viernes, 21 de enero de 2011
SI ELLOS HUBIESEN SIDO RICOS
By ALEXANDER ZVIELLI
12/24/2010 16:36
Yehuda Bauer – un consejero academico en Yad Vashem y profesor emerito de estudios del Holocausto en la Universidad Hebrea que ha sido autor de muchos libros sobre en Holocausto en general y sobre el shtetl en particular – comienza su investigacion con una convincente descripcion de la agonizante vida en los shtetls previo a la Segunda Guerra Mundial.
Visto desde la perspectiva histórica, los shtetls de Europa del Este existieron siempre y cuando sus habitantes fueran necesarios para los terratenientes y población locales. Todo esto terminó mucho antes que Hitler llegara al poder y los polacos trataran de apoderarse del comercio local. Los judios fueron invitados una vez a instalarse en Polonia por parte de los grandes terratenientes, demasiado orgullosos como para participar en el comercio o intercambio. Los judios proveyeron capital, conexiones y servicios, e incluso recaudaban impuestos. Ellos fueron explotados como intermediarios y fueron exprimidos entre los príncipes polacos hambrientos de dinero y los explotados campesinos. Esto llevó a problemas perpetuos: pogromos frecuentes, robos y asesinatos durante los levantamientos sangrientos de los airados campesinos.
Fue inevitable que una unica casa judia que originalmente servía al noble local finalmente se desarrollara en un barrio entero. En algunos pueblos pequeños, los judios se convirtieron en una mayoría para disgusto del clero y la población gentil local. Los judios controlaban la mayor parte del comercio de Polonia en el grano, carne, aves de corral, ganado, azúcar y productos de madera. Eran buenos artesanos, zapateros, modistas y hasta músicos. Los terratenientes los preferían a los colonos alemanes, ya que los encontraban humildes, muy trabajadores y agradecidos. Pero los judios, a excepción de algunos individuos, casi siempre considerados como extraños, no eran vistos con confianza.
Los judios crearon sus propias instituciones sociales y de bienestar. Se ocuparon de la educación de sus hijos y de no ir en busca de problemas. Ellos sabían cómo organizarse y cómo cuidar de sus propios asuntos. El shtetl se convirtió en el centro del comercio e intercambio a través de las vastas llanuras de los territorios orientales de Polonia, incluyendo lo que hoy es Ucrania occidental y Bielorrusia.
Todo esto llegó a su fin cuando los polacos, arruinados financieramente por los tres levantamientos armados contra el Imperio Ruso, abandonaron sus actitudes anteriores y desarrollaron un apetito por el comercio e intercambio. El cambio social puesto en marcha y una mayor competencia por los mercados ayudó a los antisemitas polacos a identificarse con la Alemania nazi e intentar convertir prácticamente en parias a los judios.
Los judios fueron acusados de ser una carga para el desarrollo de Polonia y se les dijo de emigrar.
Durante fines de la década de 1930, la situación en los shtetls judíos era ya desesperante: Hubo un boicot económico aprobado por el gobierno. Ningún judio era aceptado en la policía, el ejército regular, la administración pública, la educación, el servicio postal y todas las instituciones gubernamentales y servicios semi-gubernamentales. Los judios, a pesar de los derechos garantizados a las minorías en Versalles, se convirtieron en ciudadanos de segunda clase y, al mismo tiempo las perspectivas de emigración eran cada vez más inalcanzables, se enfrentaron a no tener futuro en sus ubicaciones actuales.
Bauer nos recuerda que, a partir de la década de 1940 y después de la Segunda Guerra Mundial, una nostalgia azucarada poco realista de la vida en el shtetl prevaleció y ofreció al público del mundo un mundo dulce, comprendido por la juderia oriental en que todos los judíos eran profundamente religiosos, ingenuos e inteligentes, y el shtetl era el lugar donde la bondad y la rectitud ética eran reyes supremos. La verdad era dramáticamente diferente.
No obstante, aunque la vida en el shtetl hasta septiembre de 1939 se fue haciendo poco a poco cada vez más difícil, todavía era muy ordenada. Finalmente, sin embargo, tanto los invasores alemanes como los de la Unión Soviética eliminaron los pequeños enclaves judíos del mapa, como si ellos nunca hubiesen existido.
Bauer nos presenta una descripción precisa del impacto de la ocupación temprana alemana y soviética, en cuyo momento cada individuo judio tuvo que decidir en que estado deseaba permanecer. La ocupación soviética - que duró del 17 de septiembre de 1939, al 22 de junio de 1941 - tenía un solo propósito: convertir la Ucrania occidental y Bielorrusia en una parte integral de la Unión Soviética. Se ofrecieron trabajos a los judíos y proyectos de una educación que nunca antes tuvieron, pero se sofocaron todas las libertades individuales. Es increíble lo rápido que las organizaciones judías desaparecieron bajo la amenaza de la policía secreta soviética y su ejército de informantes.
La sovietización fue rápida y completa, y sin embargo judios se dieron cuenta rápidamente que con el tiempo los ucranianos, bielorrusos, e incluso polacos, eran los pueblos preferidos del nuevo régimen.
Los nazis, para facilitar sus planes de genocidio, convirtieron a los shtetls primero en guetos, y luego expulsaron a los habitantes a campos de concentración y muerte.
Bauer amplía nuestra perspectiva presentandonos un conocimiento íntimo de un gran número de sitios abandonados y sus comunidades y la comparación del destino de un shtetl con el siguiente. El nos presenta innumerables biografías y testimonios escritos de víctimas y sobrevivientes. Así, el tiene éxito en presentarnos la verdadera historia del Holocausto - el asesinato y destrucción de más de mil comunidades judías que habían sido primeros humilladas y robadas antes de ser finalmente destruidas totalmente.
La experiencia de Bauer en Yad Vashem, le sirve bien en la elección de los testimonios más conmovedores de las víctimas judías y sus vecinos polacos, ucranianos y bielorrusos. La supervivencia del pueblo judío dependía tanto de la buena suerte como de las circunstancias. Los guetos podrían haber estado a tan sólo 50 kilómetros de distancia unos de otros, las actitudes tanto de las autoridades alemanas como de los vecinos de los judios "podría haber sido similar, y sin embargo la historia de cada sitio en particular es diferente. El trágico final, sin embargo, fue inevitable, incluso si esto significó que la bestia alemana sufrió la pérdida de muy habilidosa y necesaria mano de obra.
No hay más shtetls judíos en Europa del Este. El libro bien escrito y editado de Bauer preserva, con precisión y con gran emoción, la memoria sagrada de estos desafortunados lugares y sus habitantes.
Fuente: The Jerusalem Post
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