miércoles, 13 de enero de 2010

El factor X de los judíos



Cincuenta años de petróleo y recursos ilimitados,
decenas de países y millones de personas,
no han dado un solo Premio Nobel al mundo.
Cincuenta años de Israel, con escasa población
y recursos limitados, han dado más de una decena.

Tranquilos, todos quietos.
Que no se asuste Maruja Torres ni toda la corte de martillos de herejes israelíes que habitan por las esquinas del dogmatismo progre.
Este artículo no va de Oriente Próximo, quizá porque el verano, a pesar de sus negras noticias, se resiste a abandonar las buenas intenciones.
Además, la persistente lógica perversa de la maldad terrorista cae por su propio peso, más allá de los intentos que algunos tienen de demonizar todo lo que huele a occidental, y perdonar paternalmente lo que se cuece en las montañas donde cabalgan los nuevos Almanzor.
En todo este denso y complejo conflicto entre una ideología nihilista totalitaria, con vocación imperial, y el código ético-político de la modernidad, los hay que son tan anti occidentales, que acaban siendo anti modernos. Y por modernidad entiendo los valores históricos que han cuajado en un modelo de sociedad libre. Por decirlo con un símil de propia cosecha que me resulta simpático: los hay que ven a un cura católico y les sale un sarpullido, pero ven a un imán en las montañas del Líbano, y tienen un orgasmo. Imagínense la histeria si ven a un rabino. Decía que el artículo iba de otra cosa.

En ese edificio mágico de Puig i Cadafalch que hoy alberga la Casa Asia, vivimos una extraña y feliz tarde de verano. El profesor de Ciencia Política Xavier Torrens y Jaime Huberman, portavoz de la comunidad judía Bet Shalom de Cataluña, nos invitaron a reflexionar sobre “el factor X de los judíos”, quizá inspirados por ese estimulante programa musical que triunfa en Cuatro.
¿Qué factor cultural, religioso, histórico, incluso hasta genético podría explicar las sorprendentes cifras que rodean a los innumerables escritores, pensadores, directores de cine, músicos, creadores de todo tipo que han surgido del pueblo judío?

Que un grupo humano que representa menos del 0,2% de la población mundial haya dado a la humanidad más del 20% de los Premios Nobel, entre ellos algunos de los últimos, está fuera de toda estadística y, seguramente, de toda lógica. Claves en la literatura mundial, con algunos hitos en el siglo XX que marcaron a fuego a generaciones enteras -con Marcel Proust a la cabeza-, también ha sido la aportación judía la que ha sentado las bases del pensamiento moderno.

El chiste lo resume de forma magnífica: un día, un judío se subió a la montaña y, al bajar, aseguró:
“Dios es la verdad, y la verdad está en la ley”. Se llamaba Moisés.
Siglos después, otro judío aseveró: “La verdad es Dios, y Dios es amor”. Se llamaba Jesús.
Luego apareció otro que, sin el amor divino, aseguró que la verdad era el dinero.
Era un tal Karl Marx.
Después llegó Freud y situó la verdad algo más abajo, en la zona crucial de la entrepierna.
Y pa-ra acabar el círculo, apareció Einstein y lo barrió todo: “La verdad es relativa”.

Nada de la filosofía, la matemática, la física, la medicina, la literatura, la música, nada relevante en el terreno del pensamiento, la ciencia y la creación se puede explicar sin la extraordinaria aportación del pueblo judío.
Y siempre fueron muy pocos.
Y siempre fueron perseguidos como ratas.
¿Factor X?
Ahí estuvimos, en una sala repleta, con gentes por pasillos y suelos improvisados como sillas, intentando dar respuesta a un particular enigma.
El historiador Joan Culla analizó la aportación política, Xavier Torrens se atrevió con la creatividad, Vicenç Villatoro con la literatura, yo apuré algunas ideas sobre la aportación al pensamiento, el rabino Ariel Edery lidió con la supera-ción en la adversidad y, con la ayuda de Jaime Huberman, que nos acogió en ese espacio de libertad y cultura que es la gente de Bet Shalom, salieron algunas ideas presentables.
Este es el aperitivo de una reflexión colectiva apasionante y, seguramente, imposible.
El factor no es genético.

En el pueblo judío hay de todo, como en todas las boticas, desde cerebros brillantes a gente de limitada ambición mental, aunque el porcentaje de genios está fuera de toda curva estadística.
El factor no es religioso, ya que parece que los dioses sólo iluminan los caminos cuando uno enciende las velas. Tampoco parece un factor histórico, aunque la pesada carga de su pesante historia ha conformado un instinto sobrenatural de superación. Xavier Torrens habló del valor del estudio; no en vano los judíos fueron, durante siglos, el único pueblo de nuestra cultura que estaba alfabetizado.
Pero también estudian los fundamentalistas del Pakistán, de manera que el factor diferencial no es estudiar, sino lo que se estudia.

Personalmente, situé la cuestión en la singular cultura libertaria y anti dogmática de un pueblo que incluso discute con su propio Dios, pueblo del libro, vinculado a la palabra y a la reflexión.
Fueron ellos quienes, hace miles de años, escribieron un código de leyes que aún marca las pautas actuales de la convivencia.
Y fue el rabino Edery quien selló la reflexión.
Quizá el factor X es la vida judía, el conjunto de valores que marcan su complejo entramado cultural, en los cuales la veneración por la vida, la superación individual y el compromiso con la cultura han sido su hecho diferencial durante siglos.

Desde luego, no es baladí el esfuerzo económico que Israel dedica a la investigación científica y médica -en un país que se ve obligado a dedicar el 60% de sus recursos a defensa-, pero ello sólo explicaría el fenómeno en las últimas décadas.
Aunque quede este dato para contrarrestar algunos odios: 50 años de petróleo y recursos ilimitados, decenas de países y millones de personas, no han dado un solo Premio Nobel al mundo. Cincuenta años de Israel, con escasa población y recursos limitados, han dado más de una decena.

Este artículo no pretende responder al enigma, pero me pareció interesante plantearlo, inspirada por esa feliz tarde de verano.
Y no tanto para animar a buscar respuestas, como para recordar que cuando hablamos de los judíos, hablamos de cultura, de pensamiento, de ciencia.
Ningún pueblo ha aportado tanto siendo tan pequeño.
Sin embargo, lo mayoritario no es el agradecimiento.
Lo mayoritario es repetir, machaconamente, las maldades del prejuicio y el desprecio.
PILAR RAHOLA

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.