar a Israel, que entregó ayuda financiera y médica a los damnificados por el genocidio en Sudán, es tan disparatado, como si le atribuyesen la responsabilidad por la invasión de mosquitos que está provocando una epidemia de dengue en Argentina.


Fuente y distribucion: www.porisrael.org

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