En su sitio oficial, Najib Mikati, el multimillonario que acaba de ser nombrado primer ministro del Líbano, tiene como frase identificatoria “ la tolerancia y la moderación son el camino definitivo para dirigir el país a buen puerto ”. Expresión a la que deberá recurrir asiduamente si se tiene en cuenta la tensión que generó en Oriente Medio su nombramiento.
El presidente del Líbano, Michel Suleiman, designó a Mikati en el cargo a propuesta de Hezbollah, grupo radical shiíta enemigo de Israe l. Su elección también desafía a los sunnitas –enfrentados con los shiítas–, quienes ya demostraron su desagrado con manifestaciones en las calles.
La llegada de Mikati al poder fue una maniobra estratégica y de gran audacia de Hezbollah. A principios de este mes propició la caída del primer ministro sunnita Saad Hariri, al retirarle sus siete ministros que conformaban el Gabinete, y ahora presionó y logró ubicar a su candidato.
El origen del enfrentamiento, más allá de las diferencias políticas históricas que mantienen, tuvo origen en la pretensión del gobierno de Hariri de respaldar la investigación que la Organización de Naciones Unidas (ONU) realizó sobre el asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Hariri (padre de Saad). Hay que tener en cuenta que el proceso iniciado por el organismo internacional apuntaba directamente a miembros de Hezbollah como autores de la muerte del ex premier en 2005.
Mikati estudió en la universidad de Beirut, pero también en Harvard. Según la revista Forbes, ostenta una fortuna que ronda los 2.600 millones de dólares . La hizo con un conglomerado financiero e industrial llamado M1 Group, dedicado a diferentes negocios como telecomunicaciones, acciones, bienes raíces, petróleo y gas. Y luego con Investcom, una firma familiar dedicada de lleno a las telecomunicaciones que tuvo fuerte inserción en los países árabes.
Mikati, quien ya tiene una larga carrera política, utilizó palabras conciliadoras en su primer discurso. “ Extiendo la mano a todos los libaneses, musulmanes y cristianos, para construir y no destruir ’’, dijo. Y llamó a todas las facciones libanesas a “dejar de lado las diferencias”.
Los sunnitas le respondieron con protestas, fogatas y la quema de un móvil de la cadena árabe de noticias Al Jazeera , considerada afín a Hezbollah.
Por eso se tema que esta nueva crisis política reavive los enfrentamientos sectarios, como los choques callejeros entre sunnitas y shiítas que dejaron 81 muertos en Beirut en 2008.
La elección de Mikati corona el ascenso constante de Hezbollah en la región en las últimas décadas, un grupo de resistencia antiisraelí y la fuerza militar y política más poderosa del país. Israel, quien limita con Líbano en su frontera norte, ya libró una breve pero devastadora guerra en 2006. En esa ocasión, el poderío bélico israelí sólo tuvo como freno las milicias de Hezbollah. Un motivo más para que a Tel Aviv le resulte difícil de digerir el nombramiento de Mikati.
Pese a esta tensa situación, se considera a Mikati un elemento relativamente neutral que tiene buenas relaciones tanto con el presidente sirio Bassar Ashad como con Hariri. Para mantener el equilibrio de fuerzas, en el sistema libanés el primer ministro debe ser sunnita, el presidente del parlamento un shiíta y el jefe de Estado un cristiano maronita. Cada confesión constituye un tercio de la población de cuatro millones.
El orden fue alterado y el equilibrio se rompió. Habrá que ver cómo maniobra el millonario Mikati para evitar nuevos enfrentamientos.
Clarin.com
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