Enero 27, 2011
En un discurso bastante profético que tiene una resonancia particular cuando los disturbios ya se extienden por el Medio Oriente desde Sanaa a El Cairo y Beirut, la secretaria de estado norteamericana Hillary Clinton dijo a los regímenes árabes a principios de este mes que tendrían que iniciar reformas democráticas antes que fuera "demasiado tarde."
Hablando en una conferencia sobre la democracia en Doha, Qatar, el 13 de enero, días antes de la Revolución del Jazmín que derrocó al presidente tunecino Zine El Abidine Ben Ali e inspiró levantamientos populares similares en toda la región, Clinton criticó a los gobiernos árabes por el estancado cambio político.
"Aquellos que se aferran al statu quo pueden ser capaces de frenar el impacto de lleno de los problemas en sus países por un tiempo, pero no para siempre", predijo. "Si bien algunos países han hecho grandes progresos en la gobernancia, en muchos otros, la gente se ha cansado de las instituciones corruptas y un orden político estancado."
Precisamente cuan cansados se hizo cada vez más evidente esta semana, mientras manifestantes en toda la región - alentados por el precedente de Túnez, mostraron que una afirmación del poder del pueblo puede lograr lo que antes parecía imposible - salieron a las calles en manifestaciones contra el abyecto fracaso de los corruptos regímenes autoritarios en satisfacer las necesidades básicas de sus ciudadanos.
El desempleo rampante, la inflación galopante, una gran población joven sin mucha esperanza para el futuro, y la negación de los derechos humanos elementales - provocaron estas reuniones espontáneas de masas que eran imposible de sofocar, en parte porque no había un liderazgo identificable que pudiera ser atacado. El carácter popular de las protestas, que incorporan a hombres jóvenes y ancianos, y mujeres, de clase media y clase trabajadora, también tiende a mitigar el uso de la violencia extrema por parte del personal policial y de seguridad, lo que agrega posibilidades de éxito.
En Egipto, las muy temidas fuerzas de seguridad fueron desplegadas, Internet fue desactivada y Al-Jazeera fue silenciada. Sin embargo, contra todo pronóstico, decenas de miles de personas salieron a las calles el martes, en una de las mayores manifestaciones no anti-occidentales en la historia egipcia contemporánea. Ellos luego protestaron nuevamente el miércoles. Y el jueves.
En Sanaa el jueves, miles de yemenitas protestaron contra el corrupto régimen de 30 años del presidente Ali Abdullah Saleh. A la sombra del exportador mundial de petróleo Arabia Saudita, Yemen está luchando con el aumento del desempleo y la disminución de las reservas de petróleo y agua. Casi la mitad de sus 23 millones de personas viven con 2 dólares o menos al día y un tercio sufre de hambre crónica.
El descontento popular ha estallado también en Jordania, Argelia, Libia e incluso en Arabia Saudita, mientras que en Siria las autoridades han prohibido preventivamente los programas que permitan el acceso a los chat de Facebook desde teléfonos móviles, ajustando las ya severas restricciones a la Internet a raíz de los disturbios en Túnez.
En Líbano, los partidarios de la Revolución de los Cedros del año 2005, que temporalmente terminó con 30 años de ocupación siria, protestaron contra la incautación efectiva del poder por parte de Hezbolá. Irán y Siria, actuando a través de su representante Hezbolá, han impuesto como primer ministro en sustitución de Saad Hariri a Najib Mikati, un socio de negocios del presidente sirio Bashar Assad.
En el corto plazo, los regímenes bien pueden arreglárselas para sobrevivir.
Los precios del petróleo son bastante altos, las fuerzas de seguridad son leales, la ayuda exterior está disponible en abundancia, las elecciones han sido manipuladas y los islamistas han sido reprimidos. Tampoco serviría necesariamente a los intereses de la estabilidad nacional y regional que estos regímenes autoritarios, muchos de ellos aliados de Estados Unidos, sean repentinamente depuestos.
En Túnez, por ejemplo, todavía no está claro qué tipo de liderazgo político va a llenar el vacío creado por la salida forzada de Ben Ali. Hay un núcleo de verdad en el dicho árabe que 100 años de tiranía son preferibles a un día de caos, aunque el apoyo actual de Estados Unidos y Europa a los tiranos árabes "estables" los ha convertido ahora en accesorios de gobernantes impopulares, socavando más la capacidad de Occidente para apoyar el cambio constructivo.
No hay atajos para la transición de la tiranía a la libertad estilo occidental. La imposición precipitada de elecciones cuasi-democráticas, sin sentar las bases necesarias, no es una solución como puede demostrarse. Hamas tomó el poder en Gaza y la llegada al poder de Hezbolá en Líbano son una amarga prueba de eso.
El problema fundamental, y por lo tanto casi intratable, de los países árabes es que en la mayoría de los casos las instituciones que forman la columna vertebral de la democracia- un poder judicial honesto, una legislatura guiada por ideales liberales, aplicación de la ley estricta e igualitaria y una prensa libre- aún no existen.
Las turbulencias que estan barriendo esta región parecen reivindicar la advertencia de Clinton que el statu quo del autoritarismo ya no es sostenible. Pero la cuestión sigue siendo cómo implementar los consejos de Clinton. La creación las instituciones duraderas que son necesarias para hacer una transición pacífica hacia el pluralismo político y económico, y así garantizar la verdadera libertad y democracia, no es un proceso que ocurre repentinamente.
Fuente: The Jerusalem Post- Este artículo fue traducido especialmente para el blog de OSA Filial Córdoba.
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