Las conversaciones nucleares de este fin de semana entre Iran y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania fueron dignas de destacar no por su predecible colapso sino por las exigencias de Teheran de levantar las sanciones como precondición para recomenzar las negociaciones. Fue la más clara admisión hasta ahora que la presión económica sobre Irán está comenzando a morder.
A algunos defensores de un "diálogo crítico" con la República Islámica les gusta argumentar que las sanciones serían contraproducentes, dando a Teherán una excusa más para la beligerancia sin hacer nada por detener su búsqueda de armas nucleares. Tienen razón, al menos en la medida en que las sanciones económicas solas es poco probable que fuercen a los líderes de Irán a cambiar de rumbo.
Pero sanciones fuertes, apropiadamente aplicadas, pueden también imponer elevados costos marginales sobre Teheran. Como el periodista iraní Amir Taheri describió en estas páginas ayer, un informe de octubre del propio banco central de Irán muestra los ingresos del petróleo, las importaciones y los proyectos de infraestructura todos hacia abajo. El régimen se ha visto obligado a reducir 30 años de subsidios a la energía y a los alimentos. Las protestas públicas que obligaron al régimen a dejar de lado los intentos anteriores por cortar estas donaciones puede estallar de nuevo y tal vez revivir un debilitado, si aún no golpeado, Movimiento Verde de oposición.
Nada de esto significa que la amenaza planteada por Irán ha disminuido, y los regímenes desesperados son propensos a tomar apuestas desesperadas. Pero son más propensos a tomar aquellas apuestas si tienen sensación de debilidad por parte de sus adversarios, como hicieron los generales de Argentina en 1982, en vísperas de la invasión de las Islas Malvinas. Con los iraníes, Occidente tiene que tener cuidado de no enviar su propia señal de debilidad o de ambivalencia aliviando las sanciones como una forma de atraerlos de nuevo a la mesa para otra ronda de negociaciones infructuosas.
Ayer, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, sugirió que él entiendió lo que está en juego, insistiendo en que Occidente "debe reforzar las sanciones." Ayer, también, Stuart Levey, subsecretario del Tesoro de EE.UU., que es en gran parte responsable del actual régimen de sanciones, anunció su renuncia tras siete años en el puesto. Estamos confiados que el sucesor de Levey, David Cohen, es apto para el reto, asumiendo que la Casa Blanca ofrece el apoyo político y diplomático que el necesita.
Fuente: The Wall Street Journal- Este artículo fue traducido especialmente para el blog de OSA Filial Córdoba
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